13 – 28 julio 2017
589 días viajando…
58 días en Kep…
3 días en Phnom Penh…
Ya va terminando mi segundo (y último) mes en Kep. Y no podía terminar de una forma tranquila, no, tenía que complicarse todo.
Pero vayamos por partes.
Desde mi último post todo estaba siendo de lo más tranquilo. Seguía con mis desayunos en L’Epi d’Or, desde donde veo a los monjes budistas ir de comercio en comercio repartiendo bendiciones (y pidiendo dinero y comida)…
Aunque también he descubierto, por recomendación de una viajera, el Captain Chim’s, donde por 1,5 USD puedes desayunar un maravilloso curry de verduras.
También sigo con mis paseos por Kep, descubriendo rincones…
Los domingos, por muy lluviosos que sean y por muy temporada baja que sea, sigue atrayendo a cientos de turistas del interior del país, y algún que otro extranjero, a estas playas.
En la playa aprovecho también para soltar a Pancho y Moli, especialmente cuando vamos con la perra de mis vecinas, Coco, para que jueguen todos juntos.
También sigo con mis visitas al Sailing Club…
Hasta hemos tenido una visita sorprendente…
Pero yo duermo tranquilo, porque estoy bien acompañado…
Y ya ha empezado la estación de lluvias… pero de verdad.
Incluso en mi última visita a Kampot, se puso a llover a lo loco.
Una de las tormentas fue tan fuerte, que tiró varias ramas y una de ellas quedó bloqueando el camino de salida, por lo que mis vecinas y yo tuvimos que encargarnos de ello (no hay muchos servicios públicos por aquí).
La enfermedad de los perretes…
Así que, como decía, todo iba más o menos con normalidad, hasta el jueves 20 de julio, día en que noté que Pancho estaba un poco bajo de ánimo y sin demasiada hambre. No le di demasiada importancia, pero al día siguiente, viernes 21, se me dispararon las alarmas al ver que cuando fue a saltar al sofá para sentarse conmigo… no pudo.
Lo estuve observando todo el día y me fijé que andaba con cierta torpeza, como si tuviera debilidad en las patas traseras.
Por la tarde empiezo a preocuparme, así que intento localizar al único veterinario de los alrededores, el Dr. Artur Rozhnov, que la clínica Animal Care en Kampot. Le cuento los síntomas y me dice que debería verlo un veterinario, pero que él está en la capital (Phnom Penh) hasta el martes que viene. Mal asunto.
Hablo con Sara, la dueña de la casa y de los perretes, y estamos de acuerdo en no arriesgarnos y llevar a Pancho a un veterinario de la capital. Contacto con la clínica habitual de los perretes, VSL Veterinary Clinic, donde me comentan que efectivamente los síntomas son preocupantes, pero que ellos cierran a las 19h. Ahora mismo son las las 16h y se tarda casi 4 horas en llegar a Phnom Penh, así que tengo que llevarlos a una clínica con urgencias 24h. Sólo hay dos clínicas con urgencias, Agrovet y Animal Mama, las dos en la capital.
Al final Sara y yo optamos por Animal Mama, así que me cojo un taxi, y me llevo a Pancho para allá. Dicho así suena a que me voy aquí al lado, pero en realidad es como si fuera de Alicante a Madrid. No es un paseo.
Llegamos bastante tarde, después de las 22h. En la clínica nos espera la dueña (Yulia), el veterinario (un hombre enorme y mazado que parece francés o ruso y que habla bastante poco inglés) y otro hombre que no sé muy bien quién es.
Cuando bajo a Pancho del coche me doy cuenta que ya no puede andar en absoluto. Está paralizado de cintura para abajo.
El veterinario hace un chequeo preliminar y nota que la musculatura de las patas está muy rígida y que las patas están un poco rotadas hacia fuera. Aventura que puede ser un problema de la estructura ósea. Yo le digo que me sorprende mucho, porque ha pasado de correr como loco a estar paralizado en sólo 2 días sin haber tenido ningún golpe o accidente.
En cualquier caso no puede hacer mucho más sin una radiografía y análisis de sangre (para descartar envenenamiento), pero ambas cosas no pueden hacerse hasta el día siguiente, por lo que me toca pasar noche en Phnom Penh. Me dan la opción de dejar a Pancho en la clínica toda la noche (se quedaría solo en una jaula) o llevármelo conmigo y traerlo por la mañana. Obviamente opto por lo segundo.
Yulia me ayuda a buscar un hotel que admitan mascotas. Finalmente encontramos el Omana Hotel, bastante céntrico y con un buen precio, 26 USD, pero me cobran 10 USD extras por el perro.
Instalo a Pancho en la cama, conmigo. Estoy realmente preocupado. Se le ve muy triste.
El sábado 22 por la mañana Pancho está más o menos igual. Sigue sin poder andar. Nos cogemos un Tuk-Tuk de vuelta a la clínica de Animal Mama.
Dejo a Pancho en la clínica para que le hagan las pruebas y aprovecho para darme una vuelta por Phnom Penh, algo que si no fuera por esto, no habría tenido ocasión de hacer.
Me sigue sorprendiendo cómo transportan aquí las cosas cuando en vez de una furgo sólo tienes una moto.
Aquí es justo donde se juntan el río Mekong con el Sap, justo antes de su desembocadura.
El monasterio budista Wat Ounalom…
Y el famoso F.C.C. (Foreing Correspondents Club), donde se alojaban y reunían los corresponsales durante la guerra. Convertido ahora en una encantadora cafetería y hotel de estilo colonial…
…desde cuya terraza puede apreciarse otro de los edificios de estilo colonial, éste bastante más abandonado.
Y el famoso Palacio Real.
Sigo mi paseo por calles menos concurridas.
Aquí los famosos pomelos gigantes, que he probado y son superamargos.
El paseo marítimo…
…con un pequeño templo budista…
…donde adoran a Mario Bros. :-p
A media mañana me llaman de la clínica para que vaya. Así que me cojo una de las millones de moto-taxis que hay por ahí, negocio el precio (2 USD) y me lleva.
Una vez en la clínica…
…el veterinario me explica sus conclusiones. En la radiografía se aprecian las patas traseras con mucha rotación y que eso explica la inmovilidad. A mí me sorprende, porque es algo que se ha manifestado de un día para otro (el miércoles estaba corriendo). Dicen que la malformación tiene un origen genético y que tiene mala solución. Que se puede probar una rehabilitación en piscina, pero que llevará meses. Y que poco más se puede hacer.
Con esta información cojo a mi pequeño, llamo a mi taxista habitual y nos volvemos a Kep (otras 4 horas de viaje).
Llegamos a última hora de la tarde y, al llegar me llevo una sorpresa mayúscula. Moli, que se había quedado con mis vecinas Pilar y Esther, empieza a mostrar los mismos síntomas que Pancho. Parece débil y anda con dificultad.
Incluso cuando le pongo la comida, no muestra excesiva hambre (y eso que es una devoradora) y ni siquiera se levanta para comer.
Empiezo a sospechar que pueda ser lo primero que había pensado: parálisis por picadura de garrapata. No dejo de acordarme de lo que le ocurrió a Tank, el perro que cuidé en Brisbane, poco después de que yo me fuera.
Hablo con Yulia, de Animal Mama, que no se muestra demasiado convencida, y con Sara.
Vuelvo a hablar con Yulia y le pregunto por el análisis de sangre de Pancho. Me dice que el veterinario no lo vio necesario porque vio muy claro el diagnóstico con la radiografía, pero que visto lo visto reconoce que cabe la posibilidad de que sí sea una picadura, pero que como es víspera de festivo (es sábado por la tarde), ya no se pueden hacer análisis hasta el lunes. Toca esperar.
El domingo 23 pasa lento, porque los veo realmente enfermos y me agobio.
Por suerte Pilar y Esther son un gran apoyo y me acompañan parte del dia.
El lunes 24 de julio a primera hora (a las 6 de la mañana) nos montamos los 3 en un taxi y nos vamos para Phnom Penh. Pancho sigue sin poder andar, pero Moli, a pesar de la debilidad, aún anda. Sea lo que sea, parece que le afecta menos.
Llegamos de nuevo a Animal Mama y los dejo ahí para que les hagan los análisis. Y vuelvo a darme una vuelta por Phnom Penh.
Me llama mucho la atención la ausencia de aceras, no sólo aquí, sino en toda Asia. De hecho la gente me mira raro al verme pasear. Las calles no están pensadas para pasear.
Otra cosa que me llama mucho la atención es… el cableado. No quiero ni pensar al que le toque solucionar una avería.
Como tengo bastante tiempo, no quiero dejar pasar la oportunidad de visitar uno de los lugares más importantes de la ciudad (recomendado por Pilar), el Museo del Genocidio, erigido en el antiguo instituto Tuol Sleng que fue convertido en centro de detención y tortura durante el régimen de los Jemeres Rojos en 1975-79 (no hace tanto).
El instituto se convirtió en el centro S-21, nombre en clave, porque durante todo el régimen fue un lugar secreto del que casi nadie sabía de su exsitencia.
La entrada cuesta 8 USD, pero merece la pena por el aprendizaje que conlleva. Te dan un audio-guía en castellano que te va llevando de sala en sala, mientras te cuentan las barbaridades que se cometieron ahí y vas viendo las fotos en las paredes.
En resumen, la idea era que todos los detenidos debían confesar su crimen costara lo que costara… aunque no hubiera crimen. Esa posibilidad no se contemplaba. El partido no cometía errores. Para ello sometían a los detenidos a terribles torturas durante días, semanas o meses hasta que finalmente escribían una confesión y la firmaban. Llegados a ese punto, los detenidos confesaban lo que fuera con tal de terminar. Una vez que tenían la confesión… los mataban.
De los cerca de 30.000 detenidos que pasaron por aquí, sólo sobrevivieron 7 personas, entre ellos un artista que es el que posteriormente ha representado con sus dibujos los horrores que allí se vivieron.
Llama especialmente la atención la historia de 3 amigos, el neozelandés Kerry Hamil, el canadiense Stuart Glass y el británico John Dewhirst, quienes a prinicpios de 1978 se encontraban dando la vuelta al mundo en su barco, cuando entraron en aguas camboyanas. Fueron interceptados por una lancha de Jemeres Rojos quienes dispararon y mataron a Stuart y detuvieron a Kerry y John. Fueron sometidos a torturas hasta que confesaron. La confesión de Kerry es todo un legado de por sí, porque incluye nombres de la cultura popular americana como supuestos espías de la CIA, sabiendo que sólo lo entenderían quienes leyeran la confesión mucho después. Incluso hace un guiño a su madre. Ambos fueron ejecutados después de la confesión. Nadie estaba a salvo.
La visita es agobiante y claustrofóbica. La forma en la que es narrado mientras estás ahí, hace que realmente puedas sentir algo cercano a lo que debió ser aquello y muchas veces necesitas parar y salir para respirar aire fresco.
Y el mayor aprendizaje que saco de esto no es que existan psicópatas manipuladores capaces de las mayores barbaridades, como Hitler, Pol Pot y similares. Los psicópatas existen y están en nuestro entorno. Lo que realmente me da miedo es que no seamos capaces de verlo y los sigamos ciegamente en su locura.
Cuando por fin salgo de ahí, me doy un paseo para despejarme.
Me llaman de la clínica y voy para allá. Los análisis confirman el Tick Fever (enfermedad por picadura de garrapata), aunque no pueden concretar el tipo. Pancho está en una fase mucho más avanzada y deshidratado por lo que tienen que mantenerlo por lo menos 3 días con intravenoso y en observación.
Moli puede hacer el tratamiento en casa (el mismo que tendrá Pancho), corticoides por 3 días y antibióticos durante un mes.
Hablo con Sara para organizarnos. Ella llega esa misma tarde a Phnom Penh desde España (se acabaron sus dos meses de vacaciones) con la idea de quedarse un par de días allí para hacer gestiones antes de ir a Kep. Así que quedamos en que me llevo a Moli a casa y ella se llevará a Pancho el miércoles.
Cuando me voy con Moli, se me parte el alma dejar a Pancho ahí, en esa caja.
Llego a casa bastante tarde. Para entonces Sara ya ha llegado a Phnom Penh y se ha encontrado con Pancho. Me cuenta que ambos se han echado a llorar. Pancho estaba emocionadísimo después de dos meses sin ver a su dueña.
Esa noche Moli duerme conmigo, como siempre.
El martes 25, cuando me despierto, acaricio a Moli en la cama…
…y me llevo un susto cuando da un grito al tocarle la zona de la cadera derecha. Nunca le había oído gritar de dolor, por lo que me acojono bastante.
Durante todo el día se muestra muy alicaída y apenas quiere andar ni comer, y vuelve a gritar cuando la toco.
Como veo que no mejora con la medicación, sino todo lo contrario, hablo de nuevo con Sara. Ella piensa que es mejor que vuelva a llevarme a Moli a Phnom Penh al día siguiente, para no seguir yendo de arriba a abajo dejándonos una pasta en taxis. Pero esta vez vamos a buscar una segunda opinión en su clínica habitual, la VSL Veterinary Clinic.
Así que la idea es que vaya a Phnom Penh con Moli, recoja a Pancho en Animal Mama, y me los lleve a ambos a VSL donde la dueña, Lauren, me estará esperando. Allí me encontraré con Sara.
Esa noche Moli no tiene ni fuerzas para subir las escaleras de mi habitación, por lo que se queda en el sofá y yo no soy capaz de dejarla sola, así que me quedo a dormir en el sofá con ella.
En mitad de la noche se despierta y se baja del sofá, así que aprovecho para animarla a subir a la habitación y, con mucho esfuerzo, sube. Al menos podremos dormir cómodos lo que queda de noche.
Amanece el miércoles 26 de julio, mi cumpleaños. Pero la verdad es que estoy bastante agobiado con todo esto como para celebrarlo.
Nos levantamos temprano y cogemos de nuevo un taxi para Phnom Penh. Según lo previsto, recojo a Pancho en Animal Mama y me llevo a ambos a VSL, donde me encuentro con Lauren, una encantadora veterinaria inglesa que transpira confianza y conocimiento. Le cuento con detalle el historial de ambos perros.
En ese momento llega Sara. Y es muy curioso, Moli no reacciona al principio, hasta que se para a olerla y entonces se vuelve como loca. Los perros reconocen por el olor, no por la imagen.
Lauren hace un estudio preliminar de ambos perros.
Tras examinar las radiografías de Pancho, concluye que no tiene ningún problema de rotación de las caderas. Que da esa impresión por la posición en la radiografía, pero que óseamente no tiene ningún problema. Gravísimo error de diagnóstico de Animal Mama.
Por los resultados de los análisis que le hemos llevado, parece claro que tienen algún tipo de tick fever, pero decide hacerles una prueba más específica para saber cuál. Para ello les saca sangre a ambos.
Resumiendo, Moli da positivo en Anaplasmosis (el dolor que sentía era producido por las inyecciones que le pusieron en el lomo, pero al día siguiente ya estaba bien), y Pancho, curiosamente, no da positivo en ninguno, pero sus analíticas corresponden clarísimamente con una infección de tipo tick fever, por lo que probablemente sea un falso negativo al no haber generado los anticuerpos. Lauren les quita la cortisona (que no entiende muy bien para qué se la habían recetado), les reduce el antibiótico y nos manda para casa.
Sara se ha pillado un estudio en Phnom Penh y decidimos que me quedaré 2 noches con ella para ayudarla con los perros antes de volver a Kep para pasar mis últimos dos días antes de irme a Vietnam.
Esa noche, para celebrar el reencuentro y mi cumpleaños, nos juntamos con unos amigos suyos en el estudio para tomar unos vinos.
Al día siguiente, el jueves 27, nos llevamos la gratísima sorpresa de que Pancho empieza a dar sus primeros pasos.
Parece que la medicación hace efecto y que no va a quedar paralítico. Es una enorme alegría.
También Moli está muchísimo mejor. Come con el hambre de siempre y me la llevo a dar paseos por los alrededores. Pasamos al lado del famoso White Building, justo antes de que lo tiren abajo. Menos mal que he podido verlo. Y es una pena que lo vayan a tirar.
También aprovecho para dar otra vuelta por la parte más turística de la capital.
Ojo al sistema para evitar la caída de cocos.
También paseo por zonas menos turísticas.
Acompaño a Sara a hacer algunas gestiones y puedo ver el ambientazo que hay en el riverside por las tardes.
El miércoles 28, antes de irme, llevamos a pasear a los perretes al parque. Y sí, a pasear, porque Pancho ya es capaz de dar paseos e incluso de hacer sus necesidades de pie.
A mediodía me toca despedirme de ellos y de Sara. 🙁
Es hora de volver a Kep y de seguir mi viaje. Sara, con Pancho y Moli, se quedará aún unos días más para asegurarse de que estén curados del todo.
Y éste ha sido mi odisea con la enfermedad de los perretes. Ha sido muy duro, porque los he llegado a ver muy mal y he temido lo peor en algún momento. Es duro dormir con ellos sintiendo que están sufriendo. Pero me voy con la alegría de que está claro que van a ponerse bien. Cuando me voy, Sara me manda un mensaje diciéndome que se han quedado en la puerta como 5 minutos esperándome. :,-(
La verdad es que les he cogido un cariño enorme. 2 meses es mucho tiempo compartido con ellos y es mucho lo que hemos vivido juntos. Es dura la separación.
Pero como ya he comentado en algún otro post…
…el precio de vivir emociones es echarlas de menos.
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