Hoy el día empieza a las 6h. Objetivo: Llegar a Tortuguero a las 14h según se indica en:

http://www.tortuguerovillage.com/publictransportation-esp.htm

A las 6:45 cojo el bus para San José. Voy con tiempo de sobra, pero no quiero perder el de las 9h a Cariari.

Llego a las 7:45 a la Estación de Empresarios Unidos. Voy andando hasta la Estación de los Caribeños. Son 25 minutos. La estación está al lado del Museo de los Niños.

A las 8:30 ya estoy sentado en el bus. Han sido 1.350 colones (2,6$). El bus es lo más moderno que he visto hasta ahora: dos pisos, aire acondicionado… un lujo!

En Tortuguero me espera Silvia, una holandesa (deduzco por el apellido) que trabaja en temas de turismo, muy interesada en temas filosóficos y de la mente. Va a ser interesante. Vive con su hijo de 8 años JJ (Jey Jey). Esta noche coincido al parecer con otro turista. A ver qué me encuentro. Ella define su casa como “My house is a kind of disaster, but it is an adventure in itself staying over“. Va a ser divertido.

Durante el viaje se va viendo cómo nos adentramos en el caribe. Aunque empiezo en un asiento más atrás, según se va bajando gente voy avanzando hasta ponerme delante del todo del piso de arriba.

A las 10:45 llegamos a Cariari. Ahora debo pillar el bus a la Pavona. Al contrario de lo que dice la web, lo cojo ahí mismo. Somos un montón de turistas con pintas raras. El bus es un trasto destartalado donde hace un calor de muerte. Salimos a las 11h.

Recorre 500m y se para en la Antigua Estación donde se sube un montón de gente más. Vamos como sardinas en lata y el bus está parado al sol.

A las 11:30 salimos de Cariari con el bus completamente lleno de personas y cosas.

Al andar el aire se refresca un poco. Pero lo más sorprendente es que a pesar del calor, las apreturas, la incomodidad, la gente que viaja de pie, etc… no se pierde el buen humor. Se respira buen rollo caribeño y la gente está con bromas. Esto mismo en España y ya hubieran matado a alguien… 😀

El camino está rodeado de plantaciones de plátanos.

Y pronto pasamos del asfalto al camino de cabras lleno de agujeros que hace que el bus vuele literalmente en cada bache convirtiendo el viaje en una especie de parque de atracciones.

A las 12:45 llegamos a La Pavona.

Ahí cogemos directamente un bote que los lleva por el río hasta Tortuguero.

El viaje por el río es de una belleza increíble, rodeados por selva tropical por ambos lados.

Y a las 14h en punto, tal y como pronosticaba la web, con una precisión milimétrica muy poco caribeña, arribamos a Tortuguero.

El sitio es increíble. Una pequeña población de casas bajas que vive casi exclusivamente del turismo.

Me dirijo directamente a las Cabinas Tortuguero (aquí llaman cabinas a las habitaciones en alquiler), donde he quedado con Silvia.

Y ahí está, una simpatiquísima holandesa con rastas y cierto aire caribeño. No me deja hacerle foto hoy, dice que mañana, cuando esté más presentable. Está trabajando en las cabinas y no puede acompañarme ahora a su casa. Como yo no he comido y ella tampoco, me ofrezco a comprar algo de comer y comerlo allí. Así que pasamos un buen rato, ella con su hamburguesa y yo con mi ensalada y mis patatas. Me cuenta que vino de visita hace 12 años y que se quedó enamorada del lugar (Y no es para menos), pero que cada vez es más difícil vivir del turismo.

Después de comer me acompaña a su casa…

…y me presenta a su otro couchsurfer, un búlgaro llamado Peca, también vegetariano, que esta cocinando unas lentejas para la noche.

Silvia vuelve al trabajo, Peca a sus lentejas y yo aprovecho para darme una vuelta por la población.

Y apenas unos pasos más y llego al Océano Atlántico.

Regreso haciendo más fotos. Me siento un bloguero consumado.

Y de repente, sin previo aviso, cae el típico diluvio tropical. Por suerte me pilla cerca de un sitio cubierto.

Llego a la casa. Silvia, con absoluta confianza, me ha dado las llaves de su casa. Ducha, cambio a ropa seca y me pongo con el blog para relajarme. Descubro que tenemos un compañero de piso.

Cuando llega Peca cenamos sus lentejas con curry. Están riquísimas. Silvia dice que aún se acuerda de la hamburguesa y que no va a cenar. Sigue en el curro. Salgo un rato. Hay una luna espectacular.

Pero lo más curioso es el concierto de ranas que no cesa.

Luego por la noche vamos a tomar algo a una de las dos discotecas del pueblo a ver como se baila salsa de verdad.

Pero no aguanto mucho. Así que me vuelvo. Me encuentro que hay quien me corta el paso.

Ahora ya estoy en la cama… bueno, en un colchón en el suelo, con la perrita de la casa al lado gimoteando un poco y el canto de las ranas de fondo.

¡Buenas noches!

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