14 marzo 2016
88 días viajando…
33 días en Melbourne…
Último día en Melbourne. Hasta ahora es el sitio que más pena me va a dar dejar (después de Madrid, claro). Dejo aquí a mucha gente maravillosa.
Me levanto y desmonto mi “campamento”. Meto toda la ropa de cama en la lavadora junto con algunas cosillas mías y marcho a desayunar al Lentil…
…peeeeeero no me acordaba que hoy es día de cambio en el Lentil. Se acaba la temporada de verano y ya sólo dan desayunos los findes. Pero no pasa nada, porque han adelantado el almuerzo a las 11 y son las 10:30, así que me pido un café mientras hago tiempo mirando la nueva carta y escribiendo la entrada del blog de ayer.
Me pido el Stack de Lentejas, que está impresionante. Es una rodaja de boniato sobre el que ponen unas lentejas y algunas verduras. Voy a echar también mucho de menos la comida de aquí. Lo malo es que se me olvida hacerle foto.
Después de desayunar vuelvo a casa para tender la ropa y despedirme de Jenia… y de Zen.
Es curioso, en todas las casas es las que he estado hasta ahora, tenían gato.
Lily no está y no puedo despedirme de ella. Le digo a Jenia lo muchísimo que les estoy agradecido por haberme acogido estos 12 días sin pedirme nada a cambio, que es algo impagable, pero que al menos, como pequeña muestra de gratitud, les dejo mi bicicleta.
Me despido de ella, de la bici…
…de la casa…
…y me voy para el Lentil, donde pasaré mis últimas horas aquí.
Por primera vez voy andando, claro, y aprovecho para tirar algunas fotos del vecindario.
Ya en el Lentil…
…me pido para comer la crema de coliflor y boniato, que está más picante de lo que me esperaba, y el curry de garbanzos.
Después de comer, me cojo un delantal, la etiqueta con mi nombre y me pongo a ayudar por última vez, atendiendo mesas, recogiendo platos, recibiendo a la gente. Es algo que he disfrutado tanto…
A las 19:30 me pido mi cena, el Pancake y, de nuevo, el curry, me quito el delantal y ceno con Natalia, que ha venido a despedirse.
Y llega el momento de las despedidas. Me despido de Natalia…
…de Pete…
…de Mareika…
…de Amy y Cham…
…de Shamella y Rachael…
…de Flash…
…y del Lentil de Thornbury que tanto amor me ha dado.
Me siento muy emocionado y muy agradecido por todo lo que he vivido aquí en apenas 12 días. Es realmente una gran familia.
Cojo el tranvía ahí mismo…
…que me lleva directamente a Southern Cross…
…y ahí cojo el SkyBus que me lleva a la T2 del aeropuerto.
Y siguiendo la regla de “si es fácil, no tiene emoción”, me encuentro el gran problema.
Los de JetStart se han modernizado tanto que ahora te haces el check-in tú mismo, en una máquina donde metes tu número de vuelo y luego escaneas el pasaporte. Primer problema: no coincide el apellido de la reserva con el del pasaporte. Obvio, cuando tienes un apellido compuesto con guión, eñe y acentos. Me mandan a hablar con Paul, el supervisor. Chequea mi reserva y mi pasaporte, y la conversación es más o menos:
– ¿Cuánto tiempo se va a quedar en Nueva Zelanda?
– Pues no más de 3 meses, claro.
Los europeos no necesitamos solicitar una visa previa para entrar como turistas a Nueva Zelanda, y la duración de la visa de turista es de 3 meses.
– ¿Y a dónde va después?
– Pues no lo he pensado aún. Estoy “viajando”.
– ¿Y su billete de salida de Nueva Zelanda?
– ¿Jarl?
– Sabe que necesita un billete de salida para poder entrar a Nueva Zelanda, ¿no?
– Esteeeeeee…
Pues no, no lo sabía. No me lo pidieron en Australia. Y a mi me gusta viajar con billetes de sólo ida. Así que tengo una hora para comprarme un billete a “alguna parte”. Menos mal que hay WiFi en el aeropuerto, porque en la ventanilla de JetStart no me ofrecen nada decente, excepto volver a Melbourne.
Así que cojo SkyScanner y busco destinos desde Nueva Zelanda para dentro de unos tres meses y que me los ordene por precio. Y, oh sorpresa, uno de los más baratos es a las Islas Cook. Era uno de mis destinos más deseados para este viaje, desde que mi amiguísima Mer estuvo allí haciendo un reportaje fotográfico para la revista Icon y lo describió como lo siguiente en la escala, después de “paraíso”.
Encuentro un billete por unos 160€ para el 12 de junio, así que… ¿para qué pensarlo más? Me lo compro.
Tengo 3 meses para encontrar algún tipo de HelpeX allá. Algo saldrá.
Voy a agradecer mucho el clima tropical, porque en junio estará ya entrando el invierno en Nueva Zelanda y no voy nada preparado.
Con el billete de salida ya todo sale rodado y consigo facturar sin problemas.
Otra de las modernidades del aeropuerto de Melbourne es que están intentando automatizar lo más inautomatizable, el puesto del policía que chequea tu foto del pasaporte. Para ello han puesto una máquina donde primero escanean la foto de tu pasaporte, y luego te pones delante de una cámara que te compara con la foto.
Yo, con 15kgs menos que en la foto y con la barba bastante más blanca, obviamente no paso el control (al igual que muchísimos más) y nos desvían a una cola donde, ahora sí, un policía chequea mi foto de pasaporte y me deja pasar.
En la sala de espera de la puerta 11, un chico que también lleva un ukelele, al ver el mío me pregunta en inglés si llevo un afinador para ukelele. Le dejo mi app del móvil que uso para eso. Me lo devuelve con un “grazie” y le pregunto:
– Where are you from?
– Argentina
– ¿Y qué carajo hacemos hablando en inglés?
Me dice que mi acento al hablar inglés parece mucho más italiano que español. No es el primero que me lo dice.
Se llama Eloy y está volviendo de visita a una isla del norte de Nueva Zelanda donde pasó dos años viviendo. Otro que me dice que Nueva Zelanda es el paraíso. Al final me lo voy a creer.
Matamos la espera tocando alguna cosa con el ukelele. Ambos venimos de tocar la guitarra y ambos estamos empezando con el ukelele. La verdad es que ha sido una buenísima compra.
Por fin embarcamos… y aquí estoy, escribiendo esto en algún punto entre Australia y Nueva Zelanda, sobre el Pacífico Sur que tantas ganas tengo de conocer. Llegaré a las 5 y pico de la mañana, hora local (son 2 horas más. Ahora sí que estaré a 12 horas de diferencia con España). Buscaré algún sitio con WiFi y un asiento cómodo y dormiré algunas horas. Susan vendrá a recogerme por la mañana. Tengo muchas ganas de conocerla, porque no hemos parado de bromear por mail. Tenemos un sentido del humor muy parecido.
Ahora si que voy a estar en el lugar más alejado de mi tierra. El siguiente lugar más alejado sería la Luna. Tengo unas ganas locas por vivir esta nueva experiencia. El cambio de país, de trabajo, de entorno, de naturaleza… de todo, me genera una enorme curiosidad.
…y como voy con ganas y alegría, todo irá bien.
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