18 marzo 2016
92 días viajando…
4 días en Rangataua…
Repito la rutina de ayer. Despertador a las 8, zumo de naranja, manzana y pera que me llevo a casa de Susan, saludos al sol (Susan me acompaña un ratillo) y marcho para “mi” casa a preparar el desayuno. Hoy toca tortilla de calabaza y papilla de plátano, cacao y leche de almendras.
En la cocina hay una puerta/pizarra y me encuentro…
Qué maja es Susan. Viene por fin a desayunar y nos damos un homenaje.
Después de desayunar me encuentro…
…parece que le ha gustado. 😉
El resto de la mañana lo de dicamos a inspeccionar y planificar lo que quiere hacer con el estudio.
El estudio es una casita pegada a su casa, con una cama, baño y una pequeña cocina, que utiliza para invitados. Quiere acondicionarla mejor para poder alquilarla por temporadas. Las vistas desde el estudio son espectaculares.
Luego le ayudo a tapar con unas sábanas el Yoga Room para hacerlo más acogedor.
Por la tarde toca ir a trabajar al Clyde Hotel, en Ohakune. Decido ir hasta allá en bici. Son unos 25 minutos. Por el camino tiro algunas fotos.
De las típicas casas… con ovejas en el jardín…
De las típicas carreteras rectas y larguísimas…
Hay sitios que parecen casi del oeste americano…
Otra casita…
…y es que esto es lo más sorprendente de Nueva Zelanda. Es un país con la mitad de extensión que España y 10 veces menos habitantes. Son 4,5 millones, un poco más que la ciudad de Madrid. Por eso la densidad de población es tan baja, que la gente vive muy aislada. Incluso las grandes ciudades son pequeñas, la mayoría son pequeñísimas y mucha gente vive en zonas aisladas. Eso hace que, por una lado la gente sea extremadamente tranquila, amable y generosa, porque no hay ningún estrés, no hay apreturas, ni prisas. Pero eso hace también que a veces sientan esa soledad y por eso son tan enormemente hospitalarios.
Llego a Ohakune, paso por delante del colegio de primaria…
…y llego a la calle principal, donde puede verse el Clyde Hotel.
He llegado pronto para poder conectarme un rato a la WiFi del bar. Me presentan a Kate, la otra empleada que estará tras la barra mientras Cris, Leticia y yo estamos en la cocina.
Me encanta esto. Es tan americano:
A las 17:30 en punto me pongo a la tarea. Primero me explican como “correr” platos (traducción literal de running plates), que es saber a qué mesa entregarlo, como presentarlo, etc…
Luego me enseñan a usar el lavaplatos…
…y me quedo pensando… el lavavajillas de casa tarda hora y media, y éste limpia todo en un minuto (literalmente). Que me lo expliquen…
Me quedo fascinado con el horno, que parece de los años 70.
Mientras llega la gente, ayudo a pelar nabos y patatas, para dejarlas preparadas para mañana. Pero enseguida empiezan a llegar platos sucios y, sobre todo, cacharros de cocina sucios. Así que el proceso es prelavarlos en la pila con agua caliente y detergente, ponerlos en una bandeja de lavado, meterlos en el lavavajillas, esperar un minuto!!, sacarlo, colocarlo en la repisa para que seque y luego poner cada cosa en su sitio.
Me fascina conocer la hostelería desde dentro. Es un mundo conocer cómo funciona una cocina de un restaurante medio grande. Cris está a toda velocidad preparando los platos que le piden, mientras Leticia corta verduras y prepara los ingredientes de los platos.
Así, entre bromas, risas, buena música (latina, por supuesto) y buen rollo, se pasan 3 horas en un suspiro. A las 20:30 dan por terminada mi jornada y me ofrecen cenar uno de los platos. Me pido la quesadilla de champis (mushroom), cebolla caramelizada (caramelized onion) y puerro (leek).
Después de cenar, Cris y Leticia me ofrecen irme a su casa a tomar un vinito y acepto encantado. Voy a coger mi bici en la parte trasera y voy con ella hasta la parte delantera donde me esperan. Y es girar la esquina y, como en las pelis, me para un coche de la policía. Mierda, llevo el casco en la mano, y aquí son muy estrictos con esto. Es decir “hello” y me pregunta “Are you from NZ?” Pues obvio que no. Me dice que ir sin casco son $75 de multa. Yo hago mi papel de extranjero despistado que no sabía, y me lo deja pasar. Y pienso… “genial, esto para el blog!”
Acompaño a mis nuevos amigos chilenos a su casa. Tienen una casa pequeñita y preciosa en Ohakune, cerca del bar. Por propio placer han cuidado mucho el jardín y han plantado verduras en el terreno alrededor y ahora tienen un montón de lechugas, tomates, patatas…
Me dicen (y me dejan por escrito) los mejores lugares para visitar, tanto en la isla norte como sur, ya que ellos se las han recorrido enteras. Esa información vale millones!!
Se me hace tarde y todavía tengo que llegar hasta Rangataua en una bici sin luces en medio de la noche. Menos mal que llevo una luz frontal para la cabeza. Me dejan un chaleco reflectante, porque parece que aquí es obligatorio, y me despido de ellos.
El camino de vuelta con tres vinos, por una carretera desierta y completamente oscura, se hace… exótico. Sólo me falta que me pille el mismo policía en una bici sin luces y me haga un control de alcoholemia.
De hecho cuando entro en Rangataua, veo un coche de policía parado y me cago encima. Pero por suerte está vacío…
Llego (porque consigo llegar vivo) a The Shed tras media hora de pedaleo, y me voy directo a la cama.
Me sigue sorprendiendo lo rápido que conozco gente y lo maravillosa que es. Me decía mi amiga Mer, que qué maravillosos son todos mis amigos (mira quien habla), pero es que de alguna manera debo vibrar, que la gente a mi alrededor es siempre maravillosa. Quizá porque sé huir de la gente tóxica. Con amor… pero lejitos.
Claro que "vibras" 😉 Gente tan fantástica como tú atrae a gente semejante. Sigue disfrutándolo, ¡que lo mereces!
Me pareció muy divertido tu blog Pablo, lo leímos juntos con Cris! Y obvio ley de la atracción fluyendo siempre.
Y ahí estáis, mis amigos chilenos maravillosos, apareciendo en mi vida… 🙂