28 – 30 julio 2017
591 días viajando…
60 días en Kep…
Mi viaje de vuelta de Phonm Penh a Kep transcurre sin novedades. Esta vez lo hago sin ninguno de los perretes… y se me hace raro.
Por el camino me escriben unos amigos comentándome que han comprado pizza para almorzar y que si me apunto para celebrar mi cumple. Les comento que aún me queda más de una hora. No hay problema, me guardan un trozo.
A media tarde llego por fin a Kep, así que después de instalarme, me paso por casa de mis amigos.
Estamos de charla agradable y me ofrecen la pizza que me han guardado. Cuando me la traen, me comentan que es una Happy Pizza que han comprado en Kampot…
…y da la casualidad que justo la tarde anterior Sara me habló de la Happy Pizza, porque vimos varios restaurantes que la anunciaban en el riverside de Phnom Penh. Efectivamente, es una pizza que lleva marihuana en lugar de orégano.
Curiosamente no le di ninguna importancia y me comí alegremente mis tres pedazos pensando que sería como fumarse un porrete, cosa que a mí nunca me hace ningún efecto.
Seguimos de charla y a la hora o así les digo que me voy ya y me dicen… “pero dónde vas a ir, alma de cántaro, que esto hace efecto a partir de la hora y pico”. Y yo pensando… “si a mí esto no me hace nada”…
…y de repente empiezo a sentirme raro.
Fase 1. Intentando entender…
Una parte de mi mente sigue racional, mientras el resto empieza a flipar. La parte racional no entiende por qué si ellos tomaron la pizza mucho antes que yo, no les hizo efecto o, si se lo hizo, cómo no me di cuenta??
Fase 2. El absurdo…
De repente todo empieza a ser muuuuuy absurdo. Todo lo que dicen me parece tan absurdo que no paro de reírme. Mi parte racional no deja de pensar si realmente estamos teniendo un diálogo de besugos de dimensiones siderales o es mi mente que interpreta así una conversación normal. Desearía que una cámara estuviera grabando esto para analizarlo después. Pero es una fase muuuuuy divertida y de muchas risas.
Fase 3. Desaparece la realidad…
Literalmente desaparece la realidad. Me siento sumergido en otra dimensión donde la realidad no existe… y me pierdo. Me siento completamente perdido… y me acojono. Mucho. Es una fase bastante chunga en la que pierdo por completo el control. Ya no sé ni lo que hago ni lo que digo. La pequeñísima parte racional que me queda no para de decirme que no me preocupe, que todo está bien… pero me preocupo. También me hace estar callado y sin moverme. Tengo la sensación de que cualquier cosa que haga o diga puede no tener ningún sentido y eso me da pánico.
Sí, vale, me cuesta dejarme llevar…
Tengo la absoluta necesidad de que me digan que todo está bien, por eso me quedo mirando a la gente muy fijamente, esperando que me pregunten si estoy bien. Yo siempre respondo que no.
Mi consciencia es mínima. Pierdo la orientación del lugar donde estoy e incluso tengo la sensación de que somos más personas de las que somos.
Otro efecto curioso. Tengo la impresión de que lo que pienso, se cumple. Miro a uno que está recostado en el sofá y pienso… “debería tumbarme ahí”. Poco después me dice… “¿Quieres tumbarte en el sofá?”. Con muchísima dificultad consigo levantarme de mi zona de seguridad (la silla) y alcanzo el sofá. Más tarde veo a otro tumbado en una hamaca y pienso… “igual estaría mejor ahí”. Entonces me dice… “¿te quieres tumbar en la hamaca?”. Empiezo a pensar que puedo modificar el futuro a través de lo que deseo.
Paso por la hamaca, pero no es buena idea, marea bastante, así que vuelvo al sofá, donde me tumbo y me duermo a ratos. Pero lo que estoy viviendo es bastante parecido a un sueño, por lo que soñar tampoco ayuda, porque genera más confusión aún.
Siento la necesidad de ir al baño, pero la idea de llegar hasta ahí me parece una proeza irrealizable. Al final consigo pedirlo y me indican como ir. De alguna manera consigo llegar hasta allí. Tardo una eternidad en encontrar el botón de la luz. Casi no me atrevo a mirarme en el espejo para no asustarme de lo que veo. Dudo si seré capaz de volver al sofá, pero, contra todo pronostico, lo consigo.
Sigo completamente perdido en algún lugar alejado de la realidad y me asaltan todo tipo de miedos. Pienso que me he hecho un daño cerebral irreversible y que me voy a quedar así para siempre, lo cual es tremendamente aterrador. Creo que es algo así lo que se debe sentir en algunas enfermedades mentales.
Mi parte “consciente” se alegra de que mañana no tengo nada importante que hacer. Menos mal que mi viaje a Vietnam es pasado mañana.
Fase 4. La ventana de atención…
Debo haberme quedado dormido. Cuando me incorporo me siento aún muy confuso, pero la realidad parece que ha vuelto. Es un enorme alivio. Pero me doy cuenta de que tengo el mismo efecto (aunque multiplicado por 10) que me ocurrió la última vez que fumé marihuana, lo que yo llamo “la ventana de atención”. Y es que mi mente puede entender lo que me dicen, puedo procesarlo y contestar con cierta coherencia y normalidad, pero todo ello se diluye a los pocos segundos. Es decir, mi ventana de atención es terriblemente pequeña. Si me hacen una pregunta sencilla, la puedo contestar. Si es una pregunta larga, el principio de la pregunta ya se ha perdido y la cosa se complica. Se me hacen una pregunta de algo de lo que se está hablando…. no way. Eso se perdió hace tiempo. Esta fase es muuuuy larga.
Miro el móvil y son como las 23h. Siento que ha pasado una eternidad, pero no han sido tantas horas. Pienso que en algún momento debería volver a mi casa y justo en ese momento (o mucho después, vete a saber) me dicen que debería irme a mi casa y se ofrecen a acompañarme, cosa que agradezco porque me siento absolutamente incapaz de llegar por mí mismo, y eso que estoy en la casa de al lado.
Consigo llegar a mi cama. Sigo bastante confuso y asustado. La soledad no ayuda. Es mi primera noche sin los perros. Pero Miu, la gata de Sara que, como todos los gatos, es especialmente intuitiva, llama a mi puerta. Le abro, se asegura de que no hay perros en la costa, se sube a mi cama, se acurruca en mi pecho, y por fin conseguimos dormir.
Fase 5. El día siguiente…
Pensé que todo se pasaría con el sueño… pero no. Me despierto pronto, sobre las 7 y sigo muy confuso, sin entender del todo qué ha pasado. La ventana de atención se ha ampliado, pero sigue ahí.
Me voy a L’Epi d’Or a tomar un café para despejarme y chateo con buenos amigos en España para contarles la experiencia e intentar entenderla. La verdad es que el poder hablarlo me tranquiliza mucho.
Me tomo el día con calma, sin hacer gran cosa, viendo alguna peli e intentando comer y beber mucha agua.
Fase 6. Vuelta a la “normalidad”…
Sobre las 17h por fin noto que mi mente empieza a despejarse y vuelvo a ser yo. Es un graaaaaaan alivio. Ha sido un efecto de 24 horas. Me voy hasta la playa para darme un paseo, despejarme y despedirme de la última puesta de sol en Camboya.
Dedico el resto de la tarde a preparar mi mochila y dejarlo todo recogido y limpio.
El día siguiente, 30 de julio, es el día de mi despedida de Camboya. Quedo a desayunar con mis vecinas en el Kep Coffeepara despedirnos y agraderles infinitamente toda la ayuda que me han prestado en estos dos meses, especialmente a Pilar.
También me despido de Miu, que volvió a dormir conmigo anoche. Está mucho más relajada estos días sin Moli intentando jugar con ella.
A las 10:30 viene a recogerme la minivan de Anna Tours, a quienes les he comprado el billete a Ho Chi Minh (Vietnam) por 18 USD.
Me llevan hasta la sede de la agencia (que está al lado de mi casa) y allí toca esperar a otros pasajeros.
Al final salimos sobre las 11 en dirección a Ha Tien, la frontera terrestre con Vietnam.
Yo voy bien preparado con mi litro y medio de gazpacho que me preparé ayer.
Éste es el trayecto que tenemos por delante.
En la frontera el proceso es parecido al que hice hace justo un mes para renovar mi visa. El conductor nos pide los pasaportes para hacer el checkout en la salida de Camboya, pero todos optamos por hacerlo nosotros mismos.
Después cogemos la minivan para llegar hasta la entrada de Vietnam y allí de nuevo preferimos hacer nosotros la gestión. Primero hay que rellenar un formulario por el que nos cobran 1 USD (con todo el morro) y nos toman la temperatura. Después vamos al check-in. Yo llevo imprimida la eVisa que me saqué online y no tengo ningún problema ni tengo que pagar nada más. Está claro que es la mejor opción para entrar en Vietnam más de 2 semanas. Ahí queda la frontera.
Y aprovecho la espera para celebrar que todo ha ido bien.
A partir de ahí nos separamos en distintas minivan según el destino de cada uno.
Los que vamos a Ho Chi Minh subimos a otra diferente que nos lleva… a la estación de autobuses de Ha Tien!
Allí el conductor nos indica por señas que compremos el billete a Ho Chi Minh. Yo le digo que ya tengo el billete de Anna Tours, pero me insiste en que vaya a la ventanilla y pille un billete. Yo le aviso que no voy a pagar más. Al final voy a la ventanilla, hay un intento de hacerme pagar el billete, pero le enseño el que llevo y le digo seriamente que no voy a pagar nada más. Acceden y me dan un billete sin coste para el bus a Ho Chi Minh que sale a las 13:30.
Y poco antes de esa hora… aquí está nuestro bus.
Y la verdad es que lo de los asientos-tumbona es una maravilla para trayectos largos.
Con algo de tristeza y nostalgia dejo atrás Camboya donde he pasado estos dos meses tan tranquilos y agradables. Pero estoy ilusionadísimo con el mes que voy a pasar en Vietnam…
…pero eso será en el próximo capítulo! 😉
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