27 junio – 3 julio 2016
200 días viajando…
20 días en Rarotonga…
No ha sido una semana muy interesante, lo confieso. Estoy en plena transición de decidir si me quedo o no un tiempo aquí, y eso me tiene impacientado y alterado, sin acabar de disfrutar y sin hacer demasiadas cosas. Pero al menos estoy conociendo gente estupenda.
Lunes
El lunes empieza por fin el buen tiempo. Vuelve a lucir el sol más de 5 minutos seguidos.
Sigo sin encontrar dónde hacer mi yoga mañanero que no sea en medio de las zonas comunes en plan exhibicionista. Tengo que encontrar una solución para esto.
Pero al menos mis desayunos y comidas son más sanos que nunca.
Y es que, para mí, éstaes la mejor opción, la de poder comprar yo la comida que quiero y así elegir lo que me quiero cocinar. La comida aquí no es barata, especialmente lo fresco, pero voy conociendo dónde hay que comprar, que no siempre es en los grandes supermercados.
El atardecer intento verlo desde Tuoro (The Black Rocks) que son unas formaciones rocosas de cobalto, sagradas para los locales, porque dice la leyenda que es desde aquí desde donde parten los espíritus hacia el más allá.
Y digo que lo intento porque, lamentablemente, hay muchas nubes al oeste y no se llega a apreciar.
Por la noche decido intentar volver a pasarme por el garito que me recomendó Komera el lunes pasado y que estaba cerrado. Pero hoy… está abierto! Y el sitio es genial. Es un garito clandestino montado en la parte de atrás de una casa, con una pequeña barra y un grupo tocando. El guitarra, para mi gran alegría, es el mismo que vi el viernes.
Estoy solo en la barra con mi cerveza, pero en menos de un minuto se me acerca un hombre y me invita a unirme a su mesa. El hombre resulta ser Río, el batería del grupo que vi el viernes y dueño de este lugar, al que llaman Río’s. Es un hombre encantador, que me presenta al resto de la mesa.
Cuando dice mi nombre, uno de ellos, de aspecto vasco (quizá porque lleva una chapela, pero es local) me dice… “¿Cocinas?”. Yo, por un momento flipo, claro, pero luego me dice… “Mi hermano te recogió el otro día en autostop. En el Tiare Taporo están esperando a que te pases”.
Es lo que tienen los sitios pequeños, que te encuentras con todo el mundo. Es Tim, el chef del Tiare, que anda buscando desesperadamente un cocinero para el próximo viaje del barco, porque ha venido su hija de visita y quiere estar con ella. Le explico que me tienta, pero que no me considero lo suficientemente preparado…
– Es que sólo sé cocinar para mí…
– Es lo mismo, pero más cantidad.
– Y además, todo lo que hago es vegetariano…
– Es lo mismo, pero le añades carne.
Se nota que está desesperado por encontrar a alguien. A mí realmente lo que me preocupa son las implicaciones sanitarias. Sería responsable de la comida de toda la tripulación durante los 23 días de travesía y no tengo conocimientos de como conservar lo alimentos. Ni siquiera tengo el título de manipulador de alimentos. Y además, 23 días aislado, cuando estoy pendiente de que igual me sale algún trabajillo… no lo veo.
Quedo en el garito con Hilla, la voluntaria de Israel que estaba trabajando en Aitutaki. Se vuelve para Nueva zelanda y hace escala en Rarotonga, así que le ofrezco que se venga.
En el local no hay realmente una banda tocando, sino que los músicos que hay, van saliendo y se ponen a tocar. Es muy en plan Jam Session…
Y las cervezas son a $4. Está claro que éste va a ser mi sitio de los lunes.
Uno de los músicos, un tío local muy maorí, y que va borrachísimo, no para de molestar a Hilla, y me las tengo que apañar para conseguir que la deje en paz sin montar un pollo. Es lo único malo de este sitio. La gente es encantadora, pero tienen un descontrol total con el alcohol.
A medianoche cierran el garito y llevo a Hilla al aeropuerto para que coja su vuelo de madrugada. Cuando va a facturar le dicen que hay overbooking y le ofrecen quedarse una noche más, con hotel pagado y dándole un dinerillo. Ella acepta encantada… pero en el último momento hay alguna cancelación y la embarcan. Así que, definitivamente, me despido de ella.
Martes
Por fin encuentro dónde hacer mis saludos al sol… en la azotea!
El hostel tiene una azotea lisa de cemento, como preparada para hacer más pisos. Y ahora que ya no llueve, está seca y no demasiado sucia, así que es el sitio perfecto para poner la esterilla y hacer mis saludos mirando hacia el mar.
También aprovecho el buen tiempo para pedirle a Tisa si puedo hacer una colada. Me la hace ella por $5, pero la tengo que tender yo. Es que la lavadora es nueva y no quiere que nadie la use.
Y también aprovecho que se ha ido Phillipe para organizar la habitación que, por ahora, es sólo para mí. La verdad s que es un lujo tener habitación individual por sólo $12/noche.
Después me voy a tomar un café a Avarua y a mirar las ofertas de trabajo en el periódico, como se hacía antes. 😉
Y encuentro una especialmente interesante. No sé si doy el perfil, pero la cosa tiene demasiada buena pinta como para no intentarlo.
Por otra parte, durante la mañana, me llega respuesta de uno de los resorts a los que escribí, el Nautilus Resort. Su director, Tim, dice que ha leído con mucho interés mi CV y que quiere conocerme en persona. Quedamos mañana a las 10h. Wow… la cosa empieza a pintar bien.
A la hora de comer, vuelvo hacia el hostel, pero hago una parada en una de las atracciones turísticas de la isla: el aterrizaje de los aviones que llegan desde Auckland o Los Ángeles. Pillo justo el de Auckland de las 15:20. Está lleno de gente que ha venido a por estos dos segundos de emoción.
Sigo con mi “nueva” costumbre de hacerme una ensalada al día para comer algo de verdura cruda. Me está sentando muy bien.
Y me la como mirando la puerta de la oficina del hostel… no tiene desperdicio.
Y por la tarde, en vez de ver el atardecer, por una vez, decido ir al lado contrario de la isla, a Muri, a darme una vuelta por la playa, que es famosa por ser considerada una laguna con islotes (motus), como los de Aitutaki, pero más modestos (y más cercanos).
Después me doy un paseo por la zona y paso por la sede de la religión Bahaï, de la que es muy seguidora Odette y la familia de Komera.
Como ya he comentado alguna vez, me llaman mucho la atención las tumbas aquí. Están por todas partes, muy a la vista, y mucho más cuidadas que las casas, como se puede ver.
Visto así, se diría que se preocupan más de los muertos que de los vivos… 😉
Y finalmente me doy una vuelta por el Night Market de Muri, donde al final me compro un pedazo de brownie casero, que es lo único que puedo comer de aquí.
Por la noche, en el hostel, me hago una quinoa con garbanzos, que me queda de impresión, y me la como mientras juego al chinchón (madre mía, yo jugaba a este juego de cartas con mi familia hace décadas) con la pareja de argentinos: Nicolás y Damaris. La verdad es que paso un rato muy agradable.
Pero la espera me mata. Estoy que no estoy. Ni estoy de vacaciones, porque siento que estoy gastando demasiado dinero, ni me acaba de salir un curro que me permita relajarme. En una situación un poco incómoda. Pero intento disfrutar mi tiempo aquí todo lo que puedo.
Por cierto, el morado de mi trasero, una semana después de mi caída, tiene dimensiones bíblicas, y aún duele un montón (me lo tengo merecido). Al menos intento estirar todo lo que puedo para que la bola de músculo que tengo ahí formada vaya volviendo a su sitio (perdón por los gráfico de la explicación).
Miércoles
Me levanto temprano para ir a la entrevista, pero no sin antes hacer mis saludos al sol y mi megadesayuno. Por cierto, que me he comprado una bolsa de LSA…
Son semillas de lino, girasol y almendras, todo molido. Es perfecto para añadirlo a mis desayunos o ensaladas. Fuente perfecta de proteínas y omega 3. Cuando eres vegetariano, tienes que tener cuidado con estas cosas.
En el Nautilus Resort mi entrevista es con Tim, un holandés absolutamente encantador, con el que charlo relajadamente sobre mis habilidades y lo que busco.
Me dice que están interesados en mis conocimientos informáticos (ay, no me libro…) y en el hecho de que hable italiano (porque tienen muchas parejas de allí). Dice que podrían gestionarme la visa, pero que para ello tengo que salir de Cook Islands y comprometerme a estar por lo menos un año para que les compense, ya que el trámite es complicado y caro para ellos.
Y confieso que me da bastante vértigo. De repente no estoy seguro de que sea eso lo que quiero. Me apetece estar un tiempo aquí, sí, pero mi idea era 2 o 3 meses. Me apetece estar trabajando, sí, pero mi idea era algo ligero de media jornada, no volver a trabajar en jornada completa en la profesión de la que estoy huyendo.
Para mí lo perfecto era un trabajillo de media jornada en temas de turismo u hostelería, que me permitieran sobrevivir aquí y pasándolo bien con los clientes y aprendiendo sobre el sector. Pero no estoy seguro de que nadie vaya a gestionarme la visa por algo así. Así que igual tengo que replantearme la idea.
Por ahora no voy a tomar decisiones, y veamos qué me ofrecen. Hay que fluir, no pre-agobiarse.
Tim queda en que hablará con Jane, la dueña del Resort, y me harán una oferta. Parecen realmente interesados.
Vuelta al Hostel y ensalada sana (mis compañeros del hostel flipan con mis healthy meals). Me he dado cuenta de que la familia que hay por aquí son los que hacen la limpieza y otros trabajos a cambio de alojamiento. Son los woofers del hostel.
Charlo por Facebook con Melani, la quiropráctica que me recogió en autostop la semana pasada. Está de reuniones toda la mañana, pero me dice de quedar luego para tomar algo por la tarde, que me llamará. Buen plan.
También recibo un mensaje de Odette diciéndome que hay un espectáculo de teatro musical en el Tereora College a las 17:30.
Como pasa la tarde y no tengo noticias de Melani, decido irme para el colegio a ver el espectáculo…
…que resulta ser una especie de muestra de fin de curso de la clase de música. Pero la verdad es que la cosa es entretenida. Como en todos los eventos aquí, venden comida en la puerta: Bocadillos de pollo con salsa de champiñones y dulces. Uf… lo de la comida aquí es terrible.
El día termina sin noticias de Melani. Perece que se lo pensó mejor y no sintió la necesidad de avisarme. (Nota: Quien escribe esto es mi ego masculino herido. Yo no tengo nada que ver).
Pero quien no se consuela es porque no quiere, y paso la noche jugando al chinchón con los argentinos. Es curioso, estamos tres grupos de personas en la zona común del hostel, y ninguno está hablando inglés. Está el grupo español, el grupo alemán y el grupo croata.
Deberíamos mezclarnos…
Jueves
El jueves por la mañana, cuando voy a subir a la azotea a hacer mis saludos al sol, me pilla la que limpia (la mujer de la familia woofer) y me dice que Tisa no quiere que los guests suban ahí. Mi gozo en un pozo.
Estoy un poco de bajón. No me acaba de salir nada y la espera me mata. Tengo la sensación de estar gastando mucho dinero sin una posibilidad clara aquí. Ni siquiera estoy seguro de que sea esto lo que quiero. Pero hablo con mi amiga Mer en Madrid y me ayuda a ver las cosas con mejor perspectiva. Es mi impaciencia, que me puede. Lo quiero todo ya, y hay cosas que necesitan tiempo y ver qué pasa. Realmente tengo todas las opciones del mundo delante, así que no hay motivos para agobiarse.
Por la tarde me encuentro con Carlos que me pregunta por mi solicitud en el Pacific Resort. La cosa es que me descartaron ahí, probablemente por sobrecualificado para lo que buscan (y dale.. que no me importa ser camarero!). Me comenta que conoce al Director Financiero, Marcus, que es chileno. Así que lo busco y le mando mi CV, a ver si así…
Termino el día con una de mis ensaladas…
…y enseñando a jugar al chinchón a 5 alemanas y la verdad es que lo pasamos bomba.
Viernes
El día empieza empieza raro. Por la mañana me voy a mi cafetería habitual a ver el periódico y consultar Internet, y el que me prepara el café me dice… “Ya he visto lo que has puesto en Facebook hoy”. Y yo… “¿Eing?”. No entiendo muy bien a qué se refiere, pero tampoco pregunto mucho. Doy por hecho que se ha equivocado.
Cuando estoy ya en la mesa, se me acerca una chica de la mesa de al lado y me dice… “tú eres el de Facebook, ¿no?”… y me enseña esto:
Flipo todo, claro. No tengo ni idea de quien puede ser. Me resulta hasta emocionante…
…y un poco creepy.
No recuerdo dónde es esa foto, pero repasando un poco mi blog, al final encuentro cuándo fue hecha…
Nueva Zelanda (Whangeteau) – Cerve en Auckland
…y con quien. Es verdad, Claudia, la alemana que conocí por Couchsurfing en Auckland, venía ayer a Rarotonga, y parece que ésta es la manera que se le ha ocurrido para encontrarme.
Por otra parte… ¡hoy es el Ariki Day!
Los Arikis son los representantes de las islas que gobiernan con cierta independencia, aunque para algunas cosas aún dependen de Nueva Zelanda. Para ello se reúnen en la Cámara de los Arikis.
Una vez al año se realiza una ceremonia en la que todos los Arikis de todas las islas, además de otros representantes, como los de la iglesia, los de Nueva Zelanda, etc… presentan sus ofrendas al Ariki principal. Hoy es ese día, así que me asomo a verlo, ya que es un acontecimiento único aquí.
Se celebra en el auditorio principal, donde van llegando los representantes.
Precisamente me encuentro en el auditorio con Claudia y su amiga, la que publicó mi foto.
La celebración es impresionante.
Al terminar la celebración, hay comida para todo el mundo.
La comida es un cesto (hecho de hoja de palma) con un coco y un montón de carne envuelta en papel de aluminio. La carne es pollo y cerdo, que es lo más típico de aquí. Yo me pillo un coco y me lo paso genial abriéndolo sin machete e intentando no pringarme demasiado.
Hace unos días contacté con Jess por Couchsurfing, una japonesa que viene hoy para Cook Islands desde Auckland. He estado buscando la manera de que me pueda traer mi teléfono, pero va desde Hamilton al aeropuerto directamente, y no puedo pedirle a Nat (que es la que tiene mi teléfono) que lo lleve hasta el aeropuerto, a más de 100 kms.
Buscando opciones, contacto con Andy, el escocés que trabaja en el Sawmill Café de Leigh y que conocí haciendo autostop (y que siempre se ha portado genial conmigo), por si diera la casualidad de que va a ir a Auckland hoy. Y resulta que no va, pero que unos amigos suyos que viven en Matakana (muy cerca de Nat) vienen el Domingo por la noche para aquí y me lo pueden traer ellos. Así que, más de un mes después, volveré a tener teléfono. Y además conoceré a esta familia, que según me dice Andy, son encantadores.
Por la tarde decido darme un paseo por la playa, desde el Backpackers hacia el oeste para ver el atardecer.
Y llego hasta el Castaway Resort donde me encuentro a mi guitarrista preferido tocando. Me lo encuentro en todas partes.
Así que me quedo a ver el atardecer con música de fondo.
Por la noche quedo con Carlos para ir al Boogies para escuchar de nuevo a la banda local, con el guitarrista, por supuesto.
Sábado
Por la mañana me voy al Market de Avarua para darme una vuelta. Allí me encuentro con la pareja de amigos de Odette que vinieron a lo de la paella. No sabía que tenían un puesto, y es que parece que son productores locales.
Charlamos sobre lo de que he dejado Tea House y que estoy buscando curro. Me comentan que el costo por hacer una visa de trabajo es de unos $500, que normalmente asume la empresa, pero a cambio de pedir un fuerte compromiso, normalmente de un año. Y que no voy a encontrar nada pequeño, y mucho menos algo ilegal, porque la isla es demasiado pequeña y al final se sabría y me deportarían.
Así que me voy del mercado con la sensación de que igual me estoy empeñando en un imposible. No estoy nada convencido de parar mi viaje por un año para trabajar en algo que no me apetece (otra cosa sería si fuese un trabajo realmente chulo), y está claro que no voy a encontrar otra cosa, por lo que empiezo a plantearme que, tal vez, va siendo tiempo de dejar la isla.
Decido darme una semana más y ver qué pasa, mientras voy preparando un plan B.
Como siempre, en el mercado es imposible comer nada sano, así que me voy al hostel y me hago un arroz con judías.
Mientras como, me acuerdo de que tanto Mateo (el italiano que estuvo en Tea House antes que yo) como Hilla me hablaron de otro sitio muy cerca del Tea House donde aceptan woofers. Lo busco en el mapa y al final lo encuentro. Se trata de Marei Nui Gardens, unos jardines orgánicos que tienen dentro una cafetería llamada The Hidden Spirit. Decido asomarme por ahí para preguntar… y el sitio es espectacular.
Pero no hay nadie, así que voy a un sitio con Internet para escribirles. Y veo que están en WorkAway. Así que les escribo por ahí.
Pero veo que también hay otra oferta en WorkAway del General Manager del Crown Beach Resort pidiendo woofers para sus resorts (parece que tiene más de uno). Es perfecto para mí. Así que también les escribo. Y empiezo a ver una salida. Cualquiera de los dos sería la forma perfecta de poderme quedar aquí un par de meses, sin compromiso.
Así que… confiemos.
Por la tarde decido salir a correr por la playa, algo que no he hecho desde que llegué a Cook Islands hace un mes. Como es durante el atardecer, me llevo la cámara, claro.
Consigo correr unos kilómetros, pero no demasiados, porque el glope de mi trasero aún se resiente.
Una vez en el hostel, para cenar, me hago una de mis ensaladas…
…y uno de los kiwis del hostel, que ya lleva días fijándose en mis comidas, me dice… “Oye, y si te doy algo de dinero y cocinas para mí?”.
Y es que la gente del hostel se hace sobre todo pasta, carne, fideos, latas y cosas así. No están acostumbrados a ver ensaladas y guisos.
Después de cenar me voy a Avarua a conectarme a Internet para escribir el blog. Recibo un mensaje de Jess, la china de Couchsurfing que llegó anoche, diciéndome de quedar algo más tarde.
Al final conecté a Jess con Odette para que se quedara con ella, avisándole de que no era fácil, pero Jess me insistió en ello. A ver qué tal lo lleva.
Quedamos por la noche en Trader Jacks para tomar algo y contarnos la vida. Va a estar sólo los 10 días que tiene libres entre los semestres de sus estudios de Turismo en Hamilton (NZ). Luego la llevo a casa de Odette, que es donde se aloja.
Domingo
200 días viajando. Se dice pronto.
Sigo sin poder hacer mis saludos al sol. Pero mis desayunos no me los quita nadie.
¡Son multicolor!
Desayuno charlando con Tristan, un medio holandés (por nacimiento) medio canadiense (por crianza) que lleva unos días en el hostel. Tiene 29 años y lleva desde los 26 viajando. Empezó con la intención de viajar unos 6 meses, pero fue viendo que era tan fácil y tan divertido, que lo fue alargando, alargando… y lleva ya 3 años, y dice que ahora es su forma de vivir, que no se ve de otra manera. Que cuando le preguntan su profesión, él dice “viajero”.
Me suena… 😉
Tristan me dice que quiere ir hoy a la montaña. Le comento lo del Te Manga y le apetece mucho. Yo le digo que tuve un accidente allí la semana pasada y que no me animo demasiado a ir, que estoy pensado en ir al Ikurangi, que es un pico cercano al Te Manga.
Como está sin transporte me dice que si le puedo llevar hasta ahí y empezar la ruta juntos. Acepto encantado. Así que cojo mi agua con limón y mis barritas de frutos secos que tengo para estas ocasiones, y vamos a Matavera con mi moto.
Nada más empezar nos encontramos con una pareja de alemanes: Tania y Daniel, que también van hacia el Te Manga, así que les acompañamos.
Al final no me fijo demasiado en el desvío hacia el Ikurangi y, por otra parte, tenía la espinita clavada de terminar el Te Manga, así que… qué mejor ocasión que bien acompañado, en un día muy soleado y bastante seco. ¡Y hoy sí llevo mis botas de montaña!
Así que… vamos a por el segundo intento de coronar el Te Manga.
Los alemanes van un poco más lentos que nosotros, así que finalmente los dejamos atrás, y Tristan y yo seguimos subiendo a buen ritmo.
Eso es Avarua…
Al igual que la otra vez, la subida se va complicando según nos vamos acercando a la cima. Con paredes casi verticales que se pueden subir porque han puesto una cuerda, que si no, serían imposibles.
Y es muy fuerte la sensación de que tienes que confiar 100% en que la cuerda es lo suficientemente resistente, porque si se soltara, la caída sería brutal.
Hay un pequeño pico muy cerca del final…
…y poco después pasamos por el sitio donde me caí la otra vez. Me doy cuenta de que es, con diferencia, el punto más difícil y peligroso del camino. Es curioso como mi mente reacciona al pasar por ahí… es puro acojone. Es como si se formara un minitrauma en mi cerebro. Pero, con muchísimo cuidado (y cague), consigo pasarlo.
Llegamos finalmente al punto donde dimos la vuelta la otra vez. Efectivamente es una pared muy vertical con una cuerda, pero esta vez está mucho más seco y llevo las botas, así que se puede hacer.
Después de esa pared con cuerda, lo que hay es… otras 4 paredes iguales, todas con cuerdas. Y es que el pico del Te Manga es muy escarpado y la llegada es casi vertical.
Pero, finalmente…
…¡Hacemos cima!
Hemos subido en 2 horas exactas. Muchísimo más rápido que la otra vez.
La cima es minúscula, un pedazo de tierra de no más de 10 metros de largo. Allí nos encontramos con Adam, un Kiwi que vive en Rarotonga y trabaja para la TV local.
Desde aquí se ve muy bien el aeropuerto…
…El Needle (Te Rua Manga… es decir, el Te Manga II), por donde pasé cuando hice el Crossing Island…
…y también se ven perfectamente los famosos “canales” en la barrera de coral. Son aberturas en la barrera que hacen que el océano llegue hasta la playa. Son zonas muy peligrosas para el baño o el snorkel porque hay fuertes corrientes que pueden arrastrarte mar adentro.
…todo
Poco después empezamos la bajada, con especial cuidado, que ya se sabe que es lo más peligroso.
Cuando llegamos al pequeño pico, nos encontramos a Tania y Daniel, que están llegando.
Así que aprovechamos para hacernos una foto los 5 juntos…
…antes de tomar cada uno su camino. Ellos siguen hacia la cima, Adam se entretiene haciendo fotos y Tristan y yo bajamos a buen ritmo.
De repente nos damos cuenta de que nos hemos salido del camino y que estamos en una ladera bastante complicada, llena de ramas secas que rompen cuando intentas agarrarlas, y con un terreno bastante resbaladizo. Ya nos vale…
…pero al final encontramos de nuevo el camino y para las 15:30 ya estamos abajo.
Desde Avarua la vista del Te Manga es impresionante, y eso que son sólo 650m.
Vuelta al hostel, ducha y me voy para Titikaveka, donde tengo la cena con la familia de Komera. Por el camino paro en un súper para comprar una botella de vino, pero…
…una de las consecuencias de la religiosidad heredada de las misiones aquí son algunas normas un poco absurdas y extremas, como que esté rigurosamente prohibido vender alcohol los domingos.
Hoy el atardecer es especialmente espectacular.
Al llegar a casa de Komera, me encuentro a un montón de gente, y es que ha invitado a todos sus amigos a una cena en plan informal y a jugar a un juego de mesa… bueno, de suelo.
Y no falla, el juego es sobre palabras raras que hay que adivinar su significado o inventártelo para conseguir que los demás se crean que es el correcto. Mi inglés ha mejorado mucho, pero no tanto como para inventarme deficiones creíbles. Pero al final no se me da mal. 😉
Y así termina mi semana, llena de altibajos emocionales, un poco de transición y sin saber muy bien si me quedaré aquí dos meses, un año… o sólo unos pocos días más. Pero pase lo que pase, se tiene que definir esta semana, porque no me puedo permitir gastar mucho más.
Pero también es la parte buena de mi viaje, la libertad de poder cambiar lo planes de un día para otro. Siempre hay más opciones. Muchas.
Y me sigue gustando estar aquí, la gente que conozco, el tipo de vida que hay aquí… es todo tan diferente a todo lo que he conocido hasta ahora.
Pero si hay que moverse… tampoco pasa nada.
Hay mucho mundo que ver.
0 Comments