30 septiembre – 5 octubre 2021

 

2.119 días viajando…
5 días en Albania…
23 días de mototrip…

El 30 de septiembre de 2021 cruzo la frontera de Montenegro a Albania y empieza la etapa albanesa de mi mototrip por los Balcanes. Albania resulta ser un país de lo más interesante. Vamos a ello.

El mototrip

30 de septiembre de 2021. Después de una larga cola en la frontera, consigo entrar en Albania.

Y es… ¡un shock! Nada que ver con lo visto hasta ahora. Hasta ahora todos los países eslavos de la ex-yugoslavia eran más o menos parecidos, muy… “Europa”. Pero Albania es otra cosa. La sensación que percibo es la de estar en Asia. Es muy “Asia”. Casas humildes desperdigadas a lo largo de la carretera y, de vez en cuando, un palacio ostentoso, hortera y exagerado. Y luego, ese olor a plástico quemado desde que crucé la frontera, debido a esa costumbre de quemar la basura. Y la arquitectura recuerda bastante también a Asia. Gente mayor en bicicleta. Mucha pobreza. La gente en moto sin casco. Familias enteras en una moto…

La carretera va rodeando el Lago Skadar (Скадарско језеро) hasta llegar justo al atardecer a Shkodër, la primera ciudad grande y donde voy a quedarme esta noche.

He reservado en Our Way Hostel al que se llega pasando por un laberinto de callejuelas estrechas con casas de muros muy altos con alambradas. De nuevo es muy Asia. El hostel es una de estas casas de muros altos, pero lo han pintado muy bonito.

A pesar de los muros y las alambradas, me dicen (y puedo comprobarlo) que es una lugar absolutamente seguro. Ni siquiera hay casilleros con candado en las habitaciones.

Comparto habitación sólo con un egipcio muy simpático.

Me doy una vuelta por el centro y reafirmo mi shock cultural. Veo que las casas de los alrededores del hostel, las de muros altos y alambradas, son todas casas muy humildes, pero todas tienen Mercedes aparcados en la puerta. No puedo evitar cierta sensación de estar en una zona de la mafia albano-kosovar o algo así.

El centro es una mezcla extraña de muchas cosas.

La iglesia católica Kisha Katolike Françeskane.

Nada de casco en la moto…

– ¿Cómo llamamos al hotel de ladrillos rojos?
– Hummmm, déjame pensar… ¿Qué tal The Red Bricks Hotel?

Pero lo que más me llama la atención es la cantidad de perros durmiendo por la calle, en los bancos, por todas partes… ¡como en Asia!

Vuelta al hostel. Ducha y me hago una cena de arroz con lentejas rojas mientras charlo con Kevin, un argentino que está alojado acá. Curiosamente, para él, este lugar le recuerda mucho a latinoamérica que a Asia.

Por cierto, en el hostel hay gatita, cómo no.

1 de octubre de 2021. He dormido como un tronco. Ni siquiera me he enterado de que han entrado en la habitación 3 huéspedes más en algún momento de la noche. Me he dado cuenta mucho más tarde porque la chica de la cama de al lado roncaba como si no hubiese un mañana, pero ni eso me ha impedido dormir.

Me levanto a las 6:30 y me hago una estupenda sesión de yoga en el jardín. Ducha y, cuando voy a la cocina a hacerme el desayuno, veo que lo han preparado (estaba incluido). Pero el desayuno es una especie de hojaldre frito sobre el que poner cosas (mermelada, nutella…) y un plátano. No way. Me hago unos huevos, café y unas tostadas con el pan que también ofrecen para el desayuno.

Recojo y me pongo en camino pronto. No veo a nadie para despedirme, todos duermen, así que me voy sin más.

En cuanto al Our Way Hostel… es una pena, porque podría estar muy bien, pero es un poco caos de sitio. El baño (que es enorme) y las habitaciones están limpios, pero se caen a pedazos de viejos. Y la cocina es una pocilga. El fregadero está permanentemente lleno de cacharros con suciedad seca de varios días que nadie friega, los fuegos de la cocina están hechos un asco y apenas funciona uno y gracias, la nevera está de mierda hasta arriba y no enfría, lo usan de despensa, sólo funciona el congelador. Da la sensación de que no hay nadie encargado o que es demasiado joven y no sabe organizar aquello. Una pena. Pero bueno, por 6 €/noche no me voy a quejar.

A estas alturas sigo sin saber nada del anuncio. Me dicen en Mabel Humer, mi agencia, que aún no lo tienen claro y que lo decidirán durante la mañana. Por si acaso, yo voy tirando para Sarandë, la ciudad costera donde puedo hacerme un test COVID y donde hay un ferry a Corfú (Grecia), aunque no he podido confirmar que se pueda llevar la moto en el ferry. Si no se puede, cruzaré la frontera a Grecia ahí mismo y tomaré el ferry desde Igumenitsa.

Antes de tomar la carretera hacia Sarandë, rodeo un poco el Lago Skadar, y visito Shiroka, como me recomendaron ayer, aunque tampoco me parece tan interesante.

Finalmente me pongo en camino hacia Sarandë. La carretera es bastante terrible. Muchísimo tráfico, polvo, eterno olor a basura quemada, rectas interminables. Tengo la sensación de estar pasando zonas industriales constantemente. Y, según Google Maps, me quedan más 350 kms, unas 5 horas y media. Y eso que acepto ir por autopistas. Se me va a hacer muy largo el camino.

Como no tengo datos, dependo de las WiFis para tener noticias. Cuando llevo apenas 60 kms que se me han hecho eternos, paro en una gasolinera para tomar un café y usar la WiFi.

Malas noticias. No he sido seleccionado para el anuncio de BP. Vaya chasco. Estaba mucho más preparado para ir a España a rodar que para no ir. Me toca replantearme todo.

Ahora que ya no tengo prisa, no merece la pena cruzarme Albania en un solo día sin disfrutarlo. Miro un poco entre Google Maps y Park4Night y veo que hay un restaurante (el Restaurante Bovilla) junto al Lago Bovilla, en medio del Parque Nacional Dajti Mountain, con vistazas y que, según Park4night, los dueños son majísimos y te dejan aparcar las campers. Veamos si también dejan acampar.

Me toca retroceder como 15 km de autopista y luego pillo el desvío al parque nacional. Cuando entro al parque, la carretera empieza a ponerse fea.

Llega un momento que el asfalto desaparece y está todo llenísimo de baches llenos de agua. No es nada fácil, pero se puede.

Luego me doy cuenta de que todos estos kilómetros de carretera chunga son así porque son recorridos por camiones que van a dos canteras de la zona. De hecho no paro de cruzarme con ellos. Cuando por fin paso las canteras, la carretera vuelve a merecer ese nombre y vuelve a ser asfaltada. Parece que lo peor ha pasado, aunque está llena de piedras caídas y desperfectos, pero se puede circular.

Y ahí está la presa.

Me creo que ya ha pasado lo peor… y ni mucho menos. Desde la presa veo que lo que me queda es una subida del demonio, de tierra y piedras. Me pongo a ello. Al principio no parece tan difícil…

…pero se va complicando hasta el infinito y más allá. Es un camino muy empinado lleno de grava y piedras grandes, que es lo peor para la moto, y mucho peor cuando va cargada con la mochila, que desplaza el centro de gravedad muy arriba. De hecho llego a patinar una vez y casi me caigo, pero soy capaz de recuperar el control. Voy en primera todo el rato. Lo peor es el último trozo, cuando tomo el último desvío hacia el restaurante, que es cuando la “carretera” se convierte en un sendero empinadísimo de piedras más tochas aún y se hace casi imposible mantener la estabilidad de la moto, pero al final consigo llegar sin caerme.

Y aquí está, el Restaurante Bovilla.

El restaurante es tan nuevo, que ni siquiera aparece en Google Earth. Solo aparece el terreno ya preparado, pero sin la construcción.

Eso sí, las vistas son de impresión.

La verdad es que llego acojonado. Me tiembla todo el cuerpo y tengo la sensación de haber hecho una auténtica locura. Además, voy con el miedo añadido de que en algún momento tengo que bajar y no sé si será más fácil (al menos en bajada la moto no puede hacer el “caballito”) o más difícil (es más fácil patinar y caerse bajando).

Me pido algo de comer y una cerve. Me cuesta comer, porque tengo el estómago cerrado del susto. La verdad es que ha sido lo más arriesgado y difícil que he hecho con esta moto. No diré que ha sido lo peor que he hecho en moto, porque tuve experiencias peores en Nepal… y acompañado, lo que añade la culpa y la responsabilidad.

Otra cosa que me hace sentir mal es que, si al final no me dejan acampar, todo el paseo habrá sido para nada (aunque las vistas son la leche, eso sí).

Poco a poco me voy calmando. Como, me tomo la cerve y hablo con el camarero (el dueño no habla una palabra de inglés). Le pregunto si se puede acampar por aquí y me dice que por supuesto y me indica un punto un poco más arriba que es ideal para ello. ¿Se puede ser más maravilloso? No falla, cuanto menos desarrollado es un país, menos normas absurdas (en ningún otro país “desarrollado” te dejan acampar en un Parque Nacional) y mucho más maja es la gente.

Cuando voy a pagar, me dice que no tienen para pagar con tarjeta y los pocos “lekes” que tengo no me llegan, pero por suerte me aceptan euros. Me cobran 7€ por la comida y la cerveza. Un chollo.

El camarero me recomienda que me haga una miniexcursión al mirador de aquí al lado,  que, al parecer, han construido ellos mismos. No es una excursión apta para gente con vértigo. Una pasada. De nuevo este tipo de cosas no las ves en lugares hiperregulados.

Veo un sendero que va un poco más allá y las vistas son incluso más espectaculares.

Vuelvo y busco el lugar que me han indicado para acampar y no puede ser más ideal. Hasta llega la WiFi del restaurante. Ojalá la dejen encendida por la noche.

Me cojo una mesa del exterior del restaurante y me monto la “ofi” aprovechando la WiFi. Al rato oigo mi propia voz… ¿eing?

Resulta que es el dueño del restaurante que está viendo uno de mis stories de Instagram donde he etiquetado el restaurante. Qué gracia. Lo ha compartido en su perfil. Me agradece por gestos y me invita a un café. Más majos, imposible.

Mientras estoy aquí, estoy flipando un poco con las parejas de (muy) jóvenes que vienen a cenar. Parecen todas un estereotipo. Todas las chicas vienen arregladísimas, con vestido mono y con el pelo largo, lacio y perfectamente alisado. Los chicos, en cambio, vienen todos en chándal, sudadera y con la capucha puesta… ¡incluso mientras comen!

Cuando se pone el sol, subo a montar la tienda…

…y me hago cena: una sopa de arroz y verduras. Mientras estoy en ello, veo que a las 19:30 cierran el restaurante y se va todo el mundo. Me quedo solo. La verdad es que Impresiona estar aquí completamente solo.

Ceno, recojo y me bajo a la mesa exterior del restaurante a ver algunos vídeos. Han dejado la WiFi conectada, pero apenas llega arriba. Algo más tarde me voy a la tienda a leer. Hay un ruidito de vez en cuando que mosquea mucho, y es como de piedrecitas que caen. Incluso lo llegué a ver de cerca en la mini-excursión. La roca de las paredes de la montaña es muy débil y se desmorona poquito a poco. Cuando estás completamente solo, de noche, en la ladera de esta montaña… ese ruidito te pone nervioso.

Para las 21:30 ya estoy dormido como un tronco.

Me despierta el ruido y las luces de un coche. Miro la hora y veo que son las 23:30. Qué raro. ¿Quién viene a estas horas a un lugar así?. No hay nada como la noche, la oscuridad y la soledad para que tu cabeza no pare y te imagines los peores escenarios. En seguida me imagino a una pareja que ha venido aquí a tener su juerguecita nocturna particular, y pienso que igual les da por beber y luego ven mi moto y se ponen a mirar… Y  me doy cuenta de que no he cerrado ni las alforjas ni el baúl con llave (me parecía el sitio más confiable del mundo) y pienso que se pueden llevar el hornillo de gas o alguna cosa más…

Y, en ese momento, caigo en otra cosa y entro en pánico. Dentro de lo confiado que he sido, también he dejado encima de la moto mi chaqueta motera y, en ella… 150€, mi pasaporte y los papeles de la moto. No me lo puedo creer. ¿Y ahora qué hago? La idea de bajar me aterra, porque igual en vez de una pareja, son unos mafiosos que han venido a vete a saber qué cosas y piensan que están solos y me ven y la liamos (¿a que mola mi cabecita por la noche?)… Pero no puedo arriesgarme a perder el pasaporte, eso sí que no.

Después de media hora de darle vueltas a la cabeza sin poder dormir, claro, como no se oye nada ni se ve nada, pienso que deben estar aún en el coche, en plena faena y fuera de la vista (aunque con esta oscuridad cualquier sabe). Decido arriesgarme y bajo muuuuy despacio y silenciosamente hacia la moto, intentando no hacer ruido al pisar el camino de grava (casi imposible). Sigo sin ver el coche, es probable que haya aparcado al otro lado del restaurante. Llego a la moto muerto de miedo, cojo la chaqueta (mierda, no me he traído las llaves para cerrar el baúl y las alforjas, pero ya da igual) y me vuelvo sigilosamente. Sigo sin oír nada. Llego a la tienda, misión cumplida. Cualquiera duerme ahora.

El tema es que 1/2 hora después, sigo sin escuchar nada y empiezo a pensar que quizá lo que me despertó no fue un coche llegando, sino un coche yéndose. Vete a saber. La cuestión es que al final me duermo y no vuelvo a escuchar nada.

2 de octubre de 2021. Me despierto a las 6:15. Me ha parecido escuchar de nuevo un coche, pero vete tú a saber. Es aún muy temprano, pero ya no me duermo. Así que me levanto y hago mi sesión de yoga mientras veo amanecer. Espectacular.

Veo algo más abajo, en la ladera, al pastor de las ovejas que vi ayer por la tarde y a su mujer. Me da la impresión de que tienen una casita por ahí, así que es probable que el coche de anoche fuera de ellos. Tanto lío para nada.

Voy recogiendo mientras espero a que abran para desayunar. Se supone que abren a las 8h (aunque también se suponía que cerraban a las 21h y se fueron a las 19:30). Termino de recoger. Son las 8:30 y no parece que vayan a abrir, así que empiezo a bajar.

Estoy nervioso y acojonado por la bajada. El camino es realmente terrible. Cuando el camino es tierra y grava, más o menos me apaño. El problema es cuando hay trozos de piedras más grandes, porque es ahí donde la moto se me va. Encima, con las dos mochilas ,llevo demasiado peso alto y hacia atrás y pierdo mucha estabilidad.

Consigo bajar el primer trozo, que es el peor, muy despacio y en primera. Parece que lo voy a conseguir. Y cuando ya apenas me faltan 2 curvas para llegar a la presa… ¡zas!, piso una piedra y me voy al suelo.

He caído hacia la derecha, que es menos grave, y parece que no se ha roto nada. Intento levantar la moto, pero ni de coña. Pesa un montón con las mochilas. Me pongo a desatar y quitar todo el equipaje. El depósito de gasofa gotea con la moto volcada (venga, va, ¿qué mas?). Cuando lo he quitado todo y voy a probar a levantarla, justo oigo que viene una moto camino arriba. Mi salvador es un muchacho joven en una moto enana, subiendo a toda leche como si nada. ¿Cómo lo hacen para no caerse? Le pido ayuda y rápida y muy amablemente me ayuda a levantar la moto.

Ya que he quitado las mochilas, decido no arriesgar en lo poco que queda. Bajo las mochilas andando hasta la presa, que es donde empieza el asfalto, y luego subo a por la moto y la bajo sin peso. Mucho más fácil, dónde va a parar. Conseguido. Estoy sudando y me tiembla el cuerpo de la tensión, pero ya he pasado lo peor. Madre mía, en los líos que me meto yo solito. Menos mal que Gaby aguanta lo que le echen, pero está de barro hasta arriba. Y menos mal que no se me han roto las alforjas con la caída.

Aún me quedan varios kilómetros de carretera de barro por donde pasan los camiones. No es fácil, pero después de lo bajado, ya es pan comido. Cuando por fin salgo a la civilización, me paro en el primer pueblo, Zall-Herr, para tomarme un café con croisant (no he desayunado) en el Bar Kafe Miri y así calmarme un poco. El camarero es muy joven pero enormemente amable. Todo el mundo es amabilísimo aquí. Está claro, cuanto menos desarrollado el país, menos tontería tiene la gente y más amable es.

Aprovecho la WiFi del lugar para hacer planes. Voy directamente a booking para ver qué alojamientos baratos hay hacia el sur. Veo un eco-camping chulo, pero sin WiFi, y veo un hostel con buena pinta en Elbasan (un distrito de Tirana) con unas referencias maravillosas, donde todo el mundo dice que prácticamente convives con una familia local que son maravillosos. Está solo a 56 kms, por lo que avanzo muy poco, pero hoy me he ganado el día de tranqui. Reservo por 6€ y voy para allá.

Lo del tráfico de Albania, especialmente en los alrededores de la capital, Tirana, recuerda mucho a cualquier ciudad grande de Asia: tráfico muy denso, sin semáforos en los cruces, sálvese quien pueda, pero sin agresividad, fluido en el fondo.

Todo el recorrido es bastante feo, zonas industriales, luego una autopista de circunvalación en obras y luego me meto en lo que debe ser Elbasan, que es como estar en Asia o en Mexico, con todo el encanto que ello supone.

Llego por fin a Elbasan Backpacker Hostel.

El hostel es, en realidad, una casa con un jardín grande, donde han construido otra casa con 4 literas para guests. La cocina es exterior y la nevera, curiosamente, está en la habitación.

Fatime, la dueña, es un amor de mujer, está en todo. Habla poco inglés pero se sabe hacer entender.

He llegado antes de las 12h. Hace un calor de muerte. Me doy un paseo para comprar algo para el almuerzo. No llego al centro, que está a media hora, sólo hasta el súper. Ya volveré cuando baje el sol.

En la gasolinera que hay en la calle principal, todos los empleados hablan con una voz muy aguda.

Y el premio al mejor nombre de una tienda de alfombras es para…

Una cosa interesante de Albania, y que ya ocurría también en Montenegro, es que despídete de la tarjeta salvo que estés en un súpermercado grande. Nadie cobra con tarjeta. Debes llevar siempre efectivo. Y en Montenegro era fácil, porque ahí la moneda es el Euro, pero aquí tengo que conseguir Lekes (120 leke = 1€).

Por suerte, en el hostel de Shkodër, donde tampoco aceptaban tarjeta, me admitieron euros (es frecuente aquí que los admitan), pero como no tenían cambio, me lo dieron en lekes, así que algo tengo: 1.000 lekes = 8 €.

Para hacer la compra ya sólo me quedan 200 y poco lekes, así que las legumbres las compro en el súper, donde puedo pagar con tarjeta. Pero ocurre otra cosa curiosa aquí. Los súper no tienen fruta y verdura dentro, el puesto de la verdura está siempre en la calle. Así que voy a la frutería de al lado con mis 200 lekes y voy comprando, calculando cuánto gasto. El frutero es híper-amable (como todo el mundo aquí) y como ha entendido mi problema a pesar de su limitado inglés, me va escribiendo lo que llevo gastado para que pueda calcular la cantidad exacta.

De vuelta al hostel me hago unas judías blancas para el almuerzo y dedico la tarde al blog.

Cuando baja un poco el sol, me doy un paseo por el centro de Elbasan. Para volver al hostel luego, sólo tengo que seguir las indicaciones.

Sigo flipando con la cantidad de Mercedes en concreto y coches de lujo en general que veo por todas partes. Contrastan tantísimo con las construcciones más bien humildes.

Y también se ven casas a medio acabar.

Mezclado con edificios mucho más… ostentosos.

Aquí hay de todo. Señales que te indican que no puedes pasar si no sabes sumar, cabinas de teléfono de la época del imperio británico…

Veo niños pidiendo en los semáforos, niños recogiendo latas en la basura. Demasiados niños no siendo niños.

El nombre de este café… me peta la cabeza.

Albania es un país mayoritariamente musulmán, pero no es algo que se vea demasiado por las calles, con algunas pocas excepciones.

Saco dinero de Alpha Bank que según la web de BNext es la que no te cobra comisión. Y es cierto. Me da el dinero con el cambio exacto oficial y sin comisión. Maravillosa esta web.

Veo gente mayor jugando al dominó por todas partes y en cambio no veo gente bebiendo. Se nota que es un país altamente musulmán. En las terrazas ves mucha gente con café pero no veo a nadie con cerveza.

Al igual que en muchas partes de Asia, lo de la basura aquí es un problema.

Vuelvo al hostel para hacerme la cena. Me hago unas verduras cocidas con huevos. He comprado cosas para el desayuno, pero luego me entero de que Fatime incluye el desayuno con la habitación. Pues para el próximo.

Ceno charlando con el guest inglés que está en la única habitación privada (una cabaña) y que se dedica a dar clases de inglés online. Me acuesto pronto y duermo como un bebé.

3 de Octubre de 2021. Me despierto sobre las 6:30, como siempre. Hago yoga en el porche de la habitación. Es un sitio perfecto. Fatime me prepara el desayuno, que está incluido en el precio (7€ habitación y desayuno): Pan, huevo frito, mantequilla, queso albanés y compota de higos hecha por ella misma con los higos del jardín. Todo buenísimo. Al gatete del lugar también le encanta.

Después de desayunar, empiezo a recoger y cargar la moto, pero la he colocado mal y, al cargarla, se me cae hacia un lado. Qué mal llevo que se me caiga la moto. Menos mal que estaba el vecino de visita y me ayuda a levantarla. Pero no será hasta mucho después, que me daré cuenta que la moto ha caído sobre el casco y lo ha roto. Madre mía, que desastre estoy hecho hoy.

Mi plan era ir a Berat, que me han dicho que es un pueblo medieval que merece mucho la pena de ver, y luego a Gjirokastër. Ése era el plan, pensando que Berat estaba de camino. Pero Google Maps me dice que no se puede ir de Berat a Gjirokastër directamente (al menos no por una carretera decente, según me detalla el vecino) y que, por lo tanto, ir a Berat es un enorme desvío de mi ruta, así que lo descarto y me voy directamente a Gjirokastër.

Una parada en una gasolinera para tomar un café y luego otra en un chiringuito de carretera curiosísimo que se llama “Aragosta Music Parking“, porque el tipo se dedica a vender CD’s (!!)

El lugar es de lo más curioso. Y me permite aprender cómo se dice “Hombres” en albanés.

La siguente parada es para echar gasofa en la gasolinera que he visto más barata. Pero antes de echar me advierten que no aceptan tarjeta. Pregunto si puedo pagar en Euros y me dicen que sí. Pero mucho me he confiado yo. Cuando voy a pagar los 16€ que he echado, veo que sólo llevo billetes de 50€ y me dicen que solo tienen cambio en lekes. Yo no quiero 34€ en Lekes porque me voy dentro de nada del país… pero no hay más opciones. Luego pienso que tengo que pagar aún dos noches de alojamiento y el test Covid para entrar en Grecia, así que probablemente los use.

Albania es bastante árida, como puede verse en el tipo de carretera que estoy recorriendo.

Sobre las 14h llego al Friends’ Hostel, que es, en realidad, una casa chulísima. La parte de abajo es de la familia (auténtica familia albanesa de madre, hijo y abuela) y la parte de arriba la han acondicionado como hostel.

El hostel es limpísimo y muy bien organizado. Cada cama tiene una cortina y un enchufe propio. En mi habitación sólo hay un tipo que parece mayor y bastante gris. Apenas saluda. Se pasa el día en la cama mirando la tablet.

Arriba del todo hay una terraza con mesas y unas vistas increíbles de Gjirokastër y del castillo.

La dueña del lugar es un amor. Cuando pregunto por la cocina, me dice que puedo usar la de la casa. Al principio me da un poco de vergüenza, porque es la cocina de la familia, no una cocina compartida. Pero luego me deja claro que le encanta tener gente de otros países cocinando, porque así aprende otras recetas.

Me doy una vuelta por el centro de Gjirokastër. Es una ciudad medieval construida sobre la falda de una colina, por lo que las cuestas son de morir. Abajo, en la llanura, está la parte moderna y fea. Y arriba del todo, el castillo. Donde yo estoy es la parte claramente turística, llena de tiendas de souvenirs y restaurantes, como siempre. Aquí se concentra todo lo turístico. Casi da la sensación, como en Mostar, de que no puedes ver bien la ciudad por la cantidad de souvenirs que la cubre.

Me doy un paseo hacia las afueras. Está todo un poco menos arreglado.

Subo al castillo, porque quiero ver el avión que se ve en las postales, pero la entrada al castillo cuesta 400 Lk. (3,30€) Mi filosofía es no pagar por nada turístico, así que nada.

Eso sí, las vistas de la ciudad desde aquí hacen que merezca mucho la pena el paseo.

Me bajo de nuevo al centro. Quiero encontrar cómo se accede al obelisco que he visto desde el castillo. Le doy como dos vueltas a la manzana hasta que por fin alguien se da cuenta de lo que estoy buscando y me indica una puerta. Hay que entrar dentro del edificio para poder acceder al obelisco. 

Vuelvo hacia el hostel al atardecer.

Compro alguna cosa para la cena (todo un poco caro, por ser zona turística) y me vuelvo al hostel. Me monto la ofi en la terraza.

Pido permiso (y me es concedido) para hacerme la cena. Me hago un arroz con lentejas rojas. Es una experiencia interesante compartir la cocina con la matrona de la familia, mientras ella prepara cena para algunos guests. Charlamos de comida y huéspedes. Es tímida pero muy maja. Se llama Evisa… o algo así.

Ceno en la terraza con una cerveza, unas vistas maravillosas al castillo y un gatete de compañía.

Charlo con una pareja de franceses y con una de alemanes. Me quedo un rato más trabajando con los vídeos de Medicina, Nutrición y Psicología y a dormir. Mi “compañero” de habitación no ha salido de la cama prácticamente en todo este tiempo.

4 de octubre de 2021. Por la falta de luz natural en la habitación me despierto más tarde de lo habitual, a las 7:00, pero resulta ser un perfect timing, porque subo a la azotea a hacer yoga justo cuando el sol aparece detrás de las casas.

Ducha y me voy a la terraza a desayunar. No está incluido, pero son 2€, con zumo, una especie de pan recién hecho, huevos, queso fresco, tomate, pepino y una mermelada. Una maravilla.

Después de desayunar, decido (y anuncio) que me quedo una noche más para disfrutar del lugar. El Friend’s Hostel es una pequeña maravilla para quedarse. Muy recomendable.

La otra razón para quedarme es vistar el Puente de Ali Pasha, tal y como me recomendaron los franceses que conocí anoche.

Por las fotos, viendo que el puente está en el lecho de un río, yo daba por hecho que sería todo bajada. Pero no, hay que subir tooooda la ciudad, y cuando llegas al punto más alto, hay que bajar por el otro lado. Arriba me encuentro una indicación que dice hacia la izquierda, pero según mi mapa de Open Street Map, si sigo recto es más corto.

Este cambio de itinerario me permite llegar a un sitio muy interesante. Justo al final de la calle llego a la vista de un barranco, donde hay un hombre sentado mirando con unos prismáticos. Saludo. Veo que barranco abajo, justo donde estoy, está llenísimo de basura. Y justo en ese momento, la mujer de la casa sale con un cubo de basura que vacía ahí mismo. Es lo que pasa cuando donde vives no hay un servicio de recogida de basura. Simplemente la tiras donde puedes. Es triste pero es la realidad de aquí.

El camino que me marca el mapa pasa precisamente por la zona de basura. Es un sendero casi invisible por la ladera del barranco que va hacia abajo. Al llegar al cruce con el camino “normal” que me indicaba la señal, me encuentro una pareja de holandeses. Llegamos al puente casi a la vez.

Yo hago la locura de intentar subir al puente. Llego sólo hasta uno de los arcos y ha sido bastante arriesgado. La pared por la que he subido resbala mucho. Cuando bajo, le pido al holandés que me haga la foto oficial, les hago yo una y nos despedimos.

Foto del holandés

Me asomo hasta el otro lado del puente para explorar un poco más.

Los holandeses vuelven por donde han venido. Yo decido seguir otro camino de vuelta que veo en el mapa y que va siguiendo el torrente (pero por el otro lado) durante una media hora…

…y luego cruza el torrente y entra a la ciudad por el otro lado del castillo. Un camino largo pero muy interesante.

Cuando cruzo el torrente, veo varias cuevas artificiales que son alucinantes. No me atrevo a meterme mucho, porque no se ve ni dónde piso, ni se ve el fondo. Acojona bastante.

Aquí dejo un video-resumen de la excursión.

Compro algo de comida en una zona nada turística (mucho más barato) y vuelvo al hostel a descansar, escribir y comer.

La tarde la dedico al blog y planificar el salto a Grecia. Veo que hay un laboratorio en la parte moderna de la ciudad, así que me doy un paseo hasta ahí para preguntar. Me dicen que sí, que me lo hacen por 2000 lekes o 18€. Perfecto. Me lo hago mañana antes de salir y así me dura más.

A la vuelta me encuentro con otro de esos sitios con nombre curioso.

Han llegado un argentino y un brasileño a mi habitación, así ya no estoy solo con el hombre que no sale de la cama y que se pasa el día en calzoncillos mirando la tablet.

Me hago cena de verduras al vapor con huevos… y a dormir.

5 de octubre de 2021. Me levanto a las 6:30 porque no paro de despertarme. Es lo que tiene dormirse a las 22h. Duermo como un ceporro y no me entero cuando se acuestan los demás en la habitación, muy fuerte.

Yoga en la terraza, desayuno en el hostel (el mismo de ayer) y pago. Han sido 21€ contando 2 noches, 2 desayunos, 2 cafés (no incluidos en el desayuno) y 1 cerve. muy bien de precio.

Recojo y me pongo en marcha. Justo antes de salir me regalan un manojo de hierbas para el té albanés que dan en el desayuno.

Voy al laboratorio para hacerme el test. Hay mucho cachondeo cuando ven que soy español. Las chicas que atienden son muy jóvenes y con ganas de risas. Ya que me gasto el dinero en tests, al menos que sea un buen rato. Test negativo, claro. ¡En marcha!

El trayecto hasta la frontera es más corto de lo que pensaba. En nada ya estoy en Kakavia, que es la ciudad fronteriza. Salir de Albania es fácil, aunque hay un momento en que me piden que saque todo lo de la mochila para registrarla, pero cuando ven la que tengo que liar para desmontar todo el tinglado de la moto, simplemente me preguntan…

– ¿Lleva drogas?
– Hemmmmm… nop.
– OK, puede seguir.

Lo que no entiendo muy bien es que busquen drogas al salir y no al entrar. ¿No quieren que te las lleves del país? Cuando sales, ya no debería ser problema suyo, ¿no?

Y para entrar… resulta que te hacen el test ellos mismos. Decían en la web que podían hacerte un “test aleatorio”, pero aquí, de aleatorio, nada. Se lo están haciendo a todos. Me toca las narices (nunca mejor dicho) porque me podría haber ahorrado los 18€ del test.

El grupo de la derecha son los que entran “a pie”.

¡Y ya estoy en Grecia!

Continuará…

Y así termina la etapa de Albania, una de las más interesantes del mototrip, porque ha habido un poco de todo. Ademas, Albania es un país fascinante y muy fácil de viajar. Me quedo con ganas de haber estado más tiempo.

Se cumple la idea de que cuanto más desconocido y menos turístico es un país, resulta mucho más interesante para viajar y la gente es más maravillosa, porque no están tan cansados de los turistas.

Y vamos a por la última etapa del mototrip, el último país: Grecia. También promete ser una etapa muy interesante.

Vamos allá.

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