30 abril 2016
135 días viajando…
1 día en Whangateau…
Como ya conté en el post anterior, este día empieza con mi marcha anticipada del Centro de Meditación Vipassana.
Por suerte arreglé anticipadamente mi nuevo destino, una casa en Whangeteau, en la costa noreste de la isla norte, relativamente cerca de donde estoy, donde mañana me esperan Natalie con sus dos hijos. Tengo que encontrar WiFi para avisarla de que llego un día antes.
A la hora de la comida, a las 11h, me acompañan discretamente fuera del recinto por un camino secundario para no ser visto, hasta el parking y me llevan amablemente hasta la carretera principal, la 16. Desde ahí hasta mi próximo destino, Whangeteau, el camino más corto es ir hacia el norte y luego coger una carretera hacia el este, pero mi acompañante, la Srta. Rottenmeier, me dice que no me recomienda esa ruta, ya que esa carretera hacia el este no es tal, sino un camino de grava por donde no va nadie, que mejor vaya hacia el sur, hasta Kaukapakapa, y ahí coja la otra carretera hacia el este, ya que ésa sí es asfaltada y tiene tráfico.
Le agradezco la indicación, le doy las gracias y me despido de ella.
Le hago caso y me coloco en el carril hacia el sur a esperar a ver quien me recoge.
Pensaba que estaría feliz y exultante al salir del retiro, pero la verdad es que estoy tocado, como tristón. Pero supongo que es normal. Esto debe ser lo que llaman shock postraumático.
Al menos hace un día maravilloso.
El sitio no es bueno para el autostop, porque los coches pasan muy rápido. Pero no tengo prisa. Natalie no me espera hasta mañana.
Al rato, un coche con un remolque lleno de leña que lleva parado un rato en el otro lado, da media vuelta y se para. Me dice que puede llevarme, pero que antes debe entregar toda esa leña aquí al lado, que si me espero, me viene ahora a recoger.
Y, efectivamente, al rato viene a buscarme. Es Paul (¡tocayo!), un kiwi muy simpático y alegre, y que va hasta Orewa, con lo que puede hacerme casi la mitad del trayecto.
Como le digo que necesito una WiFi, me deja en el McDolands de Orewa. Le agradezco mucho su amabilidad y nos despedimos.
Orewa es un sitio bastante turístico, muy de playa, con muchos comercios. Como tengo hambre y lo del McDolands no me pone nada, me busco una cafetería para comer algo.
Encuentro una muy cuca con terraza y todo. Me atiende una amabilísima y encantadora francesa que me dice que todo Orewa tiene FreeWifi. Qué maravilla. Me pido una tortilla de cebolla, queso y tomate y un café. Qué gusto volver a la civilización.
En cuanto me conecto, mi móvil se tira un par de minutos vibrando sin parar por las notificaciones. Efectivamente he vuelto al mundo.
Contacto con Natalie que me dice que no hay problema en que vaya hoy. Menos mal, tengo a dónde ir.
Como con calma, me tomo un rato de relax, me acerco a la playa…
…y vuelvo a colocarme para seguir hacia el norte.
Al rato me para Ian, un kiwi vejete, con un cigarrillo soldado entre sus labios, al que se le cae una petaca de alcohol del asiento del copiloto mientras me está haciendo sitio. Ay, Dios… Pero tampoco voy a decirle que no. Me puede llevar hasta Warkworth. Perfecto.
El hombre se pasa todo el viaje hablando sin parar y riendo de lo que me cuenta, que debe ser divertidísimo, pero que apenas consigo pillar alguna palabra. Menos mal que no pregunta nada. Sólo habla y habla, y yo asiento y me río con él. Porque cuando no entiendo algo, pues pregunto. Pero ¿cuando no entiendes nada de nada?… Pues ríes.
Conduce dando bandazos que da miedo… pero al final me deja un poco después de Warkworth, en el desvío hacia Matakana. Le agradezco la interesante conversación…
…y busco dónde ponerme. La cosa es complicada. El único sitio medio decente está en curva y con el sol justo detrás mío, pero es lo mejor que encuentro. Me toca esperar bastante, pero finalmente me paran dos chicos indios encantadores de los que soy incapaz de transcribir el nombre. Me llevan hasta un poco después de Matakana, porque ellos van hacia Omaha y yo hacía Whangeteau.
La carretera hacia Whangeteau tiene poquísimo tráfico, así que toca esperar…
…pero al final me para Andy, un kiwi supermajo que trabaja en el Leigh Sawmill Café, en Leigh, un poco más allá de mi destino. Como la casa de Natalie está justo de camino, me puede dejar en la puerta.
Le comento que si necesitan trabajadores, que yo encantado. Me pide mi contacto para darlo allí, que muchas veces necesitan dishwashers. Me dice que el café tiene Live Music esa noche, por si nos apetece pasar. Que le avise y me pone en la lista de la puerta. Qué majo.
Intercambiamos contactos y nos despedimos.
Y a las 15h en punto llego a casa de Natalie.
Al primero que veo en la entrada es al hijo mayor, Kupe, de 13 años. Me recibe efusivamente con un “You’re Pablo?”. Me lleva hasta donde está su madre, Natalie, que me recibe con un larguísimo abrazo lleno de amor que siento que me quita de golpe todos los malos rollos de estos días. Es realmente curativo. Puedo detectar en medio segundo que en esta casa rige el amor, la felicidad y el buen rollo. Me presenta a la hija pequeña, Gala, de 11 años. Están todos sonrientes y alegres y la conexión es inmediata con todos. Realmente me siento en casa.
Es una casita de dos plantas, no muy grande con un jardín trasero bastante amplio, como suele ser típico aquí. Arriba están las habitaciones y abajo el salón, la cocina y mi habitación (privada y con cama doble, yeah!).
Natalie tiene debilidad por lo antiguo, como se puede ver en los muebles o en la cubertería. Eso le da a la casa un estilo muy particular y acogedor.
Me invita a un té y le cuento mi experiencia Vipassana. No se lo puede creer. Todos ríen con lo que cuento, porque al final resulta hasta cómico (y mi forma de contarlo, claro, que ya apetece quitarle hierro al asunto).
Me deja que me instale y me da la clave de la WiFi para que contacte con mi gente. Qué gusto poder contarlo y poder verlo con otros ojos. Qué gusto recibir el amor de los que te quieren.
Me ofrecen una copa de vino (se acabó mi periodo abstemio) y unas aceitunas y algo más tarde nos sentamos a cenar.
Los niños me avisan que Natalie es una maravillosa cocinera y… ostras, los dos currys que ha hecho, de coliflor y de lentejas, son realmente espectaculares, de los mejores que he comido nunca. Me pongo fino por todo lo que no he comido estos días.
El comedor está empapelado con mapas del mundo. Es fascinante.
Y sigo sorprendido por el buen rollo y las muestras de cariño constantes entre ellos (entre los hermanos sí hay algunos piques, como es normal). Y me doy cuenta que lo que ha conseguido Natalie es darle más importancia a la “felicidad familiar” que a unas normas muy estrictas, pero sin perder de vista el respeto y la buena educación. El resultado es sorprendente.
En la puerta están las reglas básicas.
Tienen puesta música todo el día (y el gusto musical de Gala, la DJ, es idéntico al mío, muy hacia los 60-70-80, y temazos de Jazz vocal) y no tienen televisión.
Me siento realmente integrado y a gusto y está claro que ésta va a ser mi mejor experiencia woofing de este viaje hasta el momento.
Nos vamos a la cama pronto. Mañana Natalie me enseñará el jardín y me contará los trabajos que le gustaría que hiciéramos.
Debería ponerme al día con mi blog, pero al final las horas se me van charlando con mi gente.
Antes de dormir busco información sobre el Vipassana y Goenka, y busco blogs de gente que haya pasado por la experiencia. Es increíble, los que no lo acaban es siempre por la incomodidad física. No consigo encontrar a nadie que no esté de acuerdo con el mensaje o con los métodos usados. Me da la impresión de que la mayoría de la gente entra en una de estas 3 categorías:
1. Aceptan el mensaje porque están de acuerdo con él.
2. No comparten el mensaje, pero tampoco se lo toman demasiado al pie de la letra, como en el catolicismo, y simplemente no le hacen demasiado caso. Se quedan sólo con la experiencia como una prueba de superación.
3. Ni se lo plantean.
Cuando intento dormir, me cuesta un poco. Sigo dándole vueltas a la cabeza. Quizá no ha sido muy buena idea ponerme a leer esas cosas justo antes de dormir.
Pero al final Morfeo siempre vence.
Hola Pablo!! Bienvenido de nuevo! Qué ganas tenía de leer la experiencia… 🙂
Hay otros sitios para hacer retiros de este tipo con otros métodos/ideas más amistosas pero quizá son menos conocidos, imagino que los más conocidos o que llevan más tiempo dedicados a esto casi todos están ligados de una u otra manera a una religión/creencia/… (fill in the blanks 🙂 ) y por tanto la gente que quiera tener la experiencia se debe de hacer a la idea de que les van a meter historias en la cabeza así que irán más centrados en la parte física de la experiencia y en llegar a conseguir hacer las meditaciones, más que en fijarse en la otra cara. Además con las charlas en vídeo… se puede desconectar muy bien 😀
El no encontrar nada que comparta tu visión es raro, pero no todo el mundo se atreve a compartir estas historias y menos si son negativas, imagino…
Me alegro de que al final sobrevivieras sin perjudicarte demasiado, aunque eso lo iremos comprobando en la calidad de tus tortillas!! 😉
Un beso fuerte!