17 abril 2016
122 días viajando…
7 días en Wharariki…
Las 7h. Último día en el “paraíso”. Curiosamente coincide cuando cumplo 4 meses fuera de España.
Remoloneo un pelín para darle margen a Claudia, pero cuando salgo a hacer mis saludos al sol, no está. No ha conseguido levantarse.
Después voy hacia las zonas comunes…
…y me la encuentro ahí desayunando. Ha dormido regular y no ha conseguido levantarse a las 7.
Yo me ducho y empiezo a prepararme el desayuno. Ya es un desayuno de sobras: lo que me queda de quinoa, con lo que me queda de lentejas rojas, con la última zanahoria y el último huevo.
Café y una rebanada de pan con Nutella, gentileza de Claudia. Hace un día estupendo.
Allí mismo nos despedimos. Ella se va a hacer una ruta y yo marcho a recoger mis cosas y después a mi última reunión.
Llego el primero…
…y está solo Dion que me recibe con alegría y amabilidad con un “Last day, eh, Pablo?” y acto seguido me paga, sin regatear y sin esperar a que termine mi jornada, los $60 de la comida de la semana. Parece que Richard ya le ha contado. Se acabó el mal rollo.
Van llegando los otros woofers: Ann, Aaron, la alemana nueva… y Dion va pagando (el domingo es el día de paga), así en mano, ni sobre ni nada, a la vista. Y eso es parte del juego. El “yo controlo personalmente tu paga”.
Pero estamos hablando de $10/día y un colchón, por 4 horas de curro. Son $2,5/hora, cuando el mínimo legal aquí es de $15/hora. Ejem…
Me voy con Richard a hacer mi última limpieza. Esta vez sí que me la hago casi solo, porque Richard está haciendo los bungalows.
Por cierto, lo de las mosquitas en este sitio es un problema. Está absolutamente plagado.
Cuando termino, a las 11:30 en punto, me encuentro con Ann y me despido de ella, me cambio, recojo mis cosas y me dirijo a la puerta del Holliday Park, despidiéndome de este lugar que me ha dado tan malos rollos como increíbles paisajes y experiencias con la naturaleza. Esta vez la naturaleza ha sido más amable que algunas personas.
Estoy por salir cuando veo un coche que sale también. Le pongo el dedo y para. Le digo que voy a Nelson y me dice que me lleva. Que sólo tiene que hacer dos paradillas por el camino. No me lo puedo creer, a la primera y en un solo viaje!
Se llama John y es el prototipo de entrenador de instituto de película americana. 49 años, pero súperdeportista, con bíceps como balones, actitud estricta y seria pero campechana, habla fuerte y con seguridad.
Nació en Zimbagüe, vivió en Sudáfrica y luego Nueva Zelanda. Su lengua materna en el Afrikáans. El inglés lo aprendió en el colegio, donde estuvo internado desde los 6 a los 18 años (es un auténtico estereotipo), se dedica a las ventas (por supu) de productos de nutrición y salud para animales. Me enseña sus cuentas, cuánto beneficio ha conseguido para su empresa en las últimas dos semanas.
Vive en Hamilton, más al norte que Ohakune y va para allá en el ferry de mañana a las 8. Da la casualidad de que yo también estoy pensando en pillar ése, así que igual me puede llevar también mañana.
Hacemos una miniparada en Collingwood y sacamos unas fotos de la marea baja. La bahía es tan plana que, cuando baja la marea, el mar se aleja cientos de metros.
Después hacemos otra parada en Motueka que aprovecho para comprarme (y comprarle) un café.
Conduce a toda leche, pero con bastante seguridad. Eso hace que el trayecto que a la ida me llevó 5 horas, lo hagamos ahora en la mitad. A las 14:30 me deja en Nelson, muy cerca de la casa de Sirpa.
Sólo tengo que subir la cuesta y justo me la encuentro saliendo. Va a comprar y recoger a Zara. Me dice que la puerta está abierta, que me ponga cómodo. Se puede ser más maja??
Así que durante más de una hora me pongo al día con el correo, facebook, amigos trasnochadores y demás. También hablo con mi antigua couchsurfer italiana, Fede, que está en Ecuador, para asegurarme que está bien tras el terremoto de anoche. Dice que ha sido muy fuerte y, sobre todo, largo, pero que está bien. (¡Hola, Fede!)
Re-confirmo mi asistencia al retiro de Vipassana. Escribo a Nat, la host de Whangateau, madre con dos hijos, y le pido detalles de la estancia. Me dice que soy su primer helper. Su respuesta es tan sincera, entrañable y dulce, que se me quitan todas las dudas. Es el sitio perfecto para no volver a equivocarme. Me da habitación individual, me da de comer (sin problema con que sea vegetariano) y tiene WiFi. Éste sí es el paraíso.
Reservo billete en el ferry de las 8 y confirmo con Susan que me acoge por dos noches, las dos últimas antes del Vipassana.
Cuando llegan Sirpa con Zara, nos tomamos un té/café y le regalo mi libro (que ya terminé ayer) a Zara con la promesa de que lo regale cuando lo termine.
Poco después nos vamos Sirpa y yo para Ngakuta Bay. Zara se queda.
Por el camino le comento el buen trabajo que ha hecho con sus dos chavales. Se les ve muy respetuosos, muy centrados y muy inteligentes. Sirpa sabe que se le irán dentro de poco, y lo apoya y lo entiende, pero le cuesta.
Es curioso porque cuando he manifestado en alguna ocasión mi (más o menos) convencida decisión de no tener hijos, uno de los argumentos más esgrimidos por los pro-hijos era “cuando seas mayor te sentirás muy solo”.
Pero curiosamente estoy viendo, en muchos casos, el proceso contrario. Los padres de familia muchas veces se han dedicado tanto a los hijos, que han dejado de lado amistades y vida social. Y cuando los hijos vuelan, se sienten solos y perdidos. Mientras que los no-padres, han mantenido amistades y vida social toda su vida.
Por supuesto estoy generalizando, y mucho. Pero me parece una reflexión interesante.
Me parece muy importante que los hijos no sean ni lo único ni lo primero. No hay que descuidar la propia vida en ningún caso. Creo que hay que ver a los hijos como algo pasajero. Muy pasajero. En la adolescencia ya empiezan a volar, emocionalmente. Y es algo que hay que fomentar y apoyar. Y será menos duro, cuanta más vida propia tengamos.
Por supuesto esto es una opinión, nunca un consejo. 😉
Llegamos ya de noche. Paul, su marido, ha cocinado algo de pasta con mejillones. Ellos cenan mientras yo me cocino un arroz de cosas, nunca mejor dicho, porque aprovecho todo lo que me queda: ajo, jengibre, boniato, una manzana… y no me queda nada mal. La manzana le da su punto.
Da gusto en esta casa donde me dicen, ahí tienes la cocina a tu disposición. Yo no necesito más, la verdad.
Después de cenar, Sirpa me enseña su álbum de fotos de cuando se compraron una autocaravana, cuando Zara y Zack eran muy pequeños, y recorrieron Europa por 2 meses. Me enseña especialmente su paso por Barcelona y Figueras. Sirpa tuvo a Dalí como gran referente en sus comienzos artísticos. Pero también hay fotos en Italia, Francia, Suiza, Dinamarca, Noruega y, por supuesto, Finlandia, donde viven sus padres y donde finalmente se quedó la autocaravana, porque no la consiguieron vender.
Es genial ver las fotos de la caravana tuneada con el logo de sirpa.com.
Especialmente interesante es su Página de Facebook. Todo apoyo que reciba es poco en comparación con lo que me ha ayudado.
Después ponen una peli, Antman, que yo aprovecho para empezar a publicar en el blog mis días en Wharariki. Aunque los tengo escritos, lleva bastante tiempo seleccionar las fotos, subirlas y maquetarlo. Al final consigo publicar un par de días.
Cuando reservé el ferry no pensé bien lo que hacía. Si sale a las 8, quiere decir que tengo que estar en Picton antes de las 7:15. Desde Ngakuta Bay se tarda como 20 minutos. Eso quiere decir que tengo que haber pillado quien me lleve antes de las 7, pero lo malo es que a esas horas aún no ha amanecido y de noche es bastante difícil conseguir que te lleven. Sin contar el nulo tráfico que habrá. Pero bueno, confiemos. Decido ponerme el despertador a las 5:30 para estar en la carretera a las 6. Una hora de margen. Y a ver…
Como he dormido tanto estos días, tengo poco sueño, pero al final me duermo en el mismo sofá sobre las 1:30. Por 4 horas no merece la pena usar la cama del remolque.
La charla con mis amigos en España me ha terminado de quitar todos los malos rollos. Hemos hablado sobre lo que me ha pasado, sobre los miedos…
Y es que cuando decides ir por el mundo con el corazón abierto, intentando que tu único lenguaje sea el del amor, descartando todo tipo de violencia (incluida la verbal)… te vuelves vulnerable. Pero es una vulnerabilidad positiva. Nos enseñan demasiado a ser fuertes, cerrados, seguros, a no sentir emociones…
Pero igual hay otro camino.
Si pudiéramos elegir el tipo de gente con la que queremos vivir en una sociedad… ¿qué tipo de gente escogeríamos?
Pues empecemos por nosotros.
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