Nueva Zelanda (Whangeteau) – La mala pata de Nat

by | 2 May 2016 | 0 comments

2 mayo 2016

137 días viajando…
3 días en Whangateau…

Hoy me levanto dispuesto a volver a mis saludos al sol. Lo malo es que no acabo de encontrar el sitio. Dentro de la casa hay poco espacio sin interrumpir el paso o tener que mover muebles. El jardín no me sirve, porque necesito que el suelo sea liso y duro. Al final lo hago en el pasillo de detrás de la casa.

Lo malo es que las mañanas son muy húmedas, el suelo está siempre mojado y la esterilla se me ha quedado hecha un asquito. 

Para desayunar, vuelvo a tomar las tostadas de pan de semillas de Nat, que están increíbles. 

Durante el desayuno Kupe me enseña la mariposa que ha salido de la crisálida en el comedor. Ni me había fijado. 

Toca volver al trabajo. Hoy vamos a hacer la otra mitad de la puerta. Ahora que ya hemos aprendido la técnica, es mucho más fácil y en media hora ya la tenemos. 

He cometido un pequeño error y los dos travesaños van en el mismo sentido, pero no pasa nada, es sólo estética. 

Para comer Nat ha preparado unos rellenos para hacer burritos. Lo hay carnívoro, pero el mío es de lentejas. Mientras comemos ella va a comprar más postes para el cercado. 

Por la tarde nos ponemos a poner los postes del cercado y del marco de la puerta. En esta ocasión nos ayuda Nat que sabe cómo ponerlos para que queden fijos. En la preparación da la impresión de que vamos a enterrar un cadáver. 

Pero lo primero es quitar un tocón de madera que hay en mitad del camino del cercado. Es de madera de la buena, porque probamos hasta con la sierra mecánica, en plan La Matanza de Texas,  y no hay forma. Al final lo más efectivo es el hacha, pero es tan cansado que nos vamos turnando. 

Una vez quitado (al menos la parte que estorba), nos ponemos con los postes. 

La técnica es hacer un agujero más ancho que el poste, fijarlo con un par de piezas de madera, y luego volver a enterrarlo. El problema es que estamos tan cerca del mar, que a poco que escavamos…

…y es agua de mar. 

El problema es que es precisamente en los postes del marco de la puerta, que son los que necesitamos más fijos. 

Optamos por echar medio saco de cemento en cada agujero y lo dejamos un rato mientras hacemos una parada para café-bizcocho-chocolate.

Gala está intentando entrenar a las gallinas.

Seguimos con los postes, pero la cosa es complicada, porque necesitamos una separación exacta de 77 cm para la puerta, que tiene 76. En cuanto conseguimos la medida exacta, le pongo un montón de tablones para fijarlo hasta que seque el cemento. 

Lo sorprendente es que no hemos tenido ningún cuidado con que la altura de ambos postes fuera la misma, pero de pura chiripa lo hemos clavado. 

Lo dejamos ahí para que se seque y me voy a dar una ducha mientras Nat sigue trabajando en su huerto. 

Cuando salgo de la ducha, veo que Nat viene cojeando. Voy a su encuentro. Me dice que en la parte del compost ha pisado una madera con un clavo que ha atravesado su bota y se le ha clavado en el pie. 

Le ayudó a limpiarlo, ponerle alcohol y taparlo. Parece que no ha sido muy profundo. 

Mientras descansa, Nat me anima a acercarme hasta la bahía que está cruzando la carretera. Kupe se ofrece a hacerme de guía. 

Hay un pequeño astillero donde reparan o reforman barcos. 

 

Volvemos para cenar. Nat me ha preparado un arroz con verduras que está impresionante. Mientras cenamos puedo ver en su cara que le está doliendo muchísimo.

Me enseña su pie y está muy hinchado. Dice que el dolor es un dolor extraño, no de herida, sino como si se hubiera roto algo.

Precisamente el plan de mañana era ir a Auckland porque ella tenía que ir al médico, así que aprovechará para que se lo miren. La idea es dejarme a mí en el centro y yo he llamado a mi seguro (bueno, ha llamado Mer, que es sol y sale gratis desde allí) para pedir una cita mañana para mirarme mi dedo del pie, que sigue un poco hinchado y me molesta. Hace ya un mes que le di la patada a mi cama del Ohakune y ahí sigue. Espero que no sea una fractura. 

La familia se acuesta pronto y yo me quedo en mi cuarto escribiendo el blog. Estoy intentando escribir los 10 días del Vipassana y me está costando horrores conseguir expresar de una forma ordenada y clara todas las emociones por las que pasé. 

Como cenamos tan pronto, hacia las 23h me da un ataque de hambre, así que voy a la cocina a hacerme una tostada. Oigo bajar a Nat. Viene descompuesta. Puedo ver que ha estado llorando del dolor. Dice que no puede dormir, que le duele horrores. El pie está hinchadísimo, pero no en la herida, como sería de esperar, sino todo el pie. Da muy mal rollo. Le ofrezco llevarla a urgencias, pero lo malo de vivir tan aislados es que las urgencias más cercanas están a una hora en coche y no quiere dejar a los niños solos. 

Se toma una codeína mientras hablo con mi amiga Mercedes (¡gracias!) que es enfermera. Me dice que tiene toda la pinta de una infección mala. Que lo más importante es que no tenga fiebre, que si le da fiebre, hay que salir corriendo al hospital. Nos quedamos charlando un buen rato para que se distraiga del dolor y finalmente vuelve a su habitación a intentar dormir. Le digo que si siente fiebre, que me despierte inmediatamente. 

A las 2:30 de la mañana consigo terminar de escribir el post de mi experiencia Vipassana. Necesitaba escribirlo de tirón, no quería dejarlo para mañana. Intento releerlo para las correcciones, como hago siempre, pero me es imposible por el sueño. Así que lo publico tal cual. Ya lo repasaré mañana. 

Buenas nochezzzzzzz…

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