29 – 31 julio 2016
227 días viajando…
31 días en Whangateau…
2 días en Pakiri…
Mi último día en casa de Nat (viernes) transcurre tranquilo y sin grandes emociones. Aprovecho para hacer una colada, que tiendo con un sol radiante y, a los 5 minutos…
…diluvio universal. Hace un día de muchísimo viento, y eso hace que las nubes viajen tan rápido, que pasamos de sol a lluvia en cuestión de segundos.
Para comer, por no seguir comiendo arroz, me hago una de mis especialidades: La Colada. Un guiso a base de col, en este caso morada o lombarda.
Lleva también zanahoria, cebolla, ajo… y por supuesto le añado jengibre y cúrcuma. Es curioso, el jengibre era un sabor que para mí era el único objetivamete repugnante… y al final me acabó gustando. Eso prueba que con los sabores, como con todo, al final es cuestión de actitud y costumbre.
Otro hecho algo destacable del viernes es mi lucha de más de una hora para encender el fuego de la casa. Y es que en Nueva Zelanda o Australia todo el mundo sabe cómo encender un fuego, porque todo el mundo tiene uno en su casa y lo enciende a diario durante el invierno. Pero para los pobres urbanitas como yo, conocemos la teoría (más o menos), pero nos falta mucha práctica.
El problema es que he cogido leña demasiado húmeda y es un mundo conseguir que prenda. Pero al final, con cabezonería, todo se consigue.
Al dia siguiente (Sábado) preparo mi partida. Me hago un buen desayuno de los míos…
…ayudo a Nat a vaciar parte del taller de costura inundado, doy de comer a las gallinas, recojo, lavo y tiendo mi ropa de cama, limpio la habitación, hago mi mochila y le doy un largo abrazo de despedida a Nat. No sólo sigue siendo mi mejor experiencia HelpX, sino que para mí han sido un ejemplo de familia, y es algo que recordaré siempre.
Es maravillosa la referencia que me ha dejado Nat en Helpx:
Mi destino ahora es Pakiri Beach, un poco más allá de Leigh, hacia el norte, donde pasaré unos dias con Star y su hija Grace.
Para llegar, recurro al siempre infalible autostop, y no tardo nada en conseguir quien me lleve. En este caso es David, un kiwi encantador que vive en una casita en Leigh.
Es tan amable, que se pasa de largo su casa, para dejarme en lo alto de la colina que hay después de Leigh, donde hay una parada de bus en la que refugiarme si llueve.
Y vaya si llueve, no para. Y el viento ahí arriba es terrible. Menos mal que puedo esperar resguardado, porque el frío es infernal y apenas pasan coches. Al menos las vistas son chulísimas.
Mientras espero, recibo un mensaje de Star diciéndome que su padre, que estaba gravemente enfermo, ha muerto esa misma mañana. Y es doblemente duro para ella, ya que perdió a su madre hacía poco más de un mes. Le pregunto si, en esas condiciones le sigue viniendo bien que vaya, pero me dice que sí, que sin problema.
Después de una larga espera, por fin me para una camioneta. El conductor no es que sea cazador, es que es el estereotipo de un cazador: Típica ropa de camuflaje, gorra a juego, un cartucho en el sueño del coche, redes de camuflaje en el asiento de atrás, una emisora de radio en el coche…
Le digo a qué zona de Pakiri Beach voy y me dice “Ah, a casa de Star!… ¿Sabes que su padre ha fallecido esta mañana?” Es lo que tienen los lugares pequeños. Pero lo mejor es cuando me dice “Ah, claro, tú eres el español”. Pues sí que es pequeño el sitio, sí. Y es que se trata de Bowden, la pareja de una prima de Star. También es verdad que toda esa zona es una comunidad maorí donde todos son familia.
La casa de Star le pilla un poco más lejos de la suya, pero me lleva hasta la puerta y aprovecha para darle su pésame. Yo también recibo a Star con un fuerte abrazo.
Star me enseña la cabaña para invitados donde me voy a alojar y que prácticamente estreno yo, porque la terminó hace muy poco. Es una auténtica maravilla.
Poco después llegan Richie y Rebekah a dar el pésame a Star. Es bueno volverlos a ver. Aprovecho para felicitar el cumpleaños a Richie, que nació 1 año menos 4 días antes que yo. Quedamos en salir a correr por aquí algún día de esta semana.
Más tarde acompaño a Star a casa de su padre, que está muy cerca, en lo alto de la colina, donde están algunos de sus hermanos y otros familiares ya reunidos.
Hablando con su familia, me entero de que su padre es Peter Gossage, un famoso escritor e ilustrador neozelandés de ascendencia británica que se casó con una mujer maorí, con quien tuvo 5 hijos, entre ellos Star. Todos son, de alguna manera, artistas, pero Star es la que mayor fama ha conseguido en el mundo de la pintura.
Como el ambiente es un poco denso para los niños, nos vamos a dar una vuelta por la playa con su hija Grace y su sobrina Rosie.
Pakiri Beach es una pequeña maravilla, una playa larguísima cuya parte norte pertenece a la familia.
Algo más tarde vienen a llevarse a su padre a Auckland para embalsamarlo y lo volverán a traer al día siguiente para las ceremonias fúnebres.
El día siguiente, Domingo, amanece de lleno en mi pequeña cabaña.
Después de desayunar, nos vamos a casa de su padre para ayudar a prepararlo todo para recibir a los familiares y amigos.
Desde ahí, el amanecer sobre la playa es espectacular.
Como suele ser habitual en los funerales anglo-sajones, hay que preparar comida para la gente que venga. Por nuestra parte, y dado que hace bastante frío por aquí, preparamos unas lentejas que nos quedan estupendas.
Durante la mañana, abren una botella de vino dulce de Jerez de la Frontera (un Xerry). Es como estar en casa.
A media mañana llegan con el ataud…
…y tengo la oportunidad de ser parte de una celebración fúnebre maorí. Hay una mezcla de tristeza por la pérdida y alegría por acompañar al difunto en su viaje. Hay cantos y palabras en maorí. La ceremonia es oficiada por Jack, el mismo que conocí en el Sawmill Café hace un par de días que organizó el Kapa Haka.
El fallecido estará en su casa dos o tres días hasta que lo entierren en el cementerio de Leigh.
Por la tarde me voy a dar un paseo por la playa para despejarme…
Y después me voy a mi cabaña a escribir un rato. Por la noche viene Michaella de visita, a quien también conocí la otra noche en el Sawmill Café. Así que pasamos una noche agradable de charla con vino y queso.
Puede parecer que he llegado en mal momento aquí, pero, por el contrario, creo que todo pasa por algo, y para mí es algo muy positivo poder acompañar a Star, quien se ha convertido en una muy buena amiga, en un momento así, y creo que es un privilegio poder presenciar este tipo de ceremonia maorí.
Por otra parte, la paz y tranquilidad que se respira en esta parte de Nueva Zelanda no tiene precio y me viene genial antes de meterme de lleno en el caos de una gran ciudad como será Brisbane.
Es curioso como todo es fácil cuando simplemente fluyes por donde te lleva la vida y aprendes a ser consciente y disfrutar de cada momento que la vida te presenta.
Y todo esto también me ha servido para reflexionar sobre la vida y la muerte. Hace unas semanas hablaba con mi amiga Mer sobre esto y decíamos… “hay que vivir de forma que si mueres hoy, esté todo bien”. El pensamiento de “me queda mucho por hacer” quiere decir que no lo estás haciendo. Y yo lo tengo claro…
…si muero hoy, muero feliz.
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