Nueva Zelanda (Wharariki) – Día de tranqui

by | 13 Apr 2016 | 0 comments

14 abril 2016

119 días viajando…
4 días en Wharariki…

Pues al final me quedé dormido a las 22h como un bendito a pesar de la música y la fiesta al lado. He dormido 9 horas como un señor. 

Para compensar, me hago media serie de Ahstanga que ya toca.

Ya ha empezando la inevitable diarrea de cuando tomas antibióticos. Y yo sin probióticos para después. Es lo malo de vivir aislado. Ya los pillaré cuando vuelva a la civilización. 

Para desayunar me intento hacer una tortilla de cebolla, calabaza y zanahoria (¡venga carotenos!). “Intento”, porque con esta sartén se hace lo que se puede. 

Me lo como en la terraza de la cocina. Los colores son impresionantes hoy. 

Después de desayunar me voy para la reunión. Hoy sí está Dion. Me dice “ayer estuviste trabajando el metal, eh?” y yo “sí, estuvo divertido”. 

Y ya.  

Está claro que no hay mucho interés en conocerme. 

Tengo bastante claro que me iré el domingo, cuando haya cumplido una semana. 

Incluso para pedir las cosas, Dion se las dice a Richard para que me las diga. Es como si no tratara directamente con los woofers. O al menos no conmigo. 

Le pide a Richard que entre él y yo saquemos la cocina (electrodoméstico) que hay en su cocina (habitación), y que pongamos otra cocina que tiene en su garaje y que pesa un muerto. Al parecer se les ha estropeado el horno y Lea lo necesita para hacer los muffins de su café. 

Luego me piden que recoja las cenizas de la hoguera que hicieron hace unos días en su jardín. Me siento un poco chacha, pero bueno, es lo que toca. 

Después toca hacer la limpieza de las zonas comunes de nuevo. Hoy también lo hago con Sam. Curiosamente los demás woofers nunca hacen la limpieza. Curioso reparto de tareas. Supongo que a los novatos (o los que no tenemos el inglés como primera lengua) nos toca lo peor, pero está mal pensado si lo que quieres es que la gente se quede. En mi caso han conseguido que me quiera ir enseguida. 

Después de la limpieza me vuelven a mandar al taller a ayudar a Matt con el remolque. Es un trabajo que me gusta, la verdad. Matt es un buen tío y es de los que confían en que sabrás encontrar la manera de hacerlo, en vez de corregirte todo el rato. Me pide que quite la madera de la rampa del remolque y le sugiero una manera de hacerlo y me dice “adelante!”. Los tornillos están tan oxidados que se parten al intentar quitar las tuercas. Da igual, lo importante es quitar las tuercas. Después toca usar una palanca y al final, un poco a lo bruto, termina saliendo. 

Después me pide que quite el óxido y pula el eje. Está completamente lleno de óxido. 

Primero utilizo la pulidora grande de disco para la cara superior. Pero para los lados pesa tanto, que opto por coger la pulidora más pequeña. 

Una vez quitado lo más gordo del óxido termino de pulir cambiando el disco por el cepillo de púas de acero. Y por último una capa de antióxido.

Termino sobre las 14h y ya soy libre. Me voy a la cocina a hacerme algo de comer. Me hago algo sencillo, parecido a lo de anoche, una ensalada de tomate, zanahoria, remolacha, quinoa, arroz, lentejas rojas y garbanzos, con un huevo cocido. 

Después de comer me subo al pequeño montículo de al lado para ver mis sms. Le he pedido a mi amiga Mer que mire mi correo para ver si me confirman lo del Vipassana. Me dice que sigo en lista de espera, pero que habría una posibilidad si tengo tienda de campaña y no me importa dormir en ella. Pues no, no tengo. 

Creo que voy a descartar el Vipassana por ahora. Cuando las cosas se ponen difíciles, no hay que insistir. Algo me dice que no es el momento.

Así que mañana, en cuanto termine mi curro, salgo para Collingwood a buscar internet y concretar mi siguiente paso. Creo que me voy a ir al café vegetariano de la península de Coromandel, que me han ofrecido ir y seguro que hace menos frío. 

Para ello necesito ver si Sirpa puede acogerme el domingo en Nelson o Picton, cruzar el lunes, quizá quedarme con Susan del lunes al martes y llegar allí el martes o el miércoles. Todo eso tengo que organizarlo en una hora u hora y media como mucho, para que no se me haga tarde para volver. 

En fin, me voy hasta la playa a dar una vuelta. Me recorro la playa hacia el oeste, pasando por una cueva que ha formado el mar. 

Cuando estoy llegando me doy cuenta que de mi mochila sólo cuelga una de mis dos sandalias que me quité cuando llegaba. Ups. Media vuelta. 

Por suerte la encuentro unos cientos de metros atrás. Está empapada. Parece que la marea se la había llevado, pero luego me la ha devuelto. 

Aprovecho para hacer algunas fotos. 

A la vuelta veo una especie de cascada de arena que no puedo evitar la tentación de subir. 

Desde arriba las vistas de las Archway Islands son impresionantes. 

Luego me recorro la playa hacia el este. Llego hasta donde me encontré al cachorro de foca hace un par de días. Pero hoy no veo ninguna. 

Me gustaría quedarme hasta la puesta del sol, pero falta una hora y hay mucho viento y hace bastante frío, así que decido dejarlo para otro día. 

De vuelta al Holliday Park, me hago un té de limón y jengibre, que cada vez me gusta más. 

Y después me pongo ya con la cena. Me hago un guiso de lombarda, calabaza, zanahorias, garbanzos y arroz, con ajo, cebolla, jengibre, curry, cúrcuma, orégano y pimentón. 

Loreen pasa por segunda vez por la cocina camino de la oficina, donde está su pareja, Axel. Me dice que Axel le ha dicho que ella huele a curry y que huele muy bien. Le ofrezco que se lleve un plato para Axel, ya que he hecho de sobra. 

Al rato vuelve diciendo que les ha encantado. 🙂

Me comenta que mañana se van Sam, Axel y ella. Que el domingo se va Matt y que el martes se va Anne. Yo le digo que es probable que yo me vaya el domingo también.

Dedico el resto de la noche a leer el libro que me regaló mi amiga Jean, de Melbourne. 

Me viene muy bien leer en inglés y éste es perfecto, porque utiliza un lenguaje muy sencillo. Es un poco de estilo Ionesco, con un humor bastante absurdo. Pero me está gustando. 

Aunque no tengo conexión, sigo escribiendo mi blog en el bloc de notas del móvil. Cuando por fin tenga conexión y mucho tiempo libre, me pondré a publicar. Me va a llevar tiempo ponerme al día, pero teniéndolo escrito es sólo poner las fotos y repasar. 

En el fondo me viene bien este tiempo sin conexión. Dedico más tiempo a leer, meditar, cuidarme… pero también es verdad que literalmente no puedo estar sin internet. Aún tengo un servidor propio con unos pocos clientes, que me proporciona unos pocos ingresos y que si falla, necesito estar conectado para solucionarlo. Y además necesito poder mirar futuros destinos y tomar decisiones como a donede voy a ir después de Cook Islands, porque seguramente me pedirán billete de salida. 

La lección es intentar estar menos conectado y estar más conmigo mismo, pero no rechacemos la tecnología y la comunicación. Porque pueden ser (son) un gran bien. 

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