21 junio 2016

188 días viajando…
8 días en Rarotonga…

Hoy vamos a subir el Te Manga, el punto más alto de la isla de Rarotonga. Invité a Maxi, la guest alemana que está en casa de Odette, a subir conmigo y aceptó encantada. Odette invitó por su cuenta también a Sophie, la otra woofer, cosa que no vi muy claro, porque tiene sólo 20 años y está menos preparada, pero bueno, ya no tiene remedio.

Hago mis saludos al sol, desayuno contundente y hago autostop hasta el Súper Brown, donde hemos quedado. Allí nos encontramos y empezamos la excursión.

Nada más empezar se nos unen dos perros que deben ser de alguna de las casas de por ahí y nos acompañan TODO el camino.

Lo que empieza siendo un paseo, se va complicando. El suelo está muy resbaladizo por la lluvia y ninguno de los tres llevamos calzado adecuado. Yo no me traje las botas porque pensé que sería como el crossing island, que fue bastante sencillo y, total, son sólo 650 metros de altura.

El camino es larguísimo y algunos trozos son tan empinados, que hay cuerdas para poderlos hacer.

Maxi está muy habituada a la montaña, pero avanzamos lento porque a Sophie le está costando bastante. 

Y ahí está el Te Manga. Llevamos como 3 horas, y aún está lejos.

La cosa se complica aún más, porque gran parte del camino transcurre ahora sobre crestas, con grandes caídas a ambos lados. Por suerte hay mucha vegetación y nos podemos ir agarrando siempre a algo, porque el suelo es de lo más resbaladizo.

Empiezo a pensar que igual está siendo demasiado peligroso para lo mal equipados que vamos… cuando, de repente, en un sitio difícil, me patina el pie, y la mano con la que estoy agarrado, también se resbala…

…y caigo hacia uno de lo lados.

Dura apenas un segundo, pero en ese segundo piensas… “se acabó”. 

Intentas agarrarte a algo mientras caes entre la vegetación, casi en vertical y, de repente, algo me frena. Mi culo da directamente contra una roca… y ahí se queda. Han sido unos 3 ó 4 metros de caída. Por suerte el golpe no ha sido en el coxis, sólo en el músculo. Lo primero que digo es “I’m OK!!”, porque no quiero ni pensar el susto que se han debido dar las chicas al verme desaparecer entre la vegetación.

Mantengo la sangre fría y miro dónde estoy. Aún hay bastante caída hacia abajo, y tengo que ver cómo demonios subo estos 3 ó 4 metros de pared. Pero a base de apoyarme en las plantas más fuertes y rezando para que aguanten, al final consigo subir.

Una vez arriba, me tiembla todo el cuerpo. Es curioso como ante una situación de peligro, el cuerpo y el cerebro se activan, no entran en pánico y dan lo mejor de sí. Pero una vez pasado el momento, viene la flojera.

Estamos tan cerca de la cima que decidimos seguir, pero con muchísimo cuidado (sí, es cierto, deberíamos haber dado media vuelta en ese momento), pero poco después llegamos a una pared casi en vertical con una cuerda. Es el último trozo. 

Debemos estar a no más de 30 metros de la cima. Maxi lo intenta y dice que es realmente complicado. La pared es de barro, resbala muchísimo y no hay forma de apoyarse bien. En otra situación mi cabezonería hubiera insistido hasta conseguirlo, pero después de lo pasado ya voy acojonado y, sobre todo, temo por Sophie que va bastante insegura, así que decidimos dar media vuelta sin hacer cima. De vez en cuando soy prudente.

Y es que me preocupa especialmente la vuelta. Es bien sabido que la mayor parte de los accidentes de montaña se producen en la bajada, porque es más difícil bajar una pared empinada que subirla y, sobre todo, por el cansancio acumulado.

Así que la bajada la hacemos con un cuidado extremo. Yo voy por delante y pendiente de Sophie que va detrás mía y le voy indicando dónde pisar. De esta forma, en algo menos de 3 horas, conseguimos bajar sin más incidentes que alguna caída de culo en el barro por parte de los tres.

Lo sorprendente es que los perros han seguido con nosotros hasta casi arriba del todo. Hay trozos que no nos explicamos cómo demonios han subido o por dónde. En alguna pared que era imposible que subieran, se echaban a llorar al vernos subir, y nosotros les decíamos… “ahora volvemos”. Y, al cabo de un rato de seguir subiendo, nos los encontrábamos por delante… y flipábamos, claro. 

También nos acompañan toda la bajada hasta la que debe ser su casa y ahí, simplemente, desaparecen. Ha sido casi como tener guías caninos de montaña.

Al final han sido unas 6 horas de “paseo” (el crossing de la isla me lo hice en 3 horas). 

Se me queda la espinita de no haberlo terminado, pero está claro que hemos cometido dos errores básicos que, si lo repito, tengo que tener muy en cuenta:

1) Calzado adecuado. Hay que subir con botas de montaña. No es para nada un “paseo”.

2) Hay que subir cuando lleve 3 o 4 días sin llover para estar seguro de que no va a haber tanto barro. Esto va a ser bastante más difícil, porque aquí llueve casi todos los días.

Así que queda pendiente. 

Y, por otra parte, también me queda la lección aprendida. Lo tomo como un aviso del universo. No sólo ser más prudente conmigo mismo, sino cuidado con quien llevas a la montaña. Por eso me dio tanta rabia que Odette invitara a Sophie por su cuenta. Y es que tiene esa manía de meterse en la vida de los demás. Muchas veces me pregunta qué voy a hacer después del trabajo, y le esquivo descaradamente la pregunta. Al final se piensa que tengo una novia en la isla, claro. Pero es que necesito tener mi vida fuera del trabajo, especialmente cuando a mi host no lo considero (ni de lejos) un “amiga”.

A la vuelta paso por casa de Odette con la idea de decirle que nos reunamos mejor en The Tea House (se empeñó en que nos teníamos que reunir hoy, en mi día libre, porque Mere ya no va a venir más y tengo que encargarme yo del Café), ya que, si me va a explicar cómo funciona todo, es mejor hacerlo allí. Cuando llego no está, así que la llamo y está de acuerdo en reunirnos en media hora allí y me da permiso para coger una de las motos de la casa. ¡Por fin voy motorizado!

Me voy hasta mi “casa” y me doy una buena ducha. Me duele todo, muy especialmente el culo, donde tengo un moratón considerable. Pero por el tipo de dolor tengo claro que es algo muscular, y no de hueso.

Me llama Odette y me pregunta si voy a ir más tarde al Night Market de Muri (y dale…) y yo le digo que no, y ella me pregunta que por qué (y dale…) y yo le digo que tengo mis propios planes para después, y ella se pilla una de sus rabietas infantiles y me dice que quería que nos reuniésemos allí pero que como no quiero ir al Night Market, pues nada. Y yo… “¿pero no habíamos quedado ahora en The Tea House?”. Y ella me dice que no, que no puede venir ahora, pero que da igual, que no quedamos (todo esto en modo enfurruñado). Le digo que no pensaba ir al Night Market, pero que, teniendo en cuenta que mañana estaré solo al frente del café, igual sí deberíamos reunirnos hoy donde sea. Y ella me dice enfadada que tranquilo, que no voy a estar solo, que van a estar Mere, Joey y Sophie. 

y en ese momeno pienso… “¿¿ENTONCES PARA QUÉ COJONES ESTAMOS QUEDANDO EN MI DÍA LIBRE??”. 

Se suponía que quedábamos para explicarme todo porque Mere ya no venía… En fin, así es como funcionan las cosas aquí, con esa lógica. Tengo clarísimo que me voy el sábado por la mañana. No aguanto más tonterías. Hago la reserva en el Backpackers Hostel y sigo cruzando los dedos por encontrar algo de curro, porque sigo queriendo pasar aquí una temporada. Pero una temporada de buen rollo, y no con alguien infantil que es inmanejable.

Maxi se vuelve mañana a Alemania y dijimos de tomar algo esta noche para despedirnos. Le di mi número, pero al final no me llama, así que me acuesto pronto, porque me duele todo el cuerpo.

No están siendo días fáciles, pero tampoco es tan grave. Todo es aprendizaje y todo tiene solución.

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