15 septiembre 2016

273 días viajando…
41 días en Brisbane…

Llegó mi último día en Brisbane. Con mucha pena toca dejar la casa en la que he pasado las últimas 4 semanas. Y con mucha más pena aún toca dejar a Archie y Tank que tanta compañía me han hecho estos días. Y con mas pena aún toca dejar a gente muy especial que he conocido aquí.

Dejo bien apuntado los gastos de los perros (y un saco de sustrato que compré para trasplantar el Curry Tree)…

…y dedico la mañana a limpiar la casa y recoger mis cosas. Para comer me hago un arroz integral caldoso con verduras y algas.

Se suponía que a las 15h llegaba Warwick para llevarse a los perretes con él hasta que Mercedes termine su viaje el 21 de septiembre, y también para llevarme a mí a la city. Pero llega media hora antes, cuando aún no lo tengo todo recogido, así que toca correr. Ha venido con su madre, que se va a llevar a los perros con ella mientras él me lleva a mí a Brisbane. 

La gran pena es que todo ocurre tan rápido, que cuando me quiero dar cuenta, su madre ya se ha llevado a Archie y Tank sin que haya podido siquiera despedirme de ellos… 🙁

Me aseguro de dejarlo todo en condiciones y no dejarme nada… y marcho con Warwick a la ciudad donde finalmente me deja en Roma Street Station.

Está claro que tengo que aligerar mi equipaje. Me da la impresión de que voy acumulando pequeñas cosas y va pesando cada vez más y está empezando a ser excesivo, así que me pongo como deberes antes de ir a Melbourne, hacer un poco de limpieza.

Mi idea era dejar el equipaje en alguna consigna de Roma Street Station y darme una vuelta… pero, oh sorpresa, no hay consigna, así que me toca quedarme con todo el equipaje. En estas condiciones es imposible dar una vuelta, así que me siento en un bar, me pido una cerveza y me dedico a escribir el blog, que voy con mucho retraso estos días.

Durante este tiempo empiezan a llegarme notificaciones de la App que uso para monitorizar mis vuelos, el FlightTrack, diciendo que el vuelo va a tener retraso. Empiezan con 40 minutos y terminan diciendo que saldrá a las 23:30, con dos horas de retraso (madre de Dios) y que llegará a las 2 de la mañana (la virgen).

Así que hablo con María, la española que me iba a acoger en Cairns, para decirle que voy a llegar a una hora indecente y que no se preocupe, que ya dormiré en el aeropuerto, lo que ella agradece, porque, efectivamente, llegaría como a las 3. En fin, ya me buscaré la vida.

Cojo el tren hacia el aeropuerto. Nuevamente sorprendido por el nivel del servicio público en este país.

Al llegar a la estación de la terminal de vuelos domésticos, llama la atención el enorme aparcamiento.

Jetstar ha implantado un sistema de auto check-in en el que te lo tienes que hacer todo tú solito, incluido el etiquetar y dejar el equipaje.

Como tengo tiempo más que de sobra, me pillo una cervecita y me dedico a escribir el blog.

Al final el vuelo sale con las dos horas de retraso prometidas, pero transcurre sin problemas, y consigo dormir casi todo el tiempo.

De esta manera le digo adiós a Brisbane, una de las ciudades donde más a gusto he estado y donde el universo ha sido generoso cruzando mi camino con gente realmente especial.

Mañana despertaré cuando lleguemos a Cairns, pero eso…

…es ya otra hostoria.

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