24 octubre 2016

312 días viajando…
40 días en Melbourne…

Empezamos la semana… ¿y cómo? Pues como siempre, con mis saludos al sol y un buen desayuno:

Arroz integral con zanahorias, ajo, cebolla, huevo y frutos secos. Y un café en una taza con la que estoy más de acuerdo.

A las 9 en punto me pongo a la tarea. Hoy me toca jardinería. Tengo que desbrozar toda una sección del jardín para luego colocar ahí todas las maderas que hay acumuladas en el taller, que son demasiadas y ya no dejan pasar. Me lleva toda la mañana y parte de la tarde, pero al final se puede ver el progreso:

También se puede apreciar cómo va mejorando el día. 🙂

Justo a la derecha hay un precioso limonero cargadísimo de limones.

Y justo a la derecha del limonero hay unas colmenas de abejas a las que David les ha cogido la miel ayer mismo. Eso hace que estén cabreadísimas (y con razón. Yo también lo estaría). La cosa es que cuando estoy arrancando plantas en el lado derecho, noto como las abejas se me empiezan a acercar zumbando amenazadoramente, y una se lanza contra mi hombro y me pica. Reacciono tan rápidamente (sacudiéndome como un poseso) que la picadura es sólo superficial y no se ha quedado el aguijón. 

No le doy mucha importancia y sigo, aunque un poco acojonado, la verdad. Y al rato, veo como una se lanza directa a mi cara y… ¡zas! picadura al lado de la nariz. Es que además ves perfectamente como se lanzan al ataque a lo bestia y acojona un huevo.

Dos picaduras son suficientes, así que para terminar el trabajo, decido tomar medidas.

Por suerte no soy alérgico a las picaduras. De hecho no me hace ningún tipo de reacción. Menos mal.

A la hora de la comida está todo el mundo fuera. Los taiwaneses ya se fueron ayer, Danielle se ha ido de compras, David se ha ido con Pierre a mirar un furgo que quieren comprar, así que sólo estamos Marie y yo. Me ofrezco a cocinar y preparo un potaje vegetariano de judías blancas con kale.

Queda algo picante, porque le he echado un poco de curry y resulta que no es del suave… pero la verdad es que está rico.

La tarde la dedico a preparar mi nueva habitación. Danielle me ha puesto una alformbra y con la ayuda de Marie bajamos una de las camas del piso de arriba. Me encanta tener por fin un sitio definitivo.

Aún está pendiente de construir algo para colgar la ropa y meter algún mueblecillo para guardar cosas. Además quiero pintar un mural en esas dos paredes y ya tengo pensado lo que será. Sólo necesito que mi amiga MIms me pase el boceto con la idea que le he pasado, que para eso ella es la artista.

Una vez que tengo la habitación lista, me doy una ducha y me voy a visitar el Highpoint Shopping Centre, uno de los mayores centros comerciales de Melbourne y que está sólo a 10 minutos en bici de mi casa. 

Una de las cosas que me doy cuenta yendo el bici para allá es que lo malo de vivir al lado de un río es que vives en la parte más baja de la ciudad. Vayas donde vayas es cuesta arriba. Ayer fui a Fitzroy hacia el este y menuda cuesta. Hoy voy hacia Highpoint hacia el oeste… y otra!

Se me va a quedar un culito que ni Induráin. Quiero una motoooooo!!!

Y, efectivamente, el Highpoint es ENORME. Me cuesta un huevo encontrar el Woolworth, pero al final lo encuentro y compro huevos, tahini y chocolate. También encuentro una tienda de productos chinos donde compro un paquete muy grande de algas wakame desecadas a sólo $10 (en Brisbane menos cantidad me costó el doble). Las algas son una buenísima fuente de vitamina B12 y otros minerales que vienen muy bien si no comes carne ni pescado.

Pero lo más divertido es cuando intento encontrar la entrada en la que dejé la bici… y soy incapaz. No exagero. Tardo como una hora en lograr acordarme por dónde demonios entré. La próxima vez tiraré miguitas de pan o algo así.

Hay toda una sección enorme de marcas de ropa cara… y tengo una sensación rarísima cuando paso por ahí. Como de irrealidad. Me siento tan extremadamente lejos del mundo de la moda, especialmente de la más cara. Me parece un mundo tan absurdo, especialmente cuando estás viajando, viviendo experiencias, e intentando ganar algo de efectivo para poder pagarte unas cervezas. Y piensas en lo que es estar al otro lado, cuando tienes más dinero del que realmente necesitas y empiezas a gastarlo en cosas superfluas, llevando una vida superflua…

Cuando llego a casa Daniella, está preparando un curry de verduras que está realmente rico. Cenamos los 5: Los hosts (Daniela y David), los guests franceses (Pierre y Marie) y yo. Y hacemos una larga sobremesa charlando muy animadamente. David y Daniella nos cuentan cómo consiguieron la casa en una subasta pública mientras ellos estaban en Escocia de viaje de novios. Contrataron a una agente implacable para que se presentara a la subasta en su lugar y consiguió ganarla.

Y es que aquí es muy típico que cuando la demanda de casas es muy alta y la oferta muy baja (cosa que ocurre en las grandes ciudades), los dueños en vez de fijar un precio por el piso, convocan una subasta para un día concreto y lo venden así, aceptando la mayor pferta de entre los interesados. 

En el mundo anglosajón hay una tradición de las subastas que no tenemos en el mundo latino. Creo que es por eso que eBay nunca llegó a triunfar realmente en España, mientras en estos países es casi un estándar. Yo creo que los latinos somos tan vagos, que no queremos que nos líen con eso de tener que pujar. Tú dame un precio y yo lo pago, y se acabó. Como mucho, te regateo un poco.

Por la noche cometo una de mis legendarias torpezas. Me siento con el movil en el bolsillo trasero y me cargo su pantalla.

Vaya putadón. Ahora a intentar encontrar quien puede arreglármela. Supongo que es una lección de desapego… :-p

Por otra parte he recibido una oferta (a través de mi amiga Carmen… ¡Muchas gracias por el contacto!) para hacer algo de soporte informático online para una empresa de España. La verdad es que es algo que no me apetece demasiado y de lo que estaba huyendo. Pero cuando veo lo que me podrían pagar y lo comparo con lo que ganaría de camarero… es más que tentador. Y además ganando en euros, que está mucho mejor que el dollar australiano. Estoy intentando llegar a un acuerdo para que la dedicación no sea muy grande, porque es algo que no quiero hacer demasiado. Pero la verdad es que ahora mismo me solucionaría mi situación financiera, que roza lo desesperado.

Cada día estoy más contento de estar en Melbourne y, especialmente, en esta casa. Es maravillosa la energía que se respira y el buen ambiente de trabajo y convivencia que tenemos.

Mañana más.

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