8 – 10 marzo 2017
449 días viajando…
3 días en Alice Springs…
Miércoles 8 de marzo…
Andrea y yo hemos dormido por última vez en la campervan, aparcada en casa de Maddie. Hoy toca devolverla a sus legítimos dueños: Apollo Camper.
Pero antes de nada preparo un buen desayuno. Huevos revueltos, tostadas y papilla de plátano y cacao con leche de soja. Los huevos tienen tanto éxito que hasta Yoal los disfruta.
Tras el desayuno dejo a Andrea en el centro y voy a devolver la furgo. Todo OK. Fácil y rápido. Me devuelven la fianza y me pagan los $100 de gasolina que prometían.
Vuelvo andando al centro (aquí todo está cerca) para hacer cuentas con Andrea y despedirnos.
Dedico la mañana a pasear por Alice Springs.
La población es mayoritariamente aborigen. O al menos ésa es la impresión que me da. Entre ellos se respira cierta sensación de tristeza. Es difícil verlos sonriendo o alegres.
Siguiendo la recomendación de Maddie, me acerco al Anzac Hill. Una pequeña elevación desde la que hay unas vistas chulas de la ciudad.
Y, efectivamente, desde aquí se puede ver todo Alice Springs. Es una pequeña ciudad rodeada de desierto… el corazón de Australia!
Lo que se ve al final de la calle principal es lo que llaman The Gap, una abertura natural en la pequeña cadena montañosa que hay al sur de Alice Springs, y es por donde entra la Stuart Highway, claro.
Me vuelvo andando hasta casa de Maddie, que está en un suburb del este.
Paso el resto del día intentando encontrar la manera de ir a Darwin. El avión cuesta $400 (pfffff) y el bus $185 (ay, madre). He puesto anuncios en todas partes (varios grupos de facebook, gumtree, coseats…) intentando encontrar a alguien que vaya para allá y podamos compartir viaje. Lo malo es que es temporada baja en Darwin. La gente sube allá en invierno para huir del frío, pero ahora mismo es estación húmeda (no para de llover) y muy calurosa, por lo que nadie va para allá. En último caso pillaré el bus de mañana, pero voy a esperar hasta mañana por si sale alguna otra opción.
También me planteo seriamente el ir en autostop, pero son 1.500 kms. Me lo tengo que pensar bien.
Por la tarde, Maddie nos lleva a Yoal, a Aisleen (la hija de una familia amiga suya) y a mí a cenar en plan picnic en los Claypans, unas lagunas que hay a unos 15 kms al suroeste de Alice Springs.
Casi llegando sigo viendo esta costumbre tan de aquí de hacer arte escultórico con la chatarra. Me encanta.
La estación está especialmente seca y no hay ni rastro de agua.
Maddie ha preparado una deliciosa quiche de espinacas y queso y yo preparo la ensalada.
Por la noche, antes de dormir, tengo sesión de mimos con Debussy y Angel.
Jueves 9 de marzo…
A la mañana siguiente Maddie me propone llevarme hasta un lugar donde puedo hacer una ruta hasta el punto más alto de la zona. Ella lo ha hecho varias veces y lo recomienda mucho. Suena bien, así que para allá vamos.
Me deja en la entrada de John Flynn’s Grave Historical Reserve y me dice que siga el camino que tengo delante.
Nos despedimos y empiezo el camino que, para mi sorpresa gira a la derecha y cruza la carretera dirigiéndose en dirección contraria al monte al que se supone que voy.
No estoy muy seguro de haber entendido las indicaciones de Maddie, así que le mando un mensaje y, mientras espero la respuesta, comienzo a caminar.
La respuesta llega cerca de una hora más tarde, cuando ya casi he llegado al Wallaby Gap, con un muy claro “Whoops!! No!!!”. Parece que he cogido el camino equivocado. Vuelvo sobre mis pasos y llego al comienzo casi 2 horas después de salir. Me da pereza volver a empezar. No llevo un calzado muy adecuado ni suficiente agua, así que decido posponerlo.
Para volver a la city sin molestar a Maddie, pruebo a hacer autostop, y no tengo que esperar casi nada. El segundo vehículo que pasa, me para.
Se trata de Eddie, que está haciendo un viaje de prueba con un camión de reparto. Me lleva hasta cerca del centro y nos despedimos.
Caminando hasta el centro flipo un poco con este anuncio.
Puedo ser muy abierto de mente, pero se me hace difícil pensar que un señor con corbata y un micrófono nos vaya a curar a todos a la vez.
Al llegar a casa de Maddie vuelvo a plantearme lo del autostop saliendo mañana muy temprano, pero echo cuentas y…
Para hacer 1.500 kms es casi seguro que tendré pasar noche por el camino. Miro los alojamientos más baratos que hay más o menos a mitad de camino y no encuentro nada que baje de $100, por más barato que busco. Si tengo que pagar más de $100, más lo que me gaste en comida en dos días, más la posibilidad de que alguien me pida que contribuya con la gasolina (algo completamente razonable), al final me voy a gastar lo mismo o más que con el bus. Así que decido que me voy hoy en el bus de las 19:15. Pero al ir a pillar los billetes… no quedan de los baratos. Sólo quedan de los de casi $300. No way. Así que le pido permiso a Maddie para quedarme una noche más (acepta encantada. Es un amor de persona) y compro el billete para mañana a las 19:15. Pago los $12 extra que da la opción de cancelarlo. Así me guardo la posibilidad de recuperar el dinero si aparece alguien que vaya para el norte.
Por la tarde llega Michelle, la dueña de la casa que también vive aquí, aunque estaba unos días fuera. Me ofrezco a hacer la cena. Ellas encantadas, claro. Hago una tortilla de calabaza y una ensalada de lentejas. Lo de la tortilla les encanta a todos. 🙂
Viernes 10 de marzo…
Está claro que todo pasa por algo. Y era importante que ayer no hubiera billetes baratos de bus para que yo hoy pudiera intentar por segunda vez la subida al Mt. Gillen.
Así que me levanto muy temprano y esta vez me preparo mejor. Me calzo mis botas de montaña, me preparo el habitual agua con limón y me llevo algo de comer. Maddie, que no sé si lo he dicho ya pero es un amor, me ha preparado en una bolsita unos cuántos arándanos y una naranja cortada. Vuelve a llevarme al mismo punto, pero esta vez me indica claramente que el camino que tengo que coger no es la pista asfaltada para bicis que gira a la derecha, sino el camino de tierra que va paralelo y gira hacia la izquierda.
A las 8:00 empiezo la ruta.
Como siempre aquí en Australia, te dan todo tipo de advertencias. Luego vas a La Pedriza de Madrid y es un “apáñatelas como puedas”.
El objetivo se ve ahí al fondo.
08:10. El camino discurre plano y sencillo. Me voy acercando a la montaña.
08:20. Empieza la subida. El sol pega muy fuerte, pero llevo mi sombrero grande e intento que no me dé mucho en los brazos.
08:30. Hago una parada en un saliente para hacerme un selfie a lo Leo Verdura.
A las 08:35 me acerco al último tramo, una pared de rocas que tendré que trepar.
08:43. Y me refiero a ESA pared de rocas.
08:47. No tiene demasiada dificultad y, una vez arriba, las vistas empiezan a ser espectaculares.
08:50. Pero aún no estoy en la cima. La cima es eso que se ve al fondo.
Y a las 08:55 hago cima. He tardado menos de una hora (tampoco era muy alto). Allí me encuentro a una melbourniana que está aquí (me refiero en Alice Springs, no en la montaña) visitando a su novio. Es ella la que me hace estas fotos tan chulas.
Las vistas desde aquí son increíbles. Se puede apreciar muy bien lo pequeñito que es Alice Springs y lo desolado de su entorno. También se aprecia muy bien la cordillera que lo tapa desde el sur. Precisamente Mt. Gillen es el final de esa cordillera.
De repente aparece un águila y me pasa por delante de la cara.
Cuando la chica se va, me quedo un buen rato disfrutando del lugar y haciendo una meditación. Es un sitio increíble para ello, sin nadie en kms a la redonda.
Sobre las 10:00 empiezo la bajada. La pared de roca, vista desde arriba, acojona más que desde abajo.
Nada más bajarla, veo que no estoy solo.
Y a las 10:43 ya estoy abajo.
Vuelvo a hacer autostop, y esta vez tardo un buen rato en conseguir que alguien me pare. Pero siempre hay almas generosas por estas tierras y es Tom el que me recoge. Por cierto, la de Tom es la foto número 100 de las personas que me han recogido en autostop en este viaje. Y ni una sola mala experiencia.
Tom me deja en el parking del supermercado Woolworths (por eso sale tan oscura la foto, no es que sea de noche), donde me compro una botella de litro y medio de zumo de naranja (la más natural que encuentro) y me la bebo en un plis.
Cuando llego a casa, Maddie está preparando algo de almuerzo.
Y el resto de la tarde lo paso escribiendo el blog, empaquetando mis cosas, y cayéndoseme la baba con Yoal. Es para comérselo.
No ha habido ninguna respuesta, así que me iré en el bus de la noche.
Por la tarde Maddie prepara una pie de verduras para cenar y yo la ensalada, como siempre. Dice Maddie que a partir de ahora va a comer muchas más ensaladas, que gracias a mí se ha aficionado.
Llega la hora de despedirse. Maddie y Yoal me llevan hasta la parada del autobús, pero antes quiere llevarme a un sitio desde donde se ve la puesta del sol sobre Alice Springs. Es una preciosa imagen que llevarme de recuerdo.
Una vez en la parada nos despedimos. Sin conocerme de nada, Maddie ma ha abierto las puertas de su casa y su familia con total confianza. Es la experiencia maravillosa de viajar, la de conocer gente maravillosa que luego extrañaré tanto…
A las 19:15, con puntualidad australiana, salgo rumbo norte. Por delante… 22 horas de viaje. Uf…
De nuevo compruebo que, cuando no te agobias y tu actitud es buena, las cosas van saliendo y, por el camino, vas viviendo experiencias y conociendo gente maravillosa.
En mi meditación de esta mañana en Mt. Gillen me vino algo a la cabeza. Algo de lo que ya he hablado aquí, pero me vino de forma mucho más clara…
Amor y Libertad.
Cada vez tengo más claro que todo se basa en eso. Todas las leyes, todas las reglas, todas las normas morales y sociales se crean para facilitar nuestra convivencia. No tienen ningún otro objetivo. Pero todas las normas, de alguna manera, limitan nuestra libertad.
En algunos casos, el exceso de reglamentación (en mi opinión y sé que esto es MUY discutible), limita libertades personales que nada tienen que ver con la convivencia (en general por motivos políticos). Como por ejemplo la condición sexual (la homosexualidad sigue siendo delito en muchos países, algunos supuestamente muy desarrollados), o incluso cosas tan tontas como abrocharse el cinturón de seguridad o llevar casco en la moto y/o bici. Sé que es por nuestra propia seguridad, pero me resulta proteccionista. ¿Por qué prohibirme asumir riesgos que sólo me afectan a mí? ¿Dónde está el límite? ¿Por qué hacer obligatorio el cinturón de seguridad y no prohibir las motos, donde no hay ninguna sujeción? Incluso el suicidio está penado en muchos países (cuando sobrevives, claro), siendo para mí un acto más de libertad personal, por no hablar de la eutanasia, donde nadie debería opinar.
Pero yo voy más allá. Para mí, el ideal es un mundo sin reglas ni regulaciones. ¿Y eso cómo es posible? ¿Cómo conseguir una convivencia armoniosa sin reglas? Pues ahí entra la segunda parte… el amor.
Si fuéramos capaces de utilizar el amor cómo único lenguaje universal, si todos nuestros actos hacia los demás se basaran en el amor, si dejáramos de ver en los demás a personas inferiores o potenciales enemigos o amenazas, si pudiéramos confiar en todo el mundo, porque todo el mundo actuara sólo por amor (y creedme, es algo que he visto mucho en este viaje)…
…entonces podríamos vivir sin reglas.
…entonces seríamos completamente libres.
Porque…
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