¿Y por qué Mexico?
Pues hay dos factores que me han hecho querer salir de Europa (y uno que me hace querer volver):
El primero de ellos es la llegada del invierno, que siempre intento evitar, así que, cual ave migratoria, en cuanto acaba el otoño, viajo a países más cálidos.
El segundo factor es que la situación pandémica en Europa se hace cada vez más insostenible e insoportable, especialmente para los no vacunados. Así que me he decidido por uno de los poquísimos países del mundo que no tiene restricciones de entrada y muy pocas a nivel interno.
¿Y por qué El Cuyo?
Pues cuando decidí que México sería un buen lugar para pasar una temporada, me acordé de que mis amigos Fausto y Sandra, a quienes conocí en 2019 durante mi viaje con Marta por la península de Yucatán (Sandra es la hermana del mejor amigo de Marta), estaban construyendo un hotel con restaurante en el El Cuyo (México), así que contacté con ellos mientras estaba pasando un mes en la isla de Syros (Grecia), y me ofrecí para echarles una mano. Me comentaron que justo en ese momento necesitaban un manager que pusiera un poco de orden y les quitara algo del trabajo del día a día. Eso sí, me pedían un compromiso de más o menos un año. Debo confesar que esa parte me daba un vértigo brutal, ya que no ha pasado más de 4 meses en un mismo lugar desde que empecé este viaje. Pero, por otra parte, si debo quedarme en un sitio hasta que toda esta locura pandémica pase, no se me ocurre un mejor lugar. Así que acepté encantado, fijando mi partida para un mes más tarde, una vez terminado mi housesitting.
La llegada
Mi vuelo llega a Cancún la tarde del 5 de diciembre de 2021, donde me espera Sandra para recogerme. Voy con la idea de que en inmigración me darán alegremente una visa on-arrival de 6 meses como las 2 veces anteriores que vine. Voy preparado para pasar el control con toda la documentación, incluyendo el vuelo de salida para dentro de 5 meses (tampoco hay que apurar).
Cuando llego a inmigración (después de una interminable cola. Algún día deberían inventar algo para que no tardes horas en entrar a un país), la agente empieza el interrogatorio al más puro estilo USA. Vaya sorpresa, esto no es lo que era. Y para mayor sorpresa aún, al final me deja entrar (que empezaba a pensar que no me dejaba), pero me da sólo 90 días en vez de los 180 esperados. Y eso que mi vuelo de salida es en 5 meses. Se la refanfinfla. 90 días y da gracias.
Pues nada, gracias.
Al parecer no soy el único que se le ha ocurrido la idea de emigrar a Mexico por la pandemia. Somos tantos, que México ha decidido ponerse estricto en las condiciones de entrada. Incluso puedo decir que he tenido suerte, ya que he sabido que hay gente a la que le dan 2 semanas o menos.
Como al final salgo más tarde de lo esperado, pasamos noche en Cancún, en casa de un amigo de Sandra, y salimos para El Cuyo al día siguiente.
El 6 de mayo de 2021 cruzamos por fin el puente que separa El Cuyo de la península de Yucatán…
…desde donde veo los primeros flamencos rosas.
Y aquí está: El Cuyo.
Can Cocal
Y vamos directamente al que será mi hogar durante los próximos meses, Can Cocal, el hotel-restaurante de Sandra y Fausto.
Sandra y Fausto me enseñan la que será mi habitación, situada junto al restaurante.
Lo mejor del sitio es que todo el suelo es arena de playa. El hotel, el restaurante… y en general casi todo el pueblo, está cubierto de arena, por lo que puedes ir descalzo siempre. De hecho, prácticamente no vuelvo a calzarme, ni siquiera con sandalias, hasta que me voy, meses después.
Y, desde el restaurante, puede verse el mar, por lo que casi parece que estemos en la misma playa.
Tengo infinitas fotos del lugar, porque es una preciosidad, especialmente al atardecer…
…o incluso de noche.
Especialmente si hay gatetes por medio.
La Manada de Can Cocal
Y es que, como no podia ser de otra manera, vuelvo a estar rodeado de animaletes. Os los presento:
Oxxo es el señor de la casa, el más protector. Nuestra conexión es total.
Además, Oxxo tiene una paciencia infinita con los niños.
Frida es un poco más asustadiza. Debió tener algunos traumas en su vida y eso le hace ser más tímida, pero también más territorial. Vive completamente apegada a Sandra, pero acaba aceptándome en la manada y se viene de paseo conmigo cuando se lo ofrezco.
Pallufa es uno de los dos gatos de la casa, el macho. Ambos son un amor y se vienen a los paseos como si fueran perretes.
Y Xani es la hermana de Pallufa, otro amor de gato…
…y nuestra mejor vendedora de tours.
Pallufa y Xani son casi iguales, sólo se diferencian un poco por las manchas de la cara y por la punta de la cola.
Y están mucho más interesados en el pescaíto del restaurante, que en su comida ultraprocesada.
Y luego están los perros visitantes, que vienen con frecuencia por el hotel:
Primo, que es un amor, pero que desaparecerá pocos días después de mi llegada y no volvemos a saber de él ?…
…y Covid, que tiene la manía de marcar las columnas del restaurante.
Pero Oxxo y Frida son sin duda mi mayor apoyo, compañía y alegría mientras estoy aquí.
Así es la Manada de Can Cocal.
Aquí también vemos a la manada en la playa.
Y es que, en muchos casos, nos acompañan los gatetes en los paseos, como este paseo por el pueblo por la mañana, donde nos acompaña también Pallufa.
O en la playa.
Los amigos
Gracias a Sandra y Fausto, me es muy fácil y rápido integrarme en su grupo de amigos. Muy en especial con los alemanes Dani y Lando y sus noches de dardos, especialmente la que organizaron la misma noche de mi llegada. No hay mejor bienvenida.
Y también gracias a la madrileña Sara y su grupo de Volley Playa que se reúne dos veces por semana. Es genial poder unirme a este grupo.
Aquí la foto conmemorativa de gran parte del grupo el último día del año.
Me sorprende muy gratamente que la gran mayoría de los expats aquí, hablan español. Todos han hecho el esfuerzo de aprenderlo y usarlo como lengua común, cosa que nunca he visto en otras comunidades de expats por países hispanohablantes.
La rutina
Una vez instalado, mi rutina diria empieza, como siempre, con una sesión de yoga de una hora al amanecer. Como el restaurante abre a las 7, me suelo levantar a las 5:30 y me voy a la playa, porque no hay mejor sitio para unos saludos al sol viendo el amanecer.
Después de la ducha, siempre hago un batido de naranja, limón, papaya y jengibre, para Sandra, para Fausto y para mí. Es mi aportación en salud.
Y después, el desayuno. El que normalmente me preparo es plátano maduro a la plancha, con huevos y aguacate.
A partir de ahí, comienza mi jornada de trabajo, que no acaba hasta que cerramos el restaurante, a las 22h. Sí, son unas 15 horas al día y sin día libre, pero es que hay mucho que hacer. Cuando no estoy organizando, estoy pendiente de los clientes, o haciendo turnos de camarero cuando nos faltan o tienen días libres, o estoy para los 1.001 imprevistos que surgen a diario.
Para las comidas, empecé comiendo el menú del restaurante, pero se aleja bastante de mi forma habitual de de comer, ya que, al ser un restaurante español, hay mucho frito. Mi cuerpo se empieza a quejar y decido que me voy a preparar mi propia comida, compartiendo cocina con el staff (es la única que hay). Ellos, la verdad, es que se muestran sorprendidos y encantados con mis platos, que se alejan bastante de lo que están acostumbrados a comer o preparar. Lo más divertido es que me reservan un espacio en la despensa para “mis cosas”, aquellas verduras que normalmente no se compran en la cocina.
Cuando termino mi jornada, me voy directamente a dormir, porque me levanto de nuevo a las 5:30.
El trabajo
Can Cocal lleva poco tiempo funcionando. Unos 6 meses cuando llegué. Y aunque tiene sólo 6 habitaciones y un restaurante pequeñito, supone una carga de trabajo importante. La idea es, por una parte, ordenar y organizar todo aquello que aún no acaba de funcionar, como la cocina y, por otra parte, aligerar la carga de trabajo de Sandra y Fausto al hacer de nexo de unión entre ellos y el staff.
El staff es 100% local. Fausto y Sandra han querido apostar por la comunidad que les acoge ofreciendo trabajo a sus habitantes, aunque no tuvieran ninguna experiencia en hostelería. Ha habido que hacer un importante trabajo de formación. Y la verdad es que han hecho un trabajo espectacular.
Para poder conocer mejor al staff y el funcionamiento de la cocina por dentro, no hay nada mejor que cocinar con ellos, así que el primer día hacemos juntos una tortilla española.
Rada y Nai, que es la pareja con más experiencia en la cocina, le cogen enseguida el punto y pronto la podemos incluir en el menú,
La cocina es la parte más complicada con la que me enfrento. Tenemos 6 personas trabajando ahí y nadie es mayor de 23 años y empezaron sin ninguna experiencia. Hay muchos procedimientos que hay que mejorar y lo malo es que yo tampoco tengo demasiada experiencia en una cocina profesional, pero intento aprender rápido para hacer que todo funcione mejor. Desde aquí todo mi agradecimiento a mis amigos hosteleros (Lau y Joselu) por los consejos recibidos.
Cuando no estoy en la cocina o atendiendo clientes, me monto mi “oficina” en una de las mesas del restaurante. No hay mejor oficina en el mundo.
A veces con la compañía de Xani…
…y a veces con la de Frida…
…o Primo.
Por cierto, el calor, la humedad y el salitre no es lo mejor para los equipos electrónicos. El teclado de mi portátil VANT empezó a fallar, pero los de Vant PC son increíbles y me mandaron otro nuevo sin recargo. VANT es una empresa española que se dedica a vender ordenadores con Ubuntu. Muy recomendable para evitar los líos de licencias y virus de Windows y los precios de Apple.
Pero volvamos al tema y vamos a dar un repaso a muchas de las actividades en las que he colaborado aquí:
Posada Casa Cielo
A las cenas navideñas de empresa, se les llama Posadas en México. Y nosotros fuimos los anfitriones de la posada de uno de los primeros hoteles de El Cuyo: Casa Cielo.
Fue nuestra primera prueba de fuego de organizar un evento para mucha gente con un menú cerrado y fue todo un éxito.
Cena de Nochebuena
Con la experiencia de la posada de Casa Cielo, nos enfrentamos con mucha más confianza a la cena que ofrecimos a nuestros clientes en Nochebuena, que también salió de maravilla.
Los últimos comensales de la noche fuimos Fausto y yo (Sandra estuvo fuera llevando un tour durante las fiestas).
El día de Navidad brilló especialmente cuando abrí el regalo que me dio Giada en Italia y que no podía abrir hasta el día de hoy. Os presento al verdadero Leo Callejero.
Cena de Nochevieja
Y repetimos cena con nuestros clientes el último día del año. Al atardecer, despedí el día como se merece, con una michelada, y al anochecer encendimos un buen fuego para dar ambiente a la noche.
Y la cena fue un éxito rotundo.
Cumple de Venancio
Otro de los eventos que nos toca organizar es el cumpleañños de Venancio, el padre de Roberta y Paolo, los dueños de El Hotelito y Piccola Italia.
Las tostas
Hemos decidido mejorar nuestro menú de desayuno con unas tostas. Hacemos algunas pruebas y al final nos quedamos con…
El lavadero
Uno de los proyectos que propongo nada más llegar es montar un lavadero fuera de la cocina, para que ésta se use solo para cocinar. Tiene una fregadero demasiado pequeño para el volumen de platos que se genera en un turno concurrido.
Pero, como suele pasar en México, el proyecto avanza a un ritmo desesperantemente lento. De hecho, no llego a verlo terminado y en funcionamiento.
Jardinería
Mantener las plantas del jardín es un trabajo arduo debido a los vientos del norte cargadísimos de salitre. Para ello han contratado los servicios de Carmen, una apasionada jardinera profesional que nos enseña su casa y jardín. Una maravilla.
Pero lo mejor es su moto. Es un perfecto ejemplo de que en El Cuyo no se tira nada. Todo se repara hasta extremos inimaginables.
Tejer palmas
Una de las tareas del staff, cuando no tienen nada que hacer, es la de tejer palmas de cocotero. Es un trabajo artesanal increíble que nos enseña una de las chicas de la cocina. Las palmas ya tejidas las utilizamos para formar la valla de uno de los laterales de la propiedad.
Todos aprendemos y todos participamos. Hasta Xani.
Hasta algunos de nuestros huéspedes se contagian del entusiasmo y se ponen a ello sin descanso hasta terminarlo.
Bajando cocos
Otro de los trabajos que tengo que supervisar es la bajada de cocos. Y es que, como bien dice su nombre, Can Cocal está llena de palmeras repletas de cocos hasta el punto de ser peligroso por si caen desde semejante altura. Así que cada 2 meses, más o menos, tenemos que llamar a Rabanito (aquí nadie usa su nombre real, todo son motes) para que “baje” los cocos. Es todo un espectáculo verle trabajar.
Y luego nos damos un homenaje, claro. Los cocos recién cogidos saben mejor.
Detalles de cumpleaños
Quiero destacar aquí el trabajo del staff de cocina, con detalles como éste, cuando les decimos que es el cumpleaños de uno de los huéspedes.
La arena
Uno de los últimos trabajos que me toca hacer es el tema de la arena de Can Cocal. Tenemos tanto viento del norte que, poco a poco, la arena se va yendo. Es por eso que, cada cierto tiempo, conviene reponerla.
Y se da el caso de que otra de las cosas que provoca el norte es la acumulación de fondo marino en el puerto, pudiendo llegar a bloquearlo. Es por ello que, periódicamente, tienen que sacar grandes cantidades de arena del fondo del puerto. Esta arena se les ofrece gratuitamete a los habitantes de El Cuyo. Cuando recibimos la nuestra, hay que “filtrarla” antes de usarla, ya que está llena de piedras, raíces y otros restos.
Arreglos
Y uno de mis últimos días en El Cuyo, aprovecho que subo al tejado para ayudar a Adrián, nuestro técnico de mantenimiento, con un problema en el depósito de agua, para grabar las impresionantes vistas que hay desde aquí. Se puede apreciar la localización privilegiada de Can Cocal, especialmente por el hecho de que el terreno que tiene justo en frente sigue en venta y aún no lo han edificado.
Los eventos…
Aunque no todo ha sido trabajar (bueno, casi), también he tenido ocasión de asistir a algunos eventos, como la noche de dardos que se hizo el día de mi llegada y de la que ya hablé, o los partidos de volley playa que juego dos veces por semana, o la feria que tuvo lugar a mediados de diciembre organizada por El Lugarcito.
Una de las noches, Jorge, el dueño del Camping del Ritmo y percusionista profesional, organizó una sesión de percusión participativa a la que me apunté alegremente.
Video de espontáneo
Foto de espontáneo
Y no puedo dejar de mencionar el cumpleaños de Dinora, una buena amiga de Can Cocal, que fue todo un acontecimiento en El Cuyo, ya que se escuchó en todo el pueblo.
La Posada de Can Cocal
Pero el mayor evento de todos se produjo apenas una semana después de mi llegada, el 13 de diciembre de 2021. Ése es el día en el que Sandra y Fausto han organizado la Posada sorpresa de Can Cocal.
Como ya comenté, las posadas vienen a ser las cenas de navidad de México, pero pueden ser mucho más que eso. En realidad es una celebración que una empresa regala a sus empleados. Y en esta ocasión, Sandra y Fausto han querido regalarnos algo especial, un tour de naturaleza organizado por el UMA San Manuel.
Un UMA es una Unidad de Manejo y Aprovechamiento de la Vida Silvestre. El UMA San Manuel es un terreno privado que incluye una basta extensión de terreno, con parte del pantano y los manglares, cuyo dueño decidió convertir en un centro de conservación de la naturaleza y donde, para financiarse, entre otras cosas, organizan tours de naturaleza para los turistas.
Nuestro guía para la ocasión (y quien se convertirá después en un buen amigo) es Jesús “Chucho”, que ha venido a recoger al staff en el Polaris, al que le ha enganchado un carromato.
Como no cabemos todos, Fausto y yo vamos en su coche.
A la llegada del UMA, que está a las afueras de El Cuyo, Chucho nos da una breve charla sobre lo que que es el UMA y la importancia de la conservación.
La primera actividad va a ser visitar la zona de anidamiento de los flamencos rosas. Por lo que nos cuenta Chucho, El Cuyo es el principal lugar del mundo de apareamiento y cría de este tipo de flamencos, y es por ello que es todo un símbolo aquí.
Para llegar al lugar, como el camino es bastante complicado, vamos a ir en el Polaris y, como no cabemos todos, Fausto y yo iremos en un cuatrimoto (lo que aquí llaman un ATV, All-Terrain Vehicle). Es la primera vez que conduzco un vehículo de este tipo… qué emocionante.
Foto de Fausto
Vídeo de Sandra
Foto de Sandra
Llegamos al mirador de una pequeña laguna que es donde se concentran gran cantidad de flamencos.
Chucho nos hace la “foto oficial”.
Foto de Chucho
Y pasamos a la segunda actividad del día, un tour en kayak por los manglares y la laguna. Por lo que nos explica Chucho, en realidad esto no es un manglar propiamente dicho, ya que no es agua de mar. Se trata de un “bosque inundado” por las lluvias y es agua dulce de muy poca profundidad.
Foto de Chucho
La ruta desemboca en una laguna llena de lirios de agua.
Es el lugar perfecto para hacerse otra “foto oficial”.
Foto de Chucho
Foto de Chucho
Pero la posada no acaba ahí. Después del fabuloso tour, volvemos a Can Cocal, donde preparamos unos pescados al fuego y pasamos la tarde de risas, música y comida.
El Cuyo
Pero tanto hablar de El Cuyo y me doy cuenta de que aún no os he contado casi nada de este lugar.
El Cuyo es un pequeño pueblecito pesquero de apenas 1.500 habitantes, según el último recuento. Pertenece al estado de Yucatán, aunque está muy cerca de la frontera con el estado de Quintana Roo.
Está a apenas 20 kms de Holbox, la famosa isla turistica en la que estuve con Marta en 2019, y con la que tiene varios puntos en común pero también grandes diferencias.
Aunque ambas parecen islas, en realidad sólo Holbox lo es. El Cuyo es, en realidad, una lengua de arena de playa que conecta con tierra firme por ambos lados. A Holbox sólo se puede acceder por ferry, mientras que El Cuyo tiene un puente de acceso, por lo que sí pueden acceder los vehículos.
El gran miedo que existe en El Cuyo es, precisamente, convertirse en Holbox. El Cuyo es actualmente lo que era Holbox hace un par de décadas, un lugar tranquilo y real, donde acudían solo unos pocos turistas buscando la tranquilidad y la belleza del lugar, con un estilo de vida sostenible, natural y alternativo. Pero al igual que ha pasado con la mayoría de paraísos de Quintana Roo (Cancún, Playa del Carmen, Tulum…), el turismo lo ha devastado, convirtiéndolo en un lugar de fiesta masificado, corrompido e inseguro. Hasta los propios turistas reniegan ahora de estos lugares y sólo quedan los que van buscando fiesta.
Así que todos se preguntan… ¿se convertirá El Cuyo en el nuevo Holbox? Porque así somos los humanos. Buscamos un paraíso de tranquilidad y, cuando lo encontramos, lo invadimos hasta que deja de serlo y entonces… buscamos uno nuevo. Y así continuamente.
Ahora El Cuyo es el gran centro de interés turístico, con un desarrollo urbanístico demasiado rápido, debido a la enorme demanda de alojamiento que se ha producido este año. Algunos días de las fiestas navideñas, con el hotel completamente lleno, hemos tenido hasta 15 grupos viniendo a la puerta pidiendo habitaciones desesperadamente.
Pero El Cuyo tiene varias ventajas que podrían evitar llegar a convertirse en Holbox:
- El Cuyo pertenece al estado de Yucatán, algo más interesado en la identidad de sus pueblos, mientras que Holbox pertenece a Quintana Roo, un estado de reciente creación para explotar turísticamente toda la Riviera Maya y alrededores.
- El Cuyo está dentro de la Reserva de la Biósfera Ría Lagartos, lo que le otorga cierto nivel de protección urbanística (sólo se permiten 2 alturas en primera línea de playa y 3 en las siguientes), pero ya sabemos lo que hacen los políticos con las políticas medioambientales en lugares de interés turístico cuando tienes alguna empresa detrás con suficiente dinero para repartir.
- ¿Para qué convertir a El Cuyo en Holbox teniendo tan cerca Holbox? Lo lógico sería tener dos lugares diferentes, uno de fiesta y otro de tranquilidad y turismo sostenible. Pero ya sabemos lo que supone la tentación capitalista de crear oferta donde hay demanda.
Sólo unos habitantes que antepusieran la esencia del lugar por encima de la tentación del dinero fácil podría evitarlo. Pero estamos hablando del capitalismo y ya sabemos todos cómo funciona.
Así que, en mi opinión, el turismo terminará devorando este lugar como lo ha hecho con tantos otros. Es sólo cuestión de tiempo.
Pero he tenido la fortuna de conocer El Cuyo en su mejor momento y lo quiero compartir con vosotros. Aquí van algunas fotos y vídeos de mis paseos por el pueblo.
Empiezo por el lugar que elegí el 17 de diciembre de 2021 para hacerme la foto del 6º aniversario del comienzo de mi viaje, el cartel de El Cuyo.
Este punto marca, más o menos, el centro de El Cuyo, separando la zona oeste, donde se concentra la gran mayoría de la población local (El Cuyo real), de la zona este, donde está todo lo turístico. Casi todos los hoteles y similares (incluido Can Cocal) se establecen alrededor de la Avenida Veraniega.
Veamos primero un poco de la Avenida Veraniega.
La casita de Tía Chío es un buen ejemplo de lo que es la Avenida Veraniega. Una casita en alquiler muy original y bien cuidada en los detalles, rodeada de dos casas abandonadas o a medio hacer. Y es que hay muchas casas en construcción, pero también muchas abandonadas todavía a la espera de que suban los precios para vender.
Y también te puedes encontrar cosas especialmente extravagantes, como un castillo amarillo.
Casa Mate es uno de los hoteles/restaurante con mas fama en El Cuyo.
Y éste es uno de mis lugares preferidos, el Café Anahata, cuidado hasta el último detalle.
Y es que en la Avenida Veraniega te puedes encontrar de todo.
La Avenida Veraniega desemboca en la Plaza Principal. Aquí accedo desde una calle paralela a la Veraniega.
Por ahí cerca está Leydi, madre de una nuestras camareras y nuestra proveedora de cocacolas.
Al lado de la Plaza Principal, está el acceso al Muelle Turístico, que marca la separación entre El Cuyo Turístico y el Real.
A partir de aquí empieza “El Cuyo real”, el que había antes de que existiera la Avenida Veraniega y el turismo, el Cuyo donde vive la mayor parte de los habitantes (los locales) y no los expatriados o los turistas. Obviamente el lado de la playa sigue siendo turístico, pero en cuanto voy un poco hacia el interior, la cosa cambia.
Aunque te encuentras algunas sorpresas, como esta casa que han pintado con los personajes de La Casa de Papel.
Siguiendo hacia el oeste, se puede llegar hasta el Puerto de El Cuyo, uno de los puntos más interesantes.
Pero lo más interesante y real fue cuando crucé con la moto la parte más humilde de El Cuyo para llegar a la palapa, el sitio más típico para ver el atardecer.
Los paseos con Oxxo y Frida
Pero lo que más he hecho en El Cuyo (aparte de trabajar) es darme paseos por la playa con los perretes de Can Cocal. Y es que la playa de El Cuyo parece infinita. Puedes caminar hacia el este durante horas y nunca acaba. Podrías llegar teóricamente incluso hasta Chiquilá, punto de acceso a Holbox.
Una de las cosas que más destaca en El Cuyo, es el viento. La verdad es que puede llegar a ser agotador, pero ha convertido a este lugar en uno de los lugares destacados de la práctica del Kitesurf.
Pero este viento, que siempre viene del norte, a veces es un poquito exagerado y, entonces, lo llaman “El Norte”.
Cuando El Norte sopla durante varios días, deja rastros muy visibles en la playa. Parece sargazo, pero en realidad es lo que llaman pasto, mucho menos molesto.
Pero, cuando hace bueno, Oxxo y yo lo pasamos de miedo.
En mis paseos con Oxxo y Frida, casi siempre vamos hacia el este, pero en una ocasión fuimos hacia el oeste y llegamos hasta el puerto de El Cuyo.
Y en uno de los paseos hacia el este, nos encontramos un incendio.
Algún día, para variar, damos un paseo siguiendo la avenida veraniega hacia el este y más allá, y luego volviendo por la calle paralela. Toda esta zona está todavía sin urbanizar y se puede apreciar lo que fue El Cuyo antes de su éxito turístico.
En uno de esos paseos nos encontramos algo alucinante. Una espesísima fila de enormes hormigas que caminan sobre otras hormigas paradas que hacen de carretera sobre la arena, supongo que para facilitar el paso. La cosa daba un poco de yu-yu, la verdad. Hasta Frida le costó pasar por ahí.
De hecho no es la única vez que me encuentro estas hormigas. Suelen invadirlo todo. Y una noche, seguí a unas que pasaban por delante de Can Cocal y me encontré este alucinante puente de hormigas.
Las Coloradas
Como veréis, no tengo muchas excursiones que contar en este post, porque el trabajo era tan demandante que se me hacía bastante complicado tener algún día libre. Estuve planeando durante semanas una escapada de unos pocos días a Mérida, la capital del estado de Yucatán, para airearme un poco, pero al final, por unas cosas u otras, no hubo forma de juntar unos días en los que poder escaparme.
La única escapada que fui capaz de organizar, fue el 7 de febrero, más de dos meses después de mi llegada, cuando pude alquilarme un quad e irme yo solo a Las Coloradas y Río Lagartos.
08:00 – Alquilo el quad a través de una amiga de Fausto y así consigo algo de descuento. Lo alquilo por el día entero para no estar pendiente de las horas.
Como ya conduje el quad de la UMA San Manuel, tengo algo de experiencia. Son curiosos estos vehículos, porque no llevan el acelerador en el puño como las motos, lo cual sería mucho más cómodo, no sé por qué. No tienen marchas, sólo adelante, atrás y neutro, y no corren demasiado porque están pensados más para caminos difíciles que para desplazamientos largos en carretera. De hecho no tengo muy claro si se puede circular por carretera.
Cruzo el Cuyo y tomo la salida que va hacia las coloradas, muy cerca de la palapa.
08:20 – Llego al Cementerio de El Cuyo.
Vale, quizá no es la imagen más apropiada para un cementerio, pero es que estoy feliz de poder salir por primera vez.
08:30 – Me desvío un momento para conocer Playa Escondida, ya que me han hablado mucho de esta playa. Y la verdad es que no veo que sea para tanto, a parte de estar lejos y… escondida.
08:40 – Es inútil ocultar lo bien que me lo estoy pasando.
08:50 – El camino que va siguiendo la lengua de tierra formada entre el mar y la laguna, se desvía a la izquierda y durante unos cuantos kms va por la orilla de la laguna. Aprovecho para hacerme LA FOTO.
09:15 – A partir de aquí empiezo a encontrarme innumerables flamencos.
10:00 – Llego a Las Coloradas, el famoso municipio (bueno, en realidad es un puerto perteneciente al municipio de Río Lagartos) que recibe su nombre por el color de las salinas de este lugar. Y es que, aunque es un pueblo pesquero, su mayor actividad es de la producción de sal. Y en estas salinas se produce un curioso fenómeno debido a unas bacterias que hacen que el agua se vea rosada.
Lo tienen muy bien montado y para poder hacer la foto chula, hay que pagar. Seguro que sacan más del turismo que de la sal, claro. Yo no pago, claro, así que os tenéis que conformar con estas imágenes.
Me parece curioso, pero no como para convertirlo en centro turístico de la magnitud que es. Más de la mitad de nuestros huéspedes vienen a El Cuyo con la intención de visitar Las Coloradas y muchos pagan el tour que ofrecemos para ello.
A mí me parece mucho más interesante darme una vuelta por el pueblo y ver cómo vive la gente aquí.
10:20 – Ya que es un puerto pesquero, me asomo al puerto.
11:05 – Como me ha sabido a poco y me queda mucho día por delante, decido ir un poco más allá, hasta el municipio de Río Lagartos. De Las Coloradas a Río Lagartos hay una carretera normal. No estoy muy seguro de que se pueda circular en ATV por aquí, pero yo pruebo. México es un país sin (mucha) ley. Salgo de Las Colordas junto a las enormes montañas de sal.
11:15 – No puedo ir muy deprisa, porque el quad no da para más, y me adelanta todo el mundo. Aquí se me ve cruzando El Puente de las Coloradas.
11:25 – Ésta debe ser una canción del Stevie Wonder mexicano.
11:55 – Y por fin llego a Río Lagartos. Aparco el quad y me doy una vuelta por el pueblo.
Es un municipio pequeño e interesante con las calles llenas de charcos.
12:17 – Le pregunto a Sandra por algún lugar interesante para visitar por aquí y me recomienda el cercano Sendero Peten Mac.
El sendero es tan corto que puedo hacer un vídeo de todo el recorrido, pero lo de los cocodrilos al final del camino es toda una sorpresa.
12:30 – Ya que estoy aquí, me acerco hasta la cercana y solitaria Capilla de la Virgen de Guadalupe.
12:50 – Para comer, aprovecho las mesas del Restaurant Ojo de Agua Chiquilá, que está aquí mismo y parece cerrado. Justo al lado está otro de los carteles de Río Lagartos, pero a éste hay que completarle una letra.
No soy el único entusiasmado con la megaensalada que me he traído.
13:00 – Después de comer, me subo el mirador de madera (un tanto inestable) que hay ahí mismo, justo cuando empieza a llegar gente.
Inicio el camino de vuelta. A las 13:42 entro en Las Coloradas y hago una parada en la Playa de Cancunito, demasiado masificada para mi gusto.
14:00 – Hago otra parada para ver las salinas a ver si están más rosas a estas horas.
14:38 – En el camino de vuelta, hago una parada para darme un baño en el mar. Aquí mucho mejor porque no hay nadie en kms a la redonda.
15:37 – Sigo mi camino y, como es habitual en mí, me encuentro unas casas (o algo así) abandonadas.
Para las 15:55 ya voy por el cementerio, donde me quedo fascinado por la diferenciación de clases sociales que hacemos incluso después de muertos. Aquí te encuentras todos los estratos.
16:10 – Y llego a El Cuyo. Tengo que devolver el ATV con el depósito lleno, así que voy al puerto, donde está el único surtidor del pueblo.
Y así termina la que será mi única excursión durante mi estancia en El Cuyo. Ha sido genial, aunque sólo sea por haber podido cambiar un poco de aires. Llevo más de 2 meses haciendo la misma rutina y sin salir casi del hotel y me empieza a pesar, la verdad.
La salud
Aunque no es habitual en mí, he tenido dos incidentes de salud durante mi estancia en El Cuyo.
El Covid-19
Así es… al final me pilló el bicho, aunque tardé bastante en darme cuenta de lo que me pasaba.
A primeros de enero, una noche, después de cenar, empiezo a sentir escalofríos y mal cuerpo. Es una sensación un poco rara. Le pido a Fausto que por esta noche cierre él y me voy a la cama pronto. Paso la noche con escalofríos y fiebre.
Un día antes, nuestro cocinero, Rada, me dijo que creía que la tortilla de patatas que habíamos hecho dos días antes estaba ya mala. Yo la probé para estar seguro y a mí me pareció que estaba bien, por eso me comí un pedazo pero le dije que, por si acaso, no la sacara a la venta.
Así que lo primero que pensé es que había pillado una salmonelosis, porque desperté al día siguiente sin fiebre pero con muchas nauseas, aunque no llegué a vomitar.
Los dos siguientes días son de un fuerte dolor de cabeza, pero ya sin fiebre. Paso estos días en mi habitación, muy bien cuidado por todos, en especial por el equipo de cocina que me prepara caldos y tés, y por Sandra que es la que me visita de vez en cuando. Bueno, ella.. y Xani, que no llega a entrar, pero también Oxxo y Frida, que vienen de vez en cuando y se quedan en un rincón de mi habitación para hacerme compañía.
Tras una noche de fiebre y 2 días de fuerte dolor de cabeza, empiezan unos días de mucho dolor de garganta. Ahí es cuando empiezo a sospechar que igual no es una salmonelosis. El problema es cómo demonios hacerme un test Covid en este pueblecito. Los únicos que hacen test por aquí están en Tizimín, a hora y media en coche.
Por suerte, hablando con mi amiga Sara, una madrileña que vive en El Cuyo y es la que me introdujo en el grupo de volley, me comenta que ella se trajo de Madrid en su última visita unos cuantos kits de Covid y, muy amablemente, me regala uno.
Y…
…efectivamente, soy positivo. Aunque lo sé cuando ya prácticamente no tengo síntomas.
Por un lado me da una alegría porque ahora sé que estoy inmunizado y compruebo que, efectivamente, como sospechaba, lo he pasado con menos síntomas que una gripe y sin necesidad de vacunarme.
Por otro lado, me da rabia no poder certificar este positivo para poder tener el Pasaporte Covid de la UE, pero es que es imposible hacerlo aquí.
Lo que no me explico es quién me lo ha pasado, porque, que sepamos, nadie del hotel, ni staff ni clientes, ha estado enfermo, ni antes ni después de mí. De hecho soy la primera persona de los que conozco en El Cuyo, que da positivo. Habrá sido el Espíritu Santo.
Los dedos
El Covid me ha tenido apartado de las pistas de Volley-Playa durante más de una semana, claro, así que estoy deseando volver. Y justo el primer día que juego, al intentar bloquear un remate, me llevo un golpe fortísimo en los dedos corazón y anular de la mano derecha. Me duele horrores, pero pienso que no habrá sido nada.
Pero a los dos días la cosa no mejora y tengo las dos articulaciones hinchadas, especialmente la del dedo corazón, así que me voy al Centro de Salud.
Esto me permite conocer que en México existen unos servicios básicos de salud gratuitos y universales cubiertos por el estado. Son muy modestos, pero al menos hay atención sanitaria incluso en lugares tan remotos como éste.
Me chequean y me dicen que no parece que haya nada roto, que lo lleve sujeto y paciencia.
12 días después del incidente, mi dedo sigue hinchadísimo, duele bastante y no puedo cerrarlo. Los de cocina me dicen que tengo que ir a que me los “soben” y me recomiendan a un “sobador” llamado “Bicho”.
Un sobador aquí es lo que nosotros llamaríamos un fisio, pero algo más campechano. Lo de que se llame bicho, al principio me creo que es broma, pero para poder ir, me dicen la zona aproximada y que pregunte por ahí por Don Bicho.
Y, efectivamente, encuentro la consulta de Don Pedro Bicho.
Don Bicho me soba sin piedad los dos dedos de la mano hasta casi hacerme llorar de dolor y, ya puestos, le pido que también me sobe el meñique del pie izquierdo, que se ha llevado unas cuantas patadas a varias esquinas (es lo bonito de andar siempre descalzo) y si no me lo he roto, le falta muy poco.
La tarifa es “la voluntad”, esa incómoda cantidad que uno nunca sabe qué dar y acabas dando siempre de más.
Me dice que nada de vendármelo, que tengo que llevarlo al aire y moverlo y estirarlo para que se vaya recuperando.
A la izquierda, mi dedo después de pasar por el sobador, apenas 2 semanas después del golpe. A la derecha mi dedo cuando escribo esto, unos 4 meses y medio después del golpe.
Efectivamente, sigue hinchado y no puedo cerrarlo del todo. Tiene pinta de que se quedó una lesión en la articulación. Al menos ya no duele.
Los clientes especiales
Durante estos tres meses, por Can Cocal han pasado innumerables huéspedes y comensales, pero ha habido unos pocos que han dejado profunda huella.
Ellen
Ellen es la madre de Dani, nuestra anfitriona en las noches de dardos, y se quedó con nosotros nada menos que un mes. Fue una delicia compartir con ella charlas y risas.
Cuando se marchó, Dani estaba tan agradecida que nos concedió el “Patito de Oro al lugar más mágico”.
Can Cocal Best People
Durante las fiestas de navidad y principios de enero coincidieron en Can Cocal 2 parejas y una viajera solitaria, y se formó una conexión muy especial entre todos nosotros.
Caroline y Gareth son una encantadora pareja irlancdesa que, sin ser inicialmente huéspedes, vinieron a la cena de Nochebuena. Quedaron tan encantados con la comida y la atención que hasta fueron a la cocina a felicitarlos.
Lele y Peter son una maravillosa pareja brasileña-inglés que se alojaron con nosotros durante varias noches coincidiendo con el cambio de año. Hicimos buena amistad y Peter dijo que sabía hacer la mejor paella que un británico podía hacer y amenazó con volver para hacer una si Fausto compraba una paellera.
Monika es una adorable viajera polaca (aunque reside en USA) que quiso pasar unas días en El Cuyo como parte de su viaje. Al final esos días se convirtieron en semanas.
Y la “casualidad” hizo que la estancia de Monika coincidiera en fechas con que Gareth y Caroline quisieran alojarse con nosotros, y que Peter y Lele volvieran para hacer su famosa paella.
Y así, el 13 de enero de 2022 pasará a la historia de Can Cocal por ser la noche de la paella británica (a la leña) y una de las veladas más agradables en el tiempo que yo estuve allí.
Y terminamos la noche con charlas y canciones alrededor de la hoguera con algunos otros huéspedes.
El 15 de febrero de 2022 nos hicimos la foto de la despedida, que también pasará a la historia de Can Cocal, aunque falta Peter, que es el que hizo la foto.
Foto de Peter
Otras noches, otras gentes
Pero no fueron las únicas noches de fuego, música y paellas.
A finales de enero vinieron unas amigas de Sandra de visita y tuvimos varias noches alrededor de la hoguera. Muy en especial la del 31 de enero de 2021, donde nos acompañaron unos huéspedes de excepción, Tal y Dara, músicos de Israel que compartieron su música con nosotros.
Foto de Sandra
Foto de Sandra
Foto de Sandra
Y la noche siguiente, me atrevo a emular a Peter y hacer yo también una paella al fuego de leña, con ayuda de una de las amigas de Sandra. En esta ocasión nos acompañan también Dani y Lando, con Ellen y su pareja.
Y la verdad es que no queda nada mal.
Rada, nuestro cocinero, está fascinado con el proceso y ha tomado buena nota.
El adiós
Recordemos que me dieron visa de entrada sólo por 90 días, eso quiere decir que tengo que salir del país a primeros de marzo.
No tengo muy claro (al parecer nadie lo tiene) por cuánto tiempo debo salir para que me vuelvan a dejar entrar. Pero, por otra parte, las cosas han cambiado…
Los dos primeros meses en Can Cocal han sido estupendos, de mucho trabajo, pero sentía que era trabajo en equipo y que estábamos haciendo algo bueno. Pero el último mes las cosas han sido muy diferentes. Fausto y Sandra pasan mucho más tiempo en su vivienda, rara vez comen conmigo y siento que se ha generado una distancia abismal entre nosotros. No tengo muy claro el por qué y, cuando intento sacar el tema un par de veces, siempre me dicen que todo está bien.
Pero está claro que no lo está. Incluso tengo la sensación de que de repente no les parece bien nada de lo que hago o digo. Constantemente hay comentarios, gestos y miradas de desaprobación. Pero yo sigo haciendo todo como siempre, así que está claro que algo ha cambiado y la comunicación es casi inexistente.
Y reconozco que no soy el mejor comunicador del mundo, pero, visto lo visto, está claro que no ostento el récord al que peor se comunica… y aquí se junta el hambre con las ganas de comer.
Debido a ello y al cansancio mental y al estrés acumulado por el exceso de trabajo, decido que, ya que salgo del país, voy a irme un mes, porque necesito desconectar, y porque siento que he perdido la motivación y necesito recuperarla. Esto, obviamente, no les sienta muy bien a Fausto y Sandra, que contaban con que me fuera sólo unos pocos días.
Consigo hablar con Sandra y le explico que para mí, en este viaje, todo se basa en tener “una experiencia”. Para mí Can Cocal no es un trabajo, es una experiencia, y sólo me merece la pena si la experiencia es positiva, y eso se está perdiendo muy claramente. Sandra por su parte me explica que ellos no necesitan a alguien que quiera vivir una experiencia, sino alguien que gestione el lugar a largo plazo para que ellos puedan despreocuparse. Y el hecho de que me tenga que ir ahora, justo cuando ha habido varias renuncias entre el personal, les hace tener que ocuparse a ellos de la gestión y no era ése su plan.
Me parece absolutamente justo y lógico, pero quedó claro desde el principio que yo no estaría largo plazo y no es culpa mía que tenga que salir a los 3 meses por temas de visado. Sí lo es la decisión de irme 1 mes, pero, por un lado, no tengo claro que me dejen entrar si me voy sólo unos días y por otro, realmente necesito desconectar por salud mental. Han sido 3 meses en los que sólo he salido de la isla 1 vez.
Quedamos entonces, pocos días antes de mi marcha, que no tiene demasiado sentido que vuelva después de 1 mes, ya que yo no soy lo que realmente necesitan y para mí esto no está siendo la experiencia que era al principio. No hay problema, lo dejamos aquí y tan amigos.
De hecho, el día de mi partida Sandra me dice que ya tienen a alguien para sustituirme y que empieza un par de días después. Parece que la idea venia de antiguo. Me alegro por ellos. Espero que les encaje mejor.
Las despedidas
Y así llega el 2 de marzo de 2022, día de las despedidas.
Me despido de Xani (A Pallufa no llego a verle, parece que no le gustan las despedidas)…
De Frida…
De Oxxo, que es un dramas y me pone semejante carita. Así no se puede… :,-(
Y, por supuesto, de Sandra y Fausto.
Llega ese extraño momento en que vuelvo a calzarme después de 3 meses de estar descalzo todo el día. La sensación es rara e incómoda.
Fausto me lleva hasta la parada del bus en el centro de El Cuyo. Me ha sorprendido que no se hayan ofrecido a llevarme, no digo a Cancún, pero al menos a Colonia Yucatán, que está relativamente cerca y es donde tengo que cambiar de bus. Me hubiera ahorrado una etapa. Pero bueno, intento agradecer siempre lo que recibo y no esperar nada más.
El viaje
Hay una primera etapa que es el bus que lleva desde El Cuyo a Colonia Yucatán, donde voy con las zapatillas que me pongo por primera vez en 3 meses.
En Colonia Yucatán aprovecho la espera para desayunar unas quesadillas y comprar el boleto del bus a Cancún, todo en la Nevería Basulto.
Y para las 14h ya estoy en…
Nada más llegar a Cancún tengo que quitarme las zapatillas y ponerme las chanclas, porque la falta de costumbre me está haciendo unas rozaduras de antología.
Mi vuelo sale mañana por la mañana, por eso me he venido el día antes, para llegar a tiempo al aeropuerto. Para pasar la noche, Michelle me ha ofrecido una habitación en su casa a través de Couchsurfing, en un condominio de la zona sur. Mostrando una confianza maravillosa, a pesar de que ella llega por la tarde, me ha dado acceso para que me vaya instalando. El tipo de condominio es muy típico en Mexico. Son como adosados en una calle infinita.
Y no me puedo quejar del maravilloso cuarto que me deja. Pura generosidad y hospitalidad.
Mientras espero a que llegue, me busco un lugar para comer algo, y no puedo encontrar un lugar mejor: Antojitos con Amor, un restaurante vegano que hace honor a su nombre, donde me tomo una sopa y un jugo natural.
Por la noche Michelle y su novio me llevan a tomar algo. Para mi sorpresa no vamos a un garito, sino a un sitio bastante elegante. No acabo de sentirme del todo cómodo. Somos de universos distintos. Ellos son superjóvenes, solventes y están en temas de administración de empresas y marketing, y yo cada vez estoy más en plan vagabundo anticapitalista. Pero claro, tampoco se trata de generar un debate incómodo sobre sistemas económicos alternativos o el sentido de la vida más allá del dinero, porque estoy demasiado agradecido por su hospitalidad.
Eso sí, duermo como un bebé en esa estupenda cama.
Al día siguiente, 3 de marzo de 2022, llego con tiempo al aeropuerto. De hecho con demasiado tiempo, así que me toca esperar.
Pero al final todo llega y vuelo en un avión bastante vacío.
¿Y ahora qué?
Pues el plan inicial era volar a Costa Rica y volver a El Cuyo un mes después. Pero ahora… digamos que voy sin planes y que el destino me lleve.
¿Y por qué Costa Rica?
Cuando estaba en El Cuyo y buscaba dónde pasar un mes y volver, pensé en destinos cercanos y que no hubiera estado antes, como Cuba, Guatemala, Nicaragua… pero cuando los miré un poco más a fondo, vi que todos ellos exigían certificado de vacunación para entrar. Así que opté por hacerlo al revés y ver qué paises no ponían ningún tipo de restricciones para entrar (ni siquiera test) y resultó que sólo había en ese momento 6 países en el mundo que cumplían esa condición: Rusia, México, República Dominicana, El Salvador, Colombia y Costa Rica.
La verdad es que ir a Colombia era muy tentador, pero como la idea era en principio pasar sólo un mes y volver, decidí irme a lo fácil conocido: Costa Rica.
Se daba además el hecho curioso de que, un mes antes, le enseñé a Caroline (una de nuestras Can Cocal Best People) fotos de la casa abandonada que me encontré cerca de Puerto Viejo, cuando estuve allí hace 4 años. Caroline se mostró fascinada y me dijo que sentía que yo debía volver allá. No la tomé muy en serio, pero, de pronto, todo me ha ido empujando en esa dirección. Así que me dejo llevar.
Así que… ¡¡Costa Rica, allá voy!!
Conclusiones y decepción
El Cuyo no es el sitio donde más tiempo he estado, pero casi. Estuve 4 meses en un workaway en Lanzarote, pero es que pocas veces me he sentido tan bien valorado como allí.
La apuesta de El Cuyo era demasiado alta. Estar un año en un mismo sitio después de llevar 6 años viajando sin parar, todos sabíamos que era un reto especialmente difícil. Y yo creo que hubiera sido posible si hubiera conseguido equilibrar mejor la cantidad de trabajo con tener una vida propia. Pero no es posible pasar un año trabajando 15 horas al día sin días de descanso. El cuerpo y la mente terminan petando. Y acepto mi parte de culpa. Nadie me pidió específicamente que estuviera siempre presente. Pero cuando ves que hay tanto por hacer y ves que hay que estar ahí para que se hagan bien las cosas y hay que estar cubriendo turnos de camareros y supervisando mil cosas y ves que si no estoy yo no hay nadie que lo haga… pues al final el sentido de la responsabilidad y la necesidad de aprobación se imponen, especialmente cuando trabajas para amigos y quieres que las cosas salgan muy bien.
Pero en el lado positivo de la balanza, me voy con un aprendizaje impagable. Nunca había trabajado de manager de hotel y restaurante (estuve muy cerca de hacerlo en las Islas Cook) y la cantidad de cosas que he aprendido sobre la gestión de una cocina, sobre como servir los vinos (mil gracias, Luigi), mil detalles de hostelería y el trato a clientes… son incontables y eso que me llevo.
He disfrutado muy especialmente el tratar directamente con los clientes, hacerlos felices. Incluso el trabajar de camarero cuando tenía que cubrir turnos es algo que me ha divertido mucho.
También ha sido un privilegio trabajar con un staff tan joven y predispuesto, que siempre me llamaban Don Pablo o, mucho mejor, Don Pablito. Me han tratado siempre con un enorme cariño y he aprendido tanto de ellos, de su forma de vida, de la otra realidad de El Cuyo, mucho menos bonita que la que muestra el turismo, pero mucho más real.
Me llevo el haber conocido a tanta gente maravillosa aquí en El Cuyo. Llevaré siempre sus nombres en mi corazón y en mi agenda de contactos.
Me llevo el amor incondicional de Oxxo, con quién he tenido una conexión muy especial. Probablemente la más especial de todas.
Me llevo la experiencia de conocer cómo empieza un “paraíso turístico” con todo lo bueno y lo malo que eso supone y con el evidente peligro que lleva implícito.
Y me llevo a México en mi corazón, tras esta tercera visita. Es un país enorme y llenísimo de contrastes, pero del que siempre he recibido cosas buenas de sus gentes. México lindo y querido.
Y así podría haber quedado todo. Un bonito recuerdo, una bonita experiencia y tan amigos…
…pero no. Dos semanas después de irme, cuando ya estoy en Costa Rica, en mi única comunicación con Fausto y Sandra, recibo un único y aséptico mensaje diciendo que consideran que lo que he cobrado los dos primeros meses, más el alojamiento y la comida, es pago suficiente por estos 3 meses y que no me van a pagar el tercer mes.
?
¿Es serio? Es decir, yo fui a México sin que hubiéramos hablado de dinero, confiando en su buena voluntad, como suelo hacer con los amigos. Y los dos primeros meses me dieron una cantidad que, para el volumen de trabajo y lo bien que iba el negocio, me pareció pequeña, pero que yo agradecí igualmente y sin quejarme.
Y que ahora, por ahorrarte unos pocos euros, cierres tan mal una etapa que podríamos haber cerrado tan amigos y guardar un buen recuerdo… ¿¿en serio??
Ni siquiera fui capaz de contestar el mensaje y ahí se quedó la cosa. No he vuelto a saber de ellos. Me produce más tristeza que rabia, la verdad.
Pero al final son estas experiencias la que te moldean como persona y de las que más aprendes. Y no, no voy a aprender a desconfiar, como ya me pasó con otro español en Costa Rica. Al contrario. Al igual que aquella vez, voy a seguir confiando en la gente e intentando dar lo mejor de mí en cada momento, equivocándome una y mil veces, pero intentando aprender…
…porque de eso trata este viaje, de aprender.
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