15 junio 2016
182 días viajando…
2 días en Rarotonga…
Mi vuelo de vuelta a Rarotonga transcurre tranquilo. Son 50 minutos los que separan ambas islas.
Cuando llego al Aeropuerto Internacional de Rarotonga, lo primero que hago es conectarme a Internet para ver cómo hago aquí. Mi salida de Aitutaki ha sido tan rápida e improvisada, que no tengo ni dónde dormir hoy.
Consulto mi correo y veo que me han contestado del International Backpackers Hostel en plan borde diciendo que la Cheapo Room de $12 está ocupada, y que me ofrecen una cama en una habitación compartida por $20/noche y un mínimo de 3 noches. Yo sólo necesito una noche, así que lo descarto.
Mando un mail a Odette avisando que he llegado un día antes por los precios de los billetes, pero que si no tiene dónde alojarme (sus actuales woofers no se van hasta mañana) que no se preocupe, que yo me apaño.
También aprovecho para echar un vistazo a las ofertas de trabajo en Rarotonga. En mis últimos días en Aitutaki vi un tablón de anuncios en el centro del pueblo, con numerosas ofertas de trabajo pagadas y me dio rabia no haberlas visto antes, porque hubiera sido una buena opción. Así que aquí opto por mirarlas desde el principio. Y en una de las webs con ofertas de empleo, veo que piden un encargado para el Bar/Restaurante del Castaway Resort. No me corto un pelo y les escribo diciendo que busco algo de aquí al 26 de junio, que es cuando sale mi vuelo de vuelta a Auckland. Me contesta rápidamente Lucile mostrándose interesada, pero diciéndome que no les merece la pena formarme y contratarme sólo para unos días, que si no tengo pensado quedarme más. Le digo que, trabajando, estaría encantado de quedarme más. Ella me pide mi CV y yo le digo que tengo dos CV’s, pero que de poco le van a servir, porque uno es como Administrador de Sistemas Informáticos y el otro es como Actor y Director de Teatro. Pero le cuento mi experiencia en hostelería, que no es muy grande, pero sí bastante variada en este viaje.
Al final quedamos en que se lo comentará a su jefe, Paul (¡mi tocayo!), y que verá si podemos reunirnos.
La verdad es que la sensación que tengo en Rarotonga es muy diferente que la de Aitutaki. Siento una energía completamente distinta. Para mejor, claro. Realmente me podría pasar aquí unos meses currando tan ricamente.
Me muero de hambre. No he desayunado. Así que, mientras espero respuesta de Odette, me voy hasta el Nu Bar & Bistro, una pequeña cafetería al lado del aeropuerto que hace poco fue adquirida por una pareja de franceses muy jóvenes y encantadores, que vinieron aquí de vacaciones y decidieron quedarse y emprender este negocio.
Me pido una tostada con huevos revueltos. Al oír mi spanglish, un hombre de la cafetería me pregunta de dónde soy. Yo le digo que español y él me dice en castellano… “¡Yo también!”. Me quedo un poco así, porque su acento es bastante americano de florida, un poco cubano.
Se llama Carlos (Charlie le llaman) y me cuenta que nació en Madrid, que luego vivió 30 años en Málaga, pero que luego ha vivido en otros muchos sitios, especialmente en Florida, Australia y Nueva Zelanda. También ha pasado varias temporadas en Rarotonga, donde conoció a su pareja, Bárbara, a la que me presenta. Una mujer encantadora. Ambos lo son. Finalmente se decidieron a quedarse a vivir en la isla, aunque él sigue viajando bastante por sus negocios. Nos tiramos un buen rato charlando e intercambiamos contactos. Da gusto hacer amigos nada más llegar.
Como en Nu Bar no hay Bluesky Hotspot, me cambio de cafetería y me voy al Café Jireh. Allí veo un mensaje de Odette que me dice que no hay problema, que me vaya para The Tea House y que ya apañaremos un sitio para que pase la noche.
The Tea House está justo al otro lado de la isla, en el Km 18. Yo estoy en el Km 4, así que me pongo a hacer autostop. Al poco me para un hombre local cuyo nombre no recuerdo, que me deja en el Km 8, justo al lado de las oficinas de la policía. Mal sitio para volver a hacer autostop, así que camino un poco en dirección sur, pero apenas he andado unos pasos, me para al lado una camioneta conducida por viejito encantador que sin preguntar ni nada, me dice “sube que te llevo”. Y se produce una de las estampas más bonitas de este viaje.
La camioneta para sobre el Km 11, a la altura del International Backpackers Hostel. Ahí vuelvo a hacer autostop y me recogen una pareja de neozelandeses que llevan un minibus completamente vacío. Me hacen la broma de que es un desperdicio llevar tanto espacio sin usar y que por eso van recogiendo autostopistas.
En realidad están de vacaciones con toda la familia celebrando algo y como son mogollón se han alquilado este minibus. Ellos van a unos bungalows que hay un poco antes del Tea House, pero son tan majos que me llevan hasta allí.
Cuando llego a The Tea House…
…están sólo los actuales woofers, una pareja formada por Matteo (italiano) y Julianne (alemana, a la que conocí justo aquí cuando estuve de visita, antes de ir a Aitutaki). La energía que siento es muy negativa. Se les nota cansados de este lugar. Matteo es incapaz de sonreír y me mira con una mirada extraña, como diciendo “la que te espera, chaval”. Empieza a darme consejos sobre cómo debo tratar con Odette y Joe. Pero no comparto su visión, para mí demasiado sumisa y no muy honesta, basada más en las apariencias que en convertirte en una persona de confianza con honestidad y claridad, de igual a igual. Así que les escucho, pero no les hago mucho caso. Me alegro de que se vayan al día siguiente, porque realmente la energía que transmiten no es nada buena.
También está Mere, la hermana de Joe, que es, más o menos, la encargada del café, ya que tanto Odette como Joe tienen sus propios trabajos. Se nota una relación tensa entre los woofers y Mere. Y puedo entender por qué. A Matteo le gusta cocinar y llevar las riendas del café, por lo que entra en conflicto con Mere. Julianne, por su parte, es superhabladora (no para) y la gente local de las islas no son especialmente habladores y se sienten avasallados. Mere termina de recoger y se marcha. No he tenido tiempo de conectar con ella, pero prefiero hacerlo cuando ya no estén los otros. Creo que nos llevaremos bien.
Matteo y Julianne me dicen que al ser su última noche van a cocinar unos gnochis para hacer una cena de despedida a la que vendrán Odette, Joe y una chica alemana, Maxi, a la que tienen alojada en su casa, ya que alquilan algunas de sus habitaciones.
Me enseñan la casita donde están alojados y donde me alojaré yo mañana, y quedo maravillado.
Cama doble, con baño privado, con libertad de usar la cocina del café, en un entorno que es alucinante y, a partir de mañana, completamente solo. No hay agua caliente, pero me da igual, me sigue pareciendo un lujo después de mi colchón en el suelo en el plató de Gran Hermano de Aitutaki.
Intentando mantener una actitud positiva y alegre, les ayudo a cocinar.
Por lo que voy viendo, las cosas menos claras de este HelpX son la comida (no queda muy claro qué comida de la que hay en el café puedo comer y cuál no. Pero por lo que me dicen, da la impresión de que sólo puedo comer arroz) y la colada (no hay lavadora, así que la ropa, al parecer, debe lavarse en casa de Odette). El otro tema es el transporte. Al parecer en algún momento han tenido alguna moto de sobra para los woofers, pero no me queda muy claro si sigue siendo así.
Me cuentan que todo este terreno, con la cafetería y el proyecto “Aquaponics” que hay al lado, pertenecen a una mujer local llamada Bárbara. Odette y Joe alquilan la cafetería desde hace sólo 1 o 2 meses, por eso aún hay poca clientela, porque realmente están empezando. Me explican un poco la dinámica del lugar. Casi todo el trabajo es llevar el café, que funciona de miércoles a domingo, de 11 a 16h. Es decir, que la jornada empieza a las 10:30, que es cuando hay que abrir la verja y prepararlo todo, y termina a las 16h cuando lo dejamos todo recogido. Lo que hagamos antes de las 10:30 y después de las 16h, es cosa nuestra. Eso me da bastante margen si madrugo. El día libre es el lunes. Y el martes es el día que ayudamos a Bárbara en lo que nos pida.
Algo más tarde llegan por fin Odette, Joe (al que por fin conozco) y Maxi.
Odette es bastante germánica en el carácter, estricta en las normas y rígida en las formas, pero se le nota bastante buen fondo y una predisposición a hacer las cosas bien. Joe, su marido, un hombre local de 50 y pico años, es como un niño. Es nervioso, habla superrápido y le gusta que todo sea a su manera. Maxi es muy callada, por lo que realmente no llego a conocerla, pero parece encantadora… para ser alemana. 😉
Antes de cenar, charlo distendidamente con Odette y Joe. No hago nada de lo que me dijo Matteo, pero en dos segundos ya estamos charlamos en gran confianza y cordialidad. A Odette le traigo su disco duro funcionando (me lo trajo Marco a Aitutaki), lo que la hace inmensamente feliz, y charlamos del anuncio que quieren que les ayude a hacer.
El tema es que Odette tiene (o trabaja en, no lo tengo muy claro) una compañía de seguros y quiere hacer un anuncio para la TV. Y al parecer eso es algo que aquí es muy fácil de hacer. Sólo tienes que pensar la idea, planificarlo, buscar decorados y vestuario, prepararlo todo, y cuando está todo listo, vienen los de la TV, lo graban y lo montan. Odette quiere hacer algo divertido y original y quiere que le ayude aportando ideas… a ver lo que se me ocurre. Pero puede ser toda una experiencia participar en el rodaje de un anuncio de TV de las Islas Cook.
Cenamos en una de las mesas de la terraza con unas velas que ha colocado Odette.
Los gnoquis con salsa de tomate y cebolla están estupendos, pero veo que, mientras todos comemos con deleite, Joe no toca el plato. No entiendo muy bien qué pasa, pero no pregunto. Siempre en un sitio nuevo prefiero primero observar. En un momento dado, en medio de la conversación de la cena, Joe, un gesto brusco y rápido aparta el plato diciendo “¿Alquien quiere mis gnoquis? Es que yo no como pasta”. Me pienso si será celíaco o algo, pero no, me entero por la explicación de Odette, de que Joe es tan carnívoro que no puede comer nada vegetariano. Que la pasta sólo la come si es bolognesa (y eso con dos vegetarianos en la mesa, Julianne y yo). Madre mía, qué personaje…
La cena transcurre con cordialidad, aunque se sigue notando la baja energía de los woofers, y a Matteo se le nota especialmente molesto por el desprecio a su comida por parte de Joe.
La sobremesa es corta, porque Joe tiene hambre y quiere ir a por una hamburguesa, así que nos despedimos. Joe, Odette y Maxi, se van para Matavera, que es donde viven. Yo esta noche dormiré en el sofá que hay en la cafetería y ya mañana ocuparé la casita.
Nos quedamos Matteo, Julianne y yo recogiendo y limpiando todo y luego nos vamos a Moana Sands, un resort que está a 5 Kms, y que es el lugar más cercano con WiFi Bluesky. el sitio es perfecto, ya que podemos estar en los sofás del Hall tan ricamente sin consumir nada.
Lo primero que hago es mirar el correo y veo un mail de Lucile diciéndome que el dueño de Castaway Resort, Paul, quiere verme mañana a las 9:30. Como no tengo que estar hasta las 10:30 en The Tea House, creo que me dará tiempo.
Yo aprovecho para escribir y maquetar el post de Aitutaki, lo que me lleva unas cuantas horas, pero prefiero escribirlo de tirón y dejarlo hecho.
Ya de madrugada regreso al café. Es noche cerrada y no hay nadie por la calle… pero se respira una paz increíble. Realmente conecto con esta isla muchísimo más que con Aitutaki.
Una vez en el café, me duermo tan ricamente en el sofá, con la vista del jardín de noche y las estrellas justo delante de mí.
Estoy feliz de estar aquí.
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