15 marzo 2016
89 días viajando…
1 día en Rangataua…
A las 5 y poco de la mañana aterrizamos en Auckland.
Durante el vuelo me he intentado comunicar con una azafata y ha sido la risa. Ha habido un lío, porque con mi billete venía incluida una pequeña comida, y parece que no la tenían y que podía pedir otra cosa por valor de $10. Pero el caso es que cuando la azafata neozelandesa me lo ha explicado, no le he entendido ni una sola palabra. Y se lo he dicho, que lo siento, pero que por su acento me cuesta entenderla, y la mujer se ha puesto a explicármelo por gestos como si yo fuera sordomudo. A ver, señorita, que yo hablo inglés, sólo necesito que me hable un poquito más claro y despacio!
Me imagino a un inglés intentando entender a un sevillano. Debe ser algo muy parecido.
Al llegar, hay un montón de carteles acojonadores donde te amenazan con una multa de $400 si intentas entrar comida o semillas sin declarar. Hay fotos de una manzana con el lema “¿Quieres pagar $400 por una manaza?”.
Yo me he comido en el avión mi pera, mis frutos secos y mi chocolate. Pero voy acojonado pensando si me habré dejado algo más, o si habré dejado trazas en la mochila. La bolsa de frutos secos iba abierta… Ay, madre.
Cuando llego a la aduana me insisten en si llevo comida. Yo le digo que creo que no, pero por si acaso tiro la bolsa donde llevaba la comida. Menos mal que el de la aduana es majete. Me pregunta si he estado en una granja o en contacto con animales… vaya puntería. Pues sí, justo eso.
Me pide que le enseñe la suela de mis botas, para ver que no traigo tierra australiana. Les espanta la posibilidad de que se traigan semillas no autóctonas. Cuidan una barbaridad el ecosistema.
Cuando paso la aduana, aún me queda el escáner, que lo paso sin problemas, y luego están las agentes de aduanas con el perrito, que es supermono. Tan mono, que se me sube encima, claro. Y rápidamente me vienen las agentes a preguntarme si llevo comida o he llevado. Les digo que si, que llevaba algo de comida, pero que ya me lo he comido. Y me dicen que vale, que entonces puedo seguir.
Así que por fin estoy en…
¡Auckland, Nueva Zelanda!
Son las 6 AM, así que me busco un sitio para dormir hasta que venga Susan. Encuentro uno de estos sillones para masajes, que la verdad es que es incomodisimo, porque tiene cosas que se te clavan en la espalda, pero algo es algo. Hay WiFi pero sólo de 1/2 hora gratis. La aprovecho lo justo para saludar a mi gente y chequear correo, y me echo a dormir.
Duermo fatal, entre el dolor de cuerpo y el jaleo del aeropuerto, pero al menos duermo algo.
Me despierto a las 10. Intento piratear alguna WiFi, pero no hay forma, así que al final me toca pagar por conectarme. Veo un mail de Susan de las 9 diciéndome si quiero desayunar con ella y sus padres. Too late.
Susan está en Auckland para ver a sus padres que están de paso, volviendo a Londres desde Melbourne, así que les acompaña hoy al aeropuerto, por eso puede recogerme. Y es que Susan es inglesa.
Finalmente nos encontramos a las 10:45. Llega con sus padres y les acompañamos a facturar y luego nos tomamos un café con ellos. Su padre está ya jubilado y su sueño sería venirse aquí a ayudar a su hija a construir su casa. Pero su madre tiene toda su vida y amistades en UK y no quiere venirse.
Finalmente nos despedimos de ellos y salimos del aeropuerto.
Y marchamos hacia Rangataua.
Rangataua ea una pequeñísima población de 4 casas (literalmente) a 4 horas en coche desde Auckland. Para hacer cualquier gestión, incluso comprar el pan, hay que ir a Ohakune que está a 5 Kms.
Parte del camino me recuerda un poco a España. Se nota que estamos en la misma latitud, pero al otro lado.
Por el camino nos llueve y luego el sol nos regala este espectacular arcoiris… Nunca había visto uno tan de cerca.
Por el camino paramos para comprar algo de fruta y verdura…
…que por cierto, está bastante cara, a pesar de que el cambio favorece al euro.
Después de la compra, Susan me deja conducir un rato para descansar.
Pero al cabo de una hora, le devuelvo los mandos. El no haber dormido casi nada no me permite concentrarme bien en la conducción.
De hecho, al rato, me quedo dormido.
Pasamos al lado del Parque Nacional de Tongariro. Susan dice que la vista del monte Tongariro es espectacular, pero hoy está nublado…
Por fin llegamos a Ohakune…
…y desde ahí estamos a dos pasos de Rangataua.
Susan me enseña mi nueva casa. Me alojaré en The Shed, un albergue vacacional, siempre que no haya clientes. El sitio no puede ser más increíble.
Esta vez no me voy a quejar de mi alojamiento… 😉
Susan vive a 300 metros, en una casa maravillosa que está reconstruyendo casi por completo. Aunque aún le queda mucho por hacer, le encanta vivir ahí.
Parte de mi trabajo será ayudarla a avanzar con la casa, en pequeñas tareas con The Shed, y en mejorar un pequeño estudio que tiene al lado de la casa para poder alquilarlo también.
Pero sobre todo quiere que le ayude a volver a una disciplina de yoga y vida sana, así que me estoy convirtiendo en una especie de personal training… lo cuál me encanta.
Susan me hace un tour por las tres viviendas, nos ponemos al día y luego me quedo un rato en su casa para escribir el blog. La única pega de The Shed es que no tiene internet, así que para poder estar conectado me tengo que venir a su casa.
Por la noche, me voy a mi alojamiento. Es increíble estar solo en un sitio así… así que aprovecho para volver a hacer una meditación…
…pero a la mitad me quedo dormido.
Casi me cuesta aceptar todo lo bueno que estoy recibiendo. Es como si el universo hubiera decidido darme un montón de cosas buenas sin pedieme nada a cambio.
Pero hay que saber recibir tanto como dar (aunque a veces cueste). Asi que con agradecimiento infinito, empiezo mi nueva etapa en este sitio maravilloso.
Y para ello hago mías estas palabras que me ha mandado mi amiguísima Mer.
Unas palabras acertadidimas 🙂