Australia (Melbourne) – Lentil as Anything

by | 21 Feb 2016 | 0 comments

21 febrero 2016

66 días viajando…
11 días en Melbourne…

Me despierto sobre las 7, cuando escucho a Lenka levantarse. Me dice que va a bajar a imprimir unas cosas mientras me ducho. Cuando salgo, veo…

…la gente es maravillosa. 

Me encuentro con ella abajo y nos despedimos de nuevo con todo mi agradecimiento. Antes me indica dónde está la estación de bicis más cercana. Está dentro del campus universitario. Allí me pillo una bici y un casco. En Australia es obligatorio el uso de cascos en las bicis. Lo sorprendente es que en el servicio de alquiler urbano hay cascos. No uno por bici, pero sí unos cuantos… y la gente no se los lleva!

Pongo rumbo a Brunswick St…

(Impresiona el tamaño del carril bici y lo mucho que se respeta).

…con la intención de desayunar en Black Cat, pero está cerrado hasta las 10, así que me voy a otra cafetería cercana, Stagger Lee’s, a tomarme un café y escribir el blog…

…pero la conexión es muy lenta y hace mucho frío en la terraza, así que a las 10h me voy a Black Cat, donde me pido de desayuno una tostada de aguacate y queso con semillas de calabaza. 

He dejado la bici fuera sin atar. Llevan una cadena que puedes usar si llevas tu propio candado, pero me lo he dejado en la granja. Tomo nota para la próxima vez. Pero no me da ninguna preocupación. Siento como algo impensable que alguien pueda robar una bici aquí. 

Me llega un mensaje de Lorna. Me comenta que todos se han vuelto a la granja menos ella, así que quedamos para comer. Propongo ir al Lentil as Anything de Abbotsford. Ella no lleva bici, así que quedamos allí directamente. 

Marcho hacia allá…

…y cuando llego veo que hoy es día de mercadillo en el Convento de Abbotsford, por lo que hay mucha gente, pero el ambiente es genial. 

Me encuentro con Lorna y hacemos la cola del buffet. Hoy hay bastante gente. 

En el tablón del Lentil me encuentro un anuncio…

…muy interesante. Voy a contactar. 

En este local tienen siempre música en directo interpretada siempre por voluntarios. 

Me he cogido una sopa de verduras con judías, arroz con lentejas, ensalada de quinoa con garbanzos y una especie de crema fría que no sé muy de qué es. ¿No querías proteínas? Pues toma 3 tazas. 

Como es habitual en los Lentil, se comparte mesa. Hay un momento en la conversación de los que tenemos enfrente en el que les oigo cantar lo de “chocolate, molinillo, corre corre, que te pillo”… y es una especie de… ¿uy? 

Y me pongo a hablar con ellos, claro. No son españoles, pero lo hablan. Son Chloé, francesa pero que habla muy bien español, Hermann, holandés que lo está aprendiendo, y Doris. Y da la casualidad de que son voluntarios habituales en este Lentil. Nos cuentan que se lo pasan muy bien. Chloé dejó su trabajo que no le gustaba y ahora está de voluntaria aquí para no pagar por la comida. Le pido su contacto para pedirle más detalles, porque estoy pensando ir de voluntario el próximo finde. Creo que es una maravillosa manera de conocer gente. No hay más que ver a los que están trabajando ahora. Son de todas las edades y de todos los países. Y así tampoco gasto en comida. 

Cerramos el almuerzo con un espectacular café con chia y un pudding de plátano. 

Nos despedimos del grupo y nos damos una vuelta por el mercado. Aprovecho para comprarme jabón natural. Aún me queda del jabón de mi amiga Vicky, pero en algún momento se acabará. 

Decidimos volvernos ya para la granja, que el camino es largo. Como Lorna no tiene bici, quedamos en encontrarnos en la estación de Flinders St, yo en bici y ella en bus, a ver quien llega antes. 

Por el camino reflexiono acerca del por qué me gusta tanto esta ciudad. Una de las cosas que tiene es que apenas hay edificios. Los pocos que hay están en el CBD (Central Business District), que en realidad es bastante pequeño, y casi todos son de oficinas, no de viviendas. Lo normal aquí es vivir en casas. Apenas te alejas unos pasos del centro y en seguida ves casas como éstas…

Las hay más o menos lujosas, más o menos aisladas, con más o menos jardín, pero lo normal es que todas sean diferentes, y eso es lo que les da un encanto especial. 

Mierda, tengo que desviarme de mi trayecto. Parece que hay obras del tranvía…

Según me acerco al CBD, se nota el cambio de barrio, de casas a edificios.

Paso por el estadio olímpico…

…y finalmente llego hasta el Yarra River, desde donde se ve el Princess Bridge y la estación de Flinders St.

Llego a Flinders St. y dejo ahí la bici. 

Lorna y yo llegamos exactamente a la vez y justo a tiempo para coger el bus a Lilydale, donde llegamos una hora más tarde. 

Allí nos ponemos a hacer autoestop. Es la primera experiencia de Lorna, quien se queda flipada al ver que nada más poner el dedo nos para un coche. Es alucinante este país. 

Nos para Fiona, que va hacia Healesville, no hacia Warburton, pero le pedimos que nos lleve hasta el desvío, donde será más fácil encontrar a quien vaya para allá. No le pido foto, porque viaja con un perrito en el asiento de delante que va muy nervioso y no es plan de complicarle más. 

Una vez allí, volvemos a poner el dedo y también nos para un coche enseguida. Se trata de Barry, o eso creo, porque con su acento australiano cerradísimo entiendo más o menos el 20% de lo que dice. Me consuela ver que a Lorna, que es de USA, también le cuesta. 

Consigo entender que va hasta Seville, que está como a una cuarta parte del camino. Avanzamos poquito a poco. 

En Seville nos cuesta un poco más que alguien nos pare, pero finalmente se para un coche con una mujer y su hija. Son Simone y Sonia, que van a Yarra Junction. No les importa ir un poco más allá y nos llevan hasta la misma puerta de la granja. Simone recorrió España en autoestop hace años y por eso es de las que recogen autoestopistas. 

Una familia de muy buen rollo. 

Cuando llego, contacto con el número del anuncio de intercambio de español. Se trata de Caitlin, una neozelandesa que vive ahora en Melbourne y que lleva dos años siendo voluntaria intermitentemente en el Lentil. Quedamos en vernos en domingo para comer allí mismo. De hecho le propongo que me guíe para ser voluntario esa misma tarde. 

Quedamos en hacer intercambio. Ella me habla siempre en español, yo siempre en ingles, y nos corregimos  mutuamente. Así tengo a quien consultar mis dudas de muchas expresiones y formas con las que todavía me pego. 

Cenamos con la familia de Cat/Matt. Están haciendo una barbacoa de hamburguesas vegetarianas y más cosas. 

Después de cenar (y fregar los platos), nos quedamos Lorna, Faby y yo de charla. Es la última noche de Faby. Se va mañana por la tarde. Para hacer algo especial, nos ponemos una peli. 

Pero el cansancio nos puede y no conseguimos terminar de verla. 

Con el tema del idioma, me está costando más de lo que esperaba. Ahora entiendo mucho mejor la peli de Sofia Coppola, porque muchas veces me siento Lost in Traslation. Me refiero a que en muchas ocasiones, especialmente si mi interlocutor no es especialmente cuidadoso al hablar, tengo la sensación de entender más o menos un 50% de lo que me dicen. El resto lo saco por contexto e intuición. Pero siempre hay una parte que no entiendo, especialmente en conversaciones en grupo. Y es esa sensación de no tener toda la información, la que me desespera. Porque hay veces que la parte que te pierdes es la parte importante de lo que están comunicando, y ahí te sientes perdido. 

En lo que siento que sí he mejorado es en la fluidez al hablar. Ahora apenas me supone esfuerzo expresarme, incluso en conversaciones medianamente profundas, aunque le sigo dando de patadas a la gramática. 

Por eso estos intercambios me van a venir especialmente bien. 

Otra de mis reflexiones del día ha sido sobre la carga que suponen las cosas materiales. Gran parte de la felicidad y tranquilidad con la que estoy viviendo ahora, esa falta de preocupaciones, es precisamente por la ligereza con la que vivo. Sin cargas materiales. Que todo lo que necesito para vivir quepa en una mochila y media, me proporciona una ligereza y una tranquilidad tan grande, que me cuesta imaginarme a mí mismo de otra manera. 

Cuando tienes un piso (una hipoteca, seguros…), uno o varios coches (seguros, gasolina, accidentes, atascos…), un montón de cosas (electrodomésticos imprescindibles, recuerdos que no puedes tirar, adornos para la decoración, muebles y más muebles, papeles y más papeles, miles de juguetes si tienes hijos, millones de dispositivos si eres muy techie…) que requieren mucho tiempo y esfuerzo para mantener ordenadas y limpias… Todas y cada una de esas cosas suponen una pequeña o gran preocupación. Y entonces la pregunta es…

…¿Quizá podemos vivir con menos?

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