10 – 30 julio 2019
1.321 días viajando…
20 días en Simpson Bay (Sint Maarten)…
El 10 de julio de 2019 dejo Canadá después de 7 semanas de estancia (muy por debajo de los 6 meses que me permitía mi visa de turista), pero es que cuando te ofrecen un housesitting en el Caribe… no sabes decir que no.
La llegada…
El vuelo hace escala en Toronto de madrugada. Me quedo tomando algo en un bar que da miedo de lo hiperconectado que está.
Luego me doy cuenta de que hasta para pedir, tienes que usar la tablet. Haces tu pedido y al rato llega un camarero y te lo trae. Es lo más impersonal del mundo. Da miedito.
El vuelo de Toronto a Saint Martin se pasa en un plis (consigo dormir algo) y, cuando quiero darme cuenta, ya estamos aterrizando, atravesando la famosa Maho Beach.
Al salir del avión es una auténtica bofetada de calor seco, nada que ver con Canadá.
Toñi, mi nueva host, me viene a recoger muuuuuy amablemente y me lleva a su casa.
¿Sint Maarten o Saint Martin…?
Una de las peculiaridades de la Isla de Saint Martin es que está dividida y repartida entre dos países:
Saint Martin: La mitad norte de la isla es simplemente territorio francés, al igual que muchas de las ex-colonias francesas. Es decir, estar en el norte de la isla a efectos prácticos es como estar en Francia. Su capital es Marigot y su aeropuerto es el Grand-Case Espérance.
Sint Maarten: La mitad sur, en cambio, es un país autónomo, pero que, junto con las islas de Curaçao y Aruba forman las Antillas Neerlandesas y que, junto con los Países Bajos, forman el Reino de los Países Bajos. Es decir, es un reino formado por 4 países, uno continental y dos islas y media. La capital de Sint Maarten es Philipsburg y su aeropuerto es el Princess Juliana, famoso por sus aterrizajes muy cerca de la playa.
Esto da lugar a situaciones curiosas, como por ejemplo, que no he conseguido que nadie me diga claramente cuánto tiempo puedo estar en la isla. Porque si estoy en el lado francés, estoy en el Espacio Schengen y, por lo tanto, como español, puedo estar todo el tiempo que quiera. Pero si estoy en el lado holandés, Sint Maarten está excluido del Espacio Shengen y, por lo tanto, no puedo estar indefinidamente. Pero al no haber frontera entre ambos territorios… ¿quién sabe dónde estoy?
Porque la frontera entre ambos países es esto.
Lo único que cambia de un país al otro el es asfalto.
Housesitting de gatos…
La casa que me toca cuidar esta vez es un apartamento muy chulo en Simpson Bay, en el lado holandés de la isla, con vistas a la Simpson Bay Lagoon, una enorme laguna de agua salada que hay en el lado oeste de la isla (es mitad francesa mitad holandesa) pero con varias salidas al mar.
¡Y qué vistas!
Por la mañana…
…y por la tarde.
Y mi principal tarea será dar mucho amor a estos dos hermano/a:
Hansel…
…y Gretel.
Y lo de darles mucho amor es la tarea más sencilla del mundo, porque lo piden a gritos y continuamente. Tanto Hansel…
…como Gretel.
Ya sea Hansel en la cocina…
…o Gretel en el patio.
…o Hansel cuando estoy cocinando.
Mi rutina…
Como siempre mi rutina empieza con mi sesión de yoga matinal. Intento levantarme antes de las 7h para que el sol no pegue muy fuerte en el patio.
Y, por supuesto, es yoga con gatos.
Después es ducha y desayuno. Sigo haciendo con frecuencia el ayuno intermitente (saltarme el desayuno), pero hay días que me apetece especialmente y si me lo pide el cuerpo, no sé decirle que no.
Pero, como se puede ver, sí estoy siguiendo bastante la dieta gluten-free. Para ello es ideal sustituir las tostadas con plátano macho a la plancha.
Pero lo que nunca fallan son mis almuerzos.
Y el resto del día lo dedico a escribir el blog… cuando Gretel me deja…
Algunos días toca ir de compras. Y si por algo echaba de menos estar en un país europeo era para tener una verdadera oferta de chocolates. Los anglosajones sólo tienen chocolatinas.
Después de la compra, si me dejo la bolsa en la encimera, es la fiesta para los dos.
Un día tuvimos una visita… apareció por la casa la hija de un trabajador de mantenimiento de la comunidad. Fue muy interesante observar la diferente reacción de cada gato. Hansel es siempre muy sociable y no tiene problemas en conocer a alguien nuevo.
Pero Gretel es muy tímida con la gente nueva, y muy especialmente con los niños pequeños. Debe tener algún trauma.
Algunos días me voy a la piscina de la urbanización. Y uno de esos días Hansel me siguió hasta ahí y se pasó la tarde conmigo tan ricamente. Y es que los gatos tienen acceso al exterior y pasean por toda la urbanización libremente. Todo el mundo les conoce.
Algunas noches me doy un capricho y salgo a tomar algo a uno de mis lugares preferidos, el Snoopy’s Bar.
O me voy al Topper’s con Edgar y Alicia, compañeros de trabajo de Toñi. En el Topper’s siempre hay karaoke.
Edgar es un arquitecto dominicano majísimo con el que da gusto salir. Te lo pasas siempre bien. Es la mejor amistad que me llevo de estas semanas… después de Toñi, claro.
Y cuando llega la hora de dormir, cada uno coge su sitio.
Y es que los dos tienen fijación con los cuartos de baño. Tanto Hansel…
….como Gretel.
Pero a lo que más tiempo dedico (después de a los gatos, claro) es a conocer la isla, porque mis maravillosos hosts, Toñi y Sergi, han tenido el detallazo de dejarme coche.
Simpson Bay…
Mi zona es Simpson Bay, en lado holandés, cerca del aeropuerto y entre la laguna y las playas del sur.
Es una zona bastante concurrida, llena de bares y restaurantes, con mucha vida nocturna.
Phillipsburg…
Uno de los primeros sitios que visito es la capital del lado holandés, Philipsburg, donde se concentra la mayor parte de la población local real (no turista).
De camino, hago una parada en el Mirador de Bell.
Con unas impresionantes vistas de Simpson Bay y la Lagoon.
Ya en Philipsburg, veo que muchas de las casas tienen un estilo bastante colonial.
Toda la ciudad está bañada por la playa, la Great Bay Beach.
Son muy visibles aún los efectos del Huracán Irma de 2017.
Aunque algunas de sus múltiples iglesias se han conservado (o reconstruido) muy bien.
Está muy enfocada al turismo de cruceros, que viene de compras y poco más. Impresiona ver una calle solo llena de joyerías. Es curioso, vi lo mismo en Bahamas. ¿De verdad te vas de crucero para comprar joyas?
Esto no sé si es fino sentido del humor o pura casualidad.
Y hay hasta una especie de “museo” dedicado al creador del personaje de Yoda que, al parecer, era de aquí.
Algo que me choca especialmente de la isla, es la vegetación. No parece que estemos en una isla tropical. No hay selva. Casi se diría que estamos en La Mancha, con tanto matorral.
Cómo echo de menos la selva de las Islas Cook.
Maho Beach…
Maho Beach es internacionalmente famosa no porque sea una playa especialmente bonita, que no lo es, sino porque está al pie de pista del Princess Juliana Airport, lo cual permite ver algunos aterrizajes muy de cerca. Eso la convierte en una de las playas más concurridas. Incluso hay tours que traen a los turistas en autobuses hasta aquí.
Pero la verdad es que impresiona.
Y no paro hasta que consigo hacerme una de mis fotos oficiales para mi álbum Hands Up!
También es muy típico lo de ponerse en la playa cuando va a despegar un avión. Y eso que la cosa es peligrosa, como dejan muy claro.
Y es que ha habido un par de casos de turistas que han muerto por salir despedidos y golpearse la cabeza. Aún así nunca lo prohibirán, porque es una de las más grandes atracciones turísticas de la isla.
Pero eso sólo pasa cuando despegan aviones grandes de 4 motores. Con los aviones normales, la cosa no es para tanto.
Pero esta playa es muchísimo más agradable al atardecer, cuando ya no hay casi turistas y, al estar orientada al oeste, las puestas de sol son espectaculares.
Orient Bay…
Uno de mis primeros días en la isla, decido irme a Orient Bay por recomendación de Toñi, ya que, aunque está en el otro extremo, en el lado francés, tiene la única playa nudista de la isla.
Como sé lo caro que es comer por aquí, me hago una ensalada y me voy para allá.
Pillo bastante tráfico y tardo más de media hora en llegar. Cuando llego me doy cuenta de varias cosas:
1) No es de las playas más bonitas de la isla, ni de lejos.
2) Está llenísima de sargazo. De hecho es la única de las que conozco estos días, que tiene sargazo.
3) No hay ni una sombra, por lo que me toca alquilar sombrilla y me soplan la friolera de 14$.
Pero al menos disfruto de mi ensalada como un señor.
Baie Rouge…
Otra de las playas que me recomienda Toñi es la de Baie Rouge, también en el lado francés, por ser de las menos concurridas y más bonitas para snorkel. Y es cierto, tiene una zona de rocas que es perfecta para bcear. Y en ésta, al menos, puedo encontrar sombra.
Simpson Bay Beach…
Pero sin ninguna duda (sin ser yo muy de playas) mi favorita es la kilométrica playa de a href=”https://goo.gl/maps/nc7YYZgKcBKMNjRA6″>Simpson Bay Beach, especialmente en su extremo oeste, donde no hay casi nadie. Desde donde yo estoy se puede acceder de tres formas:
1) En coche hasta Maho Beach y siguiendo más allá hasta llegar a este acceso muy escondido que lleva hasta una escalera que baja al extremo oeste de la playa.
2) En coche hasta el parking del Zafiro Beach Bar.
3) Andando desde Simpson Bay, con el encanto de recorrerte toda la playa.
Esta última opción es mi preferida. Para llegar hasta la playa, tengo que cruzar el Simpson Bay Bridge, el puente sobre uno de los canales que conecta el mar con la laguna. Desde ahí me meto por uno de los barrios más humildes de la zona, atravieso el cementerio (muy afectado por el huracán)…
Y desemboco en el extremo este de la playa.
El paseo al atardecer es una experiencia… cegadora.
Cuando llego al extremo oeste, la vista es increíble. Al atardecer no hay nadie en toda la playa.
Aquí también me suelo llevar la comida.
Pero también suelo venirme al atardecer al Zafiro Beach Bar a tomarme una Corona y relajarme.
Sí, Corona. Ése es el nombre original de la cerveza mexicana. Pero cuando la quisieron exportar a España, la Casa Real dijo que el nombre estaba pillado y tuvieron que cambiarla a Coronita. ?
Me encanta venir a esta zona de la playa por su tranquilidad… excepto un domingo, que llego y me encuentro…
Cole Bay…
Uno de mis últimos paseos es para explorar una de las zonas menos turísticas de la isla, Cole Bay, donde me encuentro la Planta de Energía. Es un lugar bastante siniestro donde tengo encuentros… raros.
El Huracán Irma…
En 2017 el Huracán Irma, de categoría 5, devastó toda la isla. Los habitantes con los que hablo, cuando hacen referencias temporales, todo es antes o después del huracán. Y es que todo cambió desde entonces. La devastación fue total. Los que se quedaron y sobrevivieron se vieron de repente sin los recursos básicos como agua potable, alimentos, electricidad… El pillaje duró varios días y dicen que daba miedo andar por las calles, hasta que por fin llegó el ejército a poner orden y distribuir suministros. Primero el holandés y finalmente el francés.
El turismo desapareció y sólo ahora empieza a recuperarse. Dicen que han sido dos años muy duros, pero que ahora las cosas vuelven a la normalidad, aunque lejos de lo que fue un día. Pero sí se ve muy claramente una recuperación rápida, y hay muchísima construcción nueva y reconstrucción, especialmente hoteles y resorts.
Y es que aún hoy, 2 años después, puedes ver las consecuencias en todas partes.
Pero lo que más impresiona es ver por toda la isla los barcos semihundidos que salieron disparados y han quedado varados por todas partes. Y hablo de docenas y docenas, probablemente lleguen al centenar. Hay de todos los tamaños. Es impresionante.
Hasta a la rotonda de entrada a Sint Maarten se le han volado casi todas las letras.
Conclusiones…
La isla de Saint Martin me está pareciendo mucho más interesante que Bahamas, mi única experiencia hasta ahora en una isla caribeña. En Bahamas había una diferencia social y racial muy clara entre el 20% de blancos ricos que viven en sus grandes mansiones y el 80% de negros que viven en pequeñas casas. Aquí en Saint Martin todo está mucho más mezclado. De hecho mi amigo Edgar (dominicano) me decía que lo curioso de Saint Martin es que pareciera que no hay nadie de Saint Martin. Todo el mundo ha venido de fuera, y los que han nacido aquí, sus padres son de fuera. Eso genera una bonita mezcla de culturas y razas. Sigue habiendo una parte de turistas que están de paso y no se mezclan, pero aquí vive mucha gente de muchas partes.
A eso le añadimos el hecho de que sean dos países que, aunque son supuestamente europeos, pueden ser culturalmente muy diferentes. En la zona holandesa todo el mundo habla inglés (aunque se escucha también mucho español por toda la influencia latina) y todo se paga en dólares americanos. Pero, en cuanto cruzas la frontera, en el lado francés todo el mundo habla francés, les cuesta un mundo hablar inglés (algo muy francés), se paga en euros… y me piden que deje la mochila al entrar en un supermercado. Generalizando mucho, siento mejor ambiente y amabilidad en el lado holandés, la verdad.
Como ya comenté, echo mucho de menos una vegetación más tropical, con montañas selváticas… pero al menos es mejor que lo que había en Bahamas, que era completamente plano y árido.
En general he evitado las zonas más turísticas, pero algo he visto. Hay casi más casinos que hoteles, es una locura. Entré en uno de ellos con Edgar y Alicia y… uf, la verdad es que agobia un poco. Es un templo a la ludopatía. También hay mucha salas de fiestas y discotecas por la zona de Simpson Bay y Maho Beach, pero apenas he salido un par de veces. No es lo que más me interesa.
También hay zonas exclusivas y privadas, como cuando intenté ir a Baie Longue, y me encontré que no había manera de acceder a toda esa península, ya que es de acceso privado.
Los precios son caros, sin llegar a la exageración de Bahamas, pero muy por encima de lo que estoy acostumbrado en latinoamérca. Pero es lo que tienen las islas, que casi todo es importado y caro.
Planes…
Mi housesitting en principio iba a ser sólo de 12 días, hasta el 22 de julio, pero Toñi y Sergi tuvieron un contratiempo y me preguntaron si me suponía un problema para mí quedarme una semana más. Yo encantado, claro. El apartamento es maravilloso, y los gatos son un amor absoluto.
Pero como sabía que la duración era, en cualquier caso, corta, me vine ya con un plan para el siguiente destino. Un workaway ayudando a reparar un barco en la isla de Martinique para una pareja francesa con dos hijos y, luego, navegar con el marido hasta la isla de Grenada. El plan era chulo, pero me comentaron que la isla de Martinique era demasiado “Europa” con autopistas y grandes centros comerciales, que lo hacía bastante menos atractivo para lo que a mí me apetece y, por otra parte, vi que no había ninguna manera barata de llegar hasta Martinique.
A eso se añadía que me estaba gustando mucho esta isla y quería quedarme más tiempo… y entonces me acordé de que había otro workaway de una francesa, Virginie, que se estaba construyendo una casa flotante sobre un viejo catamarán (rescatado del huracán) en la Simpson Bay Lagoon y que buscaba helpers que le echaran una mano a cambio de alojarse en la casa flotante. No ofrecía comida y las condiciones de habitabilidad del lugar, según decía, eran muy deficientes, pero sólo pedía 2 horas de trabajo al día y ofrecía un dinghy (bote fueraborda) para poder moverse.
Nuestro primer contacto no fue muy afortunado. Ella acababa de tener una muy mala experiencia con un helper alemán de 18 años que le había dado más problemas que ayuda y me contestó a mi solicitud de una forma bastante borde diciendo que estaba cansada de helpers que no sabían hacer nada, le rompían cosas y que, por eso, estaba pensando no coger más.
Yo le contesté que también estaba cansado de tener que demostrar en cada uno de mis Workaways que yo no era el típico helper de 18 años sin experiencia en la vida ni habilidades, y que lo único que le había pedido era conocernos para ver si la cosa encajaba para los dos.
Virginie me da la razón y me dice que sí, que lo mejor es que nos conozcamos. Quedamos, pues, en una de las orillas de la laguna donde me viene a recoger con su dinghy.
Y me lleva a su casa flotante que, vista por fuera, la verdad es que impresiona.
Ahí se puede ver a Ginger, su preciosa perrita, y el dinghy que podré usar una vez que le arregle los pinchazos.
La casa por dentro… está a medio hacer. Al menos ya tiene cama (se la acaban de traer) pero no tiene WC, ni agua corriente. La electricidad es una placa solar que da para cargar el móvil y poco más, pero tiene cocina de gas.
Allí conozco a algunos de sus “vecinos”, hombres que viven en algunos de los barcos amarrados alrededor, como Peter (holanda), Simon (Bélgica) y una pareja de franceses que se van dentro de muy poco.
Finalmente concretamos que cuando acabe mi housesitting me mudaré a la casa flotante para ayudar a terminarla. Ella vive mientras en un barco atracado al lado, con su hijo de 4 meses y su perrita.
Finalmente Sergi vuelve el 27 de julio y Toñi el 28, pero no me puedo marchar hasta dos días después, el 30 de julio 2019, porque…
Pero Toñi que es un amor absoluto de persona y se ha portado maravillosamente conmigo, me permite quedarme un par de noches más hasta que para el mal tiempo.
Cumple…
Por cierto, que el 26 de julio de 2019 fue mi 50 cumpleaños. Medio siglo, nada menos. Y me pilla viajando… of course.
Si hago repaso, en este viaje mi primer cumpleaños fue en Nueva Zelanda, el segundo fue en Camboya, el tercero en Madrid y el cuarto… aquí!
Para no pasarlo solo, le pido a Edgar que me saque por ahí y la verdad es que pasamos una de las noches más divertidas que he tenido en la isla. Acabamos la noche en un bareto de Cole Bay tomando una hamburguesa vegetariana cuando ya están a punto de cerrar.Así que, por ahora, sigo en la isla. El próximo capítulo…
…La Casa Flotante!
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