18 abril 2016
123 días viajando…
19 días en Rangataua…
Mi alarma suena a las 5:30, inexorable, y allá vamos. Ducha rápida, recojo mis cosas y salgo en silencio. Siento no poder despedirme, pero no quiero despertarlos.
Desde luego que Sirpa y su familia han sido literalmente mi salvavidas en 3 ocasiones. Eso no se olvida.
A las 6 en punto estoy en la carretera. Es de noche y no pasa ni un alma… así que mucho menos un coche.
Al rato viene un coche por mi espalda. OK, estoy en el lado equivocado. Demasiado dormido para acordarme por qué lado se conduce aquí.
Me agobio, pero pienso que tengo una hora de margen. Así que tranquilidad. En la primera media hora, prácticamente no pasa nadie. En la segunda media hora pasa algún coche suelto, pero que no paran ni poniendo caritas. Empieza a amanecer.
A las 6:45 empiezo a verlo realmente negro, pero cuando ya estoy a punto de pedir ayuda a Sirpa, por fin me para un coche. Una camioneta de las que hace trabajos de calle.
Mi salvador es George, un muy joven ingeniero que va a trabajar a Picton. Me deja allí a las 7:05. Al final me han sobrado 10 minutos. Soy un agonías.
Facturo mi mochila y nos llevan en bus hasta el barco.
Lo primero es pedirme un minidesayuno: café y frittata veggie.
Y el resto del trayecto es para publicar dos días más del blog y para resolver asuntillos pendientes. Voy a estar completamente desaparecido por 10 días, y lo tengo que dejar todo muy bien atado.
En el barco me vuelvo a encontrar con John, que efectivamente ha cogido el mismo ferry que yo y se ofrece a llevarme hasta Waiouru, muy cerca de Ohakune. Él tiene que seguir hasta Taupo.
La verdad es que menudo autostop. Me voy a hacer medio país con él.
Cuando llegamos, bajo del barco con el resto de pasajeros que van sin vehículo. Me sorprende que tengamos que salir por entre los coches.
Voy a la terminal a recoger mi mochila y al salir ya está John esperándome.
La verdad es que me hubiera gustado pasar una noche en Wellington para conocerlo, pero no me ha dado tiempo a encontrar un couchsurfing, así que… en otra ocasión. Además, hace un frío que pela aquí.
Salimos directamente a la carretera y allá vamos. Tenemos más de tres horas por delante. Hago exactamente el mismo camino que hice a la ida.
Sobre las 14h paramos en Hunterville para comer algo.
Haciendo honor al nombre del pueblo, no hay demasiadas opciones vegetarianas. Al final me pido la sopa del día. Lleva nata, pero qué se le va a hacer. Al menos me ponen el pan sin mantequilla. John se pide unos huevos benedict.
Voy a ir a pagar, pero John no me deja. Insisto en invitar, ya que él está haciéndome el favor de mi vida y encima pone el coche y la gasolina, pero no hay forma. Dice que hay que ayudarse unos a otros y que ahora le toca a él ayudar. Chapó.
a las 15:30 me deja en Waiouru, justo en el desvío haci Ohakune. Le agradezco enormemente su amabilidad estos dos días.
Uf, qué frío hace aquí.
Y vuelvo a poner el dedo.
Me toca esperar unos 20-30 minutos, pero estoy de estupendo humor y se me pasan volando. Al final me para Jeff, un kiwi supersimpático que en el 74 viajó por toda Europa en autostop (no falla) y vivió una temporada en Inglaterra. Es un amor de hombre. Hablamos de todo el los apenas 20 kms que me quedan por hacer.
Y a las 16:30 llego a casa de Susan.
Me avisó que sería probable que no estuviera, pero me dejó el código de la caja donde tiene las llaves (otro amor de persona), así que por fin me puedo relajar un rato y ponerme al día con los correos.
A la hora y pico llega Susan con Michael, su padrastro. Es verdad que le tocaba venir por estas fechas desde Inglaterra para ayudarla con la construcción de su casa, pero no sabía que había llegado ya.
Michael es el prototipo de gentleman inglés, encantador, educadísimo, con cierto parecido a James Cromwell (que ya sé que es americano, pero parece británico). Se ve enseguida que es una persona inteligente que ha vivido mucho e intensamente.
Susan me deja su camioneta para comprar algo de comida en Ohakune, ya que lleva fuera 10 días en los que ha estado de acampada, y no tiene casi nada.
Compro algo de fruta para zumos y unas verduras. Al volver, me piden que les haga un arroz de los míos. Madre mía, llevo una semana a base de arroz. Pero reconozco que es de lo que mejor me han salido, perfectamente suelto.
Lo hago con zanahoria y calabaza. Uso arroz blanco que se hace más rápido y es más fácil que quede bien. Y para ese maravilloso color, nada de colorante (paraos a leer los ingredientes del colorante alimentario y asustaos). Yo uso cúrcuma (tumaric) y pimentón dulce (red paprika).
Y cenamos con la ciber-compañía de la madre de Susan y esposa de Michael, que nos acompaña a través de Skype. Es de lo más futurista.
Yo vuelvo a dormir en el estudio. No hay mejor sitio para dormir, la verdad.
Aprovecho para publicar dos días más de la semana de retraso que llevo, pero el sueño me vence. Anoche dormí menos de 4 horas y se nota.
Me siento muy bien. Ni rastro del mal rollo. Ahora parece todo como algo lejano y extraño. Vuelvo a estar rodeado de gente maravillosa y todo vuelve a ser fácil. Más convencido que nunca de hacer el Vipassana (aunque acojonadillo) y feliz de tener un buen sitio al que ir después. ¿Qué más de puede pedir?
Mañana será mi día de tranqui. Ayudaré a Susan y Michael en lo que necesiten, y lo dejaré todo preparado para mi desaparición por 10 días.
¡Me dan ganas de recoger autoestopistas por el mundo! Y luego probarlo yo. Aunque con lo agonías que soy…. Me crearía 3 úlceras en la primera media hora.